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domingo, 22 de fevereiro de 2015

EMILIO J. SANCHEZ:






El cerco del disparate



Pasados dos meses de la publicación de tres trabajos sucesivos sobre la enseñanza del español en las escuelas del sistema escolar, el panorama se presenta hoy tan deplorable como entonces. Nos habíamos quedado revolviéndonos de indignación a propósito de una dispensa (waiver) para que maestros, que no saben español, pudieran enseñarlo a nuestros hijos (véase Enseñar Español, una dispensa para el disparate, ENH, 17 de diciembre).

Marie Izquierdo, ejecutiva principal para asuntos académicos de M-DCPS, trató de justificar, sin conseguirlo, las bondades del Idioma Extranjero Extendido (EFL). Su artículo es un compendio de fórmulas de public relations, sofismas y redacción torcida (véase El programa de EFL, ENH, 16 de diciembre). Por cierto, además de anunciar que una Comisión encargada de mejorar el EFL estaría visitando las escuelas, subrayaba la voluntad del Distrito Escolar para recoger opiniones de padres y la comunidad. Esto último parece poco creíble cuando la funcionaria desestimó un trabajo tan bien fundamentado como el de Daniel Shoer (véase ABC para maestros de español, ENH, 30 de noviembre) y ni siquiera mencionó el nombre del valorado columnista.

Días atrás coincidí en una reunión con maestros de español y ninguno dijo haber visto en su escuela a la Comisión visitadora. Tampoco han recibido carta o encuesta alguna solicitando su parecer sobre el EFL. Todos, sin embargo, siguen preocupados con el programa que, contra viento y sentido común, quