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sexta-feira, 30 de junho de 2017

TRADUCCIÓN


Siete de cada 10 traductores editoriales necesitan otro trabajo para vivir

El primer informe exhaustivo sobre el valor económico del sector muestra a una profesión precaria y desprotegida


Varios libros en castellano de la saga de Harry Potter, en una librería.
Varios libros en castellano de la saga de Harry Potter, en una librería. SAMUEL SÁNCHEZ

El País - Madrid 
Traductores. Y todoterrenos. Llevan de viaje a las historias hacia otro idioma y nuevos lectores. Pero, mientras, afrontan otra odisea, aún más compleja: buscarse la vida. En España, apenas el 28,2% de los traductores editoriales se centró exclusivamente en su profesión en 2015, según el primer estudio exhaustivo sobre el valor económico del sector, presentado hoy por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Es decir, más de siete de cada 10 compaginan su labor con docencia, creación literaria, investigación, periodismo u otras ocupaciones.
El informe dibuja a lo largo de 52 páginas un cuadro tan precario como incierto para estos profesionales. El traductor, básicamente, está solo y abandonado en la jungla del mercado. Y sufre sus distorsiones: 3.167 profesionales —la red estimada por el estudio— se pelean sobre todo por las llamadas de 10 grupos editoriales, los colosos que concentran más del 70% de la industria. Y no hace falta ser traductor, ni economista, para entender qué lado atesora el poder en una ecuación con muchos oferentes y pocos demandantes. El estudio muestra que más de un cuarto de los encuestados trabajó en negro en 2015; uno de cada tres tan solo traduce uno o dos libros al año. Y los ingresos medios en este sector rondan los 5.000 euros anuales. Y brutos. De ahí que su capacidad adquisitiva haya perdido 7,5 puntos entre 1997 y 2010. Por todo ello, y no solo, el informe advierte de un "riesgo de expulsión de buenos profesionales del mercado y de pérdida de calidad de las traducciones".
El paraguas de la ley tampoco logra proteger al traductor. Las gotas, más bien, se filtran por demasiados agujeros. La Ley de Propiedad Intelectual, por ejemplo, “reconoce al traductor editorial la condición de autor de la obra, otorgándole el derecho a una liquidación anual por derechos de autor”, reza el informe. Sin embargo, para casi la mitad de los que percibieron ingresos por traducir libros la normativa se queda solo en el papel. La misma ley establece que el traductor ha de ser informado sobre la tirada y la venta del libro, pero siete de cada 10 jamás recibieron datos sobre ello. Tanto que el estudio considera “recomendable reforzar la supervisión y control de estas prácticas”.
Otra necesidad que destaca el texto es la de más estadísticas sobre el sector. Los propios autores del documento —realizado por la consultora AFI para la Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores de España, y subvencionado por Cultura y por la entidad de gestión CEDRO— relatan la dificultad de hallar una cifra verosímil que acompañara al título de su estudio: El valor económico de la traducción editorial. De hecho, finalmente no hay respuesta a esa pregunta. Lo más cercano es un número al que el informe llega tras contrastar y comparar cuatro fuentes distintas: la facturación de la traducción en el sector editorial, para el ámbito de ocio, supone 293, 6 millones, un 35,2% del total solo de este apartado. El texto recuerda también que siempre hay cinco o seis obras que cambian de idioma en el top 10 de los libros más vendidos en España, que recoge anualmente la consultora Nielsen.

Más fácil resulta analizar qué se traduce. Por temas, sobre todo obras de las categorías “tiempo libre, infantil y juvenil y creación literaria”, según el texto. Y en cuanto a los idiomas, ocho de cada 10 son traducciones de un idioma extranjero a alguna lengua española. La mitad de las veces la versión original es en inglés, el francés representa un 10% y otro porcentaje idéntico supone el castellano.
Pero, ¿quién lee el fruto de este trabajo? El informe recopila varios datos más allá de la traducción, para retratar el contexto a su alrededor. En 2015, por ejemplo, se vendieron 155,4 millones de libros en España, lo que significa unos 400.000 diarios. Cada español lee en media 4,5 libros al año, aunque el número puede engañar. Porque, por un lado, está el 62,2% que disfrutó de al menos una obra editorial en 2015, lo que convierte la lectura en la segunda actividad cultural favorita de los españoles, tras escuchar música; pero, por el otro, hay casi cuatro de cada 10 españoles que jamás abrieron un libro en 12 meses.                                                   Un dato que no necesita traducción.

