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segunda-feira, 6 de julho de 2015

CASTELLANO

Resultado de imagem para castellanoCuidar el castellano

OFELIA AVELLA |  EL UNIVERSAL - VENEZUELA
lunes 6 de julio de 2015  12:00 AM
El propio idioma es como la habitación en la que uno se mueve con holgura, con la confianza y seguridad de quien se sabe en su sitio, en un terreno que es de uno, que domina y sabe defender de los intrusos y merodeadores. No es que piense que otras lenguas tengan categoría de invasoras de la propia intimidad, pero cuando no se domina bien la lengua materna, cuando no se la cuida, no sólo se debilita ella, sino que muere un poco también nuestra calidad de pertenencia a esa cultura donde la aprendimos.

Uno puede aprender muchas lenguas; hacerlo se torna, de hecho, en una experiencia muy enriquecedora. No llamo invasor a cualquier otro idioma que deseemos aprender bien, sino a todo eso que dejamos entrar en nuestra vida de un modo indiscriminado. Invasor es quien ha entrado en la propia casa, en mi habitación, sin ser invitado. Entró, quizás, sin que me diera cuenta, pero lo hizo probablemente por mi descuido, por haber encontrado la puerta abierta, por no haber cuidado yo ese reducto de intimidad en que uno se encuentra "en casa".

La lengua es mucho más que un simple instrumento de comunicación, entendido de modo pragmático. Antes bien, constituye la base de una cultura, su rasgo más peculiar de identidad. Se piensa en palabras, se conecta uno con la realidad a través de las palabras, se da a conocer la personal percepción del mundo a través del lenguaje porque éste, en definitiva, nos arraigó desde la infancia a una cultura que nos orientó a nombrar las cosas por primera vez en nuestras vidas. Y eso va quedando, en lo más profundo de cada uno, como lo permanente de las experiencias humanas. Las primeras canciones, las primeras poesías, las primeras palabras leídas, la lengua de mamá y papá, y ésas incluso diversas a la nativa pero que son también familiares por ser la del abuelo y la abuela, marcan para siempre. Cuidar todo ese bagaje equivale a fortalecer nuestra identidad y nuestro "estar en el mundo" con seguridad.

El dominio del lenguaje materno (en nuestro caso, el castellano) es algo mucho más importante de lo que se piensa. Su deficiencia se manifiesta siempre en algún momento de la vida como la experiencia de un cierto vacío existencial, pues la lengua original, o la adoptada como propia -si es que se ha crecido en otra cultura-, centra en el mundo. Una vez conocí a una señora libanesa que me manifestó su situación interior. Había nacido y crecido en el Líbano, pero se había educado en inglés y en francés. Hablaba los tres idiomas en su casa, así, indistintamente, y luego viajó a Venezuela para quedarse. Su trabajo era muy técnico, por lo que no requirió nunca dominar mucho el idioma. Tampoco cultivó los anteriores. En un momento dado manifestó necesitar urgentemente dominar alguna lengua en particular. Me decía que a veces sentía que no tenía pensamientos y que le faltaba vocabulario para expresarse. En otra oportunidad, un muchacho chino a quien le gustaba, además, escribir cuentos, explicaba en clase lo enredado que estaba. Hablaba en chino en su casa, pero no lo escribía. Hablaba en español, pero escribía en inglés. Cuando le pregunté en qué idioma pensaba, dudó. Le pareció que era en inglés. Le recomendé centrarse en el inglés o en el español si deseaba escribir, en vista de que no podría hacerlo en chino. Los procesos de asimilación de otras lenguas son, sin duda alguna, diversos para todos, pero lo fundamental es cuidar la lengua original. Al ampliarla, uno se cultiva y la mantiene, además, en su puesto en relación a las demás (a esas nuevas que llegarán).

Lo que intento resaltar es la importancia de cuidar la lengua originaria (en nuestro caso, el castellano). Cultivarla, ampliarla, saborearla y masticarla es esencial para arraigarse a una cultura y definir la propia identidad. Toco el tema porque es mi trabajo, mi gran inquietud. En estos tiempos de globalización, las lenguas se encuentran, se mezclan, pero también corren el riesgo de reducir sus posibilidades si nos gana el pragmatismo de hacerlas sencillamente "funcionales". De allí la importancia de la literatura, de la reflexión, de los espacios y actividades que las mantienen en un dinamismo distinto (más profundo) de ése que requiere el sentido utilitario del trajinar diario y la eficiencia de las nuevas tecnologías. En el caso que nos atañe, la diáspora de la que somos testigos ha puesto a muchos a hablar otras lenguas. En un proceso que es inevitable, muchos procurarán pasar el castellano a sus hijos, pero sabemos también que en el camino se pierde ese idioma de los padres y abuelos, para terminar ocupando su lugar ese otro que llegará a ser el original para ellos.

Quien pueda hacerlo, cuide el castellano. Una lengua bella y rica en posibilidades, en virtud de ese contacto con una diversidad grande de pueblos que lo hablan. Fomentar su cuidado equivale a mantener viva nuestra cultura, siempre lo más permanente de las experiencias humanas.

ofeliavella@gmail.com
@ofeliavella

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