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terça-feira, 12 de maio de 2015

EL IDIOMA ESPAÑOL


Álvaro Rodríguez Sanmartín*

El uso correcto del idioma

Las lenguas vivas, como todos los organismos, están sujetas a múltiples mutaciones debidas a factores diversos. En el caso del idioma español hay que considerar, además de las comunes a toda lengua, su gran expansión geográfica y el gran número de hispanohablantes, más de 500 millones. Por ello, para conservar su pureza es necesario velar por la correcta utilización del mismo, respetando el verdadero sentido original de cada vocablo y expresión lingüística.

Esta exigencia debe ser mayor, si cabe, para aquellas personas que por su preparación, actividad pública o profesión, ejercen cierta ejemplaridad. Además son ellas las que de un modo u otro, aparecen frecuentemente en los medios de comunicación.
La adulteración de nuestra lengua es una constante muy acentuada en estos tiempos, tanto por la incorporación de nuevos términos, como por la atribución de nuevos significados a vocablos que por su etimología y tradición no les corresponde.

En este trabajo quiero dirigirme singularmente a los profesionales que tienen el lenguaje como único instrumento de trabajo, locutores, políticos, etc. Hoy nos vamos a fijar en unas cuantas palabras y expresiones que son usadas frecuentemente  de forma adulterada y espuria.

Apostar. Con mucha frecuencia oímos por parte de políticos esta expresión: “Nosotros apostamos por la cultura, la sanidad, etc…”, para indicar que se interesan por esas cuestiones con mucho interés y ahínco.
La palabra apostar tiene un significado bien determinado: PACTAR. Por ello, tal vocablo debe emplearse cuando se pacta algo con alguien, y no para prometer o manifestar un empeño por una causa determinada.
Pedagogía. Otro término o vocablo usado indebidamente para indicar que lo comunicado anteriormente no fue suficientemente claro. La Pedagogía no es la ciencia de la comunicación, la Pedagogía es la ciencia general de la educación, la comunicación le pertenece a la Didáctica. Este término fue utilizado ya por Comenio en el siglo XVII, la Didáctica Magna, para indicar los métodos y formas de enseñar.

Más vale una imagen que mil palabras. Esta expresión es un puro reduccionismo al considerar sólo imagen a las representaciones visuales. Imágenes son todas las impresiones sensoriales. Cuando hablamos producimos imágenes acústicas; por el tacto conocemos la forma, tamaño, temperatura, etc., que son también imágenes táctiles; el gusto nos revela el sabor, acidez, calor, frío, de los alimentos que ingerimos. Por ello podemos decir que la expresión “más vale una imagen que mil palabras” es una sinécdoque, porque toma la parte por el todo, considerando imágenes sólo a las visuales.

Igualdad de género. El género se refiere, en las personas al sexo, y sabemos que el varón y la hembra son distintos morfológica y fisiológicamente. Por ello es una falacia hablar de igualdad de género. Varones y hembras son distintos y complementarios; otra cosa es hablar de igualdad en dignidad, trato y consideración.
Oír y escuchar. Oír es una función orgánica que depende de dos órganos específicos –los oídos- mientras que escuchar depende de una facultad superior, la voluntad. Es deprimente cómo estas dos funciones son confundidas por personas con cierta formación. Podemos oír sin escuchar, y escuchar y no oír.

Hacer el amor. El amor es un sentimiento, un afecto, una vivencia íntima y no una mera actividad. Aquí se quiere confundir la actividad con el fin, y el amor con el placer.

Libertad de pensamiento. En multitud de ocasiones hemos oído decir: en tal o cual régimen “no hay libertad de pensamiento”. Tal privación es propia de regímenes totalitarios en los que las manifestaciones orales, escritas o callejeras están totalmente prohibidas. Pero cada individuo puede pensar libremente lo que quiera. Lo que no puede es manifestar sus pensamientos. El pensamiento es una actividad intrínseca y subjetiva y sólo pertenece al sujeto pensante.
*Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación

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