EN DEFENSA DEL TRADUCTOR




El informe muestra un panorama preocupante para los traductores editoriales. De ahí que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte haya aprovechado la presentación para informar de una serie de medidas que pondrá en marcha para "mejorar el reconocimiento público" de esta labor.
La creación de una beca para traductores en la Residencia de Estudiantes en 2018, la celebración en julio de la XII edición del Encuentro de Traductores en Castrillo de los Polvazares (León), cuyo eje principal será el libro Descripción de la mentira, de Antonio Gamoneda, o la selección para el Encuentro de escritores y críticos que se celebra en septiembre en Verines del tema Creadores en la sombra: la traducción literaria en la actualidad, entre otras iniciativas que cita un comunicado del ministerio. 



POSVERDAD


La posverdad da el salto al Diccionario

La Academia registrará en diciembre este sustantivo, que se usó por vez primera en español en 2003 y las políticas de Trump han popularizado


- EL PAÍS - ESPAÑA
Un manifestante disfrazado de Donald Trump, este miércoles en Washington. Ampliar foto
Un manifestante disfrazado de Donald Trump, este miércoles en Washington.  AP
El término “posverdad” pobló durante los últimos años las cadenas de radio y televisión, visitó todas las rotativas y Google responde que en su seno se ha reproducido 516.000 veces. Tal vez muchos hispanohablantes no lo han pronunciado aún, pero darían idea de que no viven en este mundo si asegurasen no haberlo oído nunca. Por eso la Real Academia Española ha decidido incorporarlo al Diccionario.
El director de esa institución, Darío Villanueva, lo ha anunciado este jueves durante su conferencia magistral titulada Verdad, ficción, posverdad. Política y literatura, que pronunció en Madrid durante la clausura del Máster Universitario en Derecho Constitucional ofrecido conjuntamente por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
La palabra “posverdad”, según ha declarado más tarde Villanueva a preguntas de EL PAÍS, se incorporará el próximo diciembre y lo hará como sustantivo. Por tanto, habrá de decirse, por ejemplo, “la era de la posverdad”, y no “la era posverdad” (pese a que en inglés funciona como adjetivo: “The era of post-truth politics”, por ejemplo: “la era de las políticas posverdad”). Y en español, también a diferencia de lo que ocurre en aquella lengua, no llevará un guion entre el prefijo y la raíz: “posverdad” y no “pos-verdad”.
Este uso del prefijo pos- no implica que vivamos un momento en el que la verdad ha desaparecido, del mismo modo que “la era posindustrial” no define la época en la que ya dejaron de existir industrias. En ambos casos, se denota que lo mencionado en la raíz ha dejado de ejercer un papel fundamental. El término “posverdad” ha venido reflejando que aquello que las personas sienten ante un estímulo, sus emociones respecto de una idea o de un líder, sus sensaciones subjetivas, priman en las decisiones que toman y son más importantes para ellos que la verdad misma.El director de la Academia ha definido en su conferencia “posverdad” como las informaciones o aseveraciones que no se basan en hechos objetivos, sino que apelan a las emociones, creencias o deseos del público; si bien en conversación posterior con EL PAÍS explicó que aún no se ha fijado la definición que figurará en esta nueva entrada.
Darío Villanueva ha señalado también en su lección magistral que este nuevo término es “interesante a la vez que preocupante”; recordado que “el prestigioso diccionario inglés de Oxford lo ha distinguido en 2016 con el título honorífico de palabra del año” y explicado que la palabra original en inglés, post-truth, “ha encontrado sin mayor problema una traducción impecable al español”.
El nuevo término se suma, pues, al campo semántico que ya habitaban voces como “mentira”, “bulo”, “falsedad” o “manipulación”. La elección que los hablantes y los periodistas hagan de entre ellas en cada caso será ya asunto suyo.
La decisión académica sobre “posverdad” se adoptó en el pleno de la semana pasada, según ha declarado Villanueva. Para quienes piensen que se trata de una incorporación rápida y debida al oleaje de la moda, el director de la docta casa ofrece estos datos: en inglés se empleó por vez primera post-truth en 1992 (lo hizo el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Texich en un artículo publicado en la revista The Nation); y en español se atribuye la primera mención documentada al escritor Luis Verdú, en su libro El prisionero de las 21.30,publicado en 2003. Desde entonces hasta aquí, su uso no ha dejado de crecer en ambos idiomas.
Darío Villanueva ha declarado también que la Academia hará públicas cada mes de diciembre las palabras, acepciones y definiciones que se añadan al Diccionarioen su versión de Internet, para mostrar que “el Diccionario está vivo”. 

INNOVACIÓN EN EL SISTEMA

La incursión de un neologismo en el idioma español cuando procede de otra lengua ocasiona a veces ciertos desajustes en el sistema. En este caso, la incorporación de “posverdad” al idioma español desde el inglés puede significar una cierta innovación.
El prefijo pos- (o post-, si bien la Academia prefiere la versión sin t) puede preceder a un sustantivo (posguerra), a un adjetivo (posmoderno) o a un verbo (posponer). Cuando se antepone a un sustantivo (como ocurre en este caso con “verdad”), suele señalar un periodo posterior a una acción (así sucede por ejemplo en los casos de “posparto” o “posventa”, en los que tanto “parto” como “venta” reflejan acciones), a un tiempo histórico (posfranquismo) o significar la época que sigue al auge de un movimiento artístico o político (el posmodernismo, el posromanticismo…).
Pero el sustantivo “verdad” no reúne ninguno de estos requisitos: no representa una acción, sino un concepto; ni se trata de un periodo, ni de un movimiento cultural. Por eso puede haber hablantes que lo sientan extraño… hasta que se acostumbren a él.

FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

Agencia EFEFundéu - BBVA
FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

aprendibilidad


mejor que 


learnability

Recomendación urgente del día
La voz inglesa learnability puede ser traducida en español por el neologismo aprendibilidad.
En las noticias es cada vez más frecuente encontrarse con este anglicismo en frases como «‘Learnability’, la palabra del futuro» o «La capacidad de seguir aprendiendo, la learnability, será lo que permita a los jóvenes de hoy tener una carrera profesional».
La voz inglesa learnability, unión de to learn y -ability, se refiere a la habilidad psíquica o mental necesaria para hacer algo y se emplea más concretamente para referirse tanto a las aptitudes naturales como a la actitud positiva que se precisan para permanecer en continuo aprendizajeen el contexto social y laboral actual.
En los medios en español, el neologismo aprendibilidad tiene ya cierto uso como traducción de este término inglés: «Otro de los atributos que comenzarán a buscar las empresas será la aprendibilidad (learnability)».
El sustantivo aprendibilidad es una voz correctamente formada en español a la que, sin embargo, podría objetársele que parece denotar una cualidad del objeto que es aprendido y no de la persona que la aprende, igual que accesibilidad significa que algo es accesible, a lo que se puede acceder. 
Sin embargo, este sufijo no siempre aporta un matiz pasivo y se aplica también a otras voces con sentido activo: con culpabilidad, por ejemplo, se expresa que alguien tiene culpa.
Aprendibilidad puede considerarse, por tanto, una alternativa válida en español, ya que además las posibles ambigüedades siempre pueden resolverse mediante el contexto. Por ello, en los ejemplos iniciales habría sido preferible optar por «Aprendibilidad, la palabra del futuro» y «La capacidad de seguir aprendiendo, la aprendibilidad, será lo que permita a los jóvenes de hoy tener una carrera profesional».
Existe también la variante aprendabilidad, que puede considerarse un acrónimo de aprender más habilidad, por lo que tampoco sería formalmente censurable, pero que cuenta, sin embargo, con un uso menor que aprendibilidad.

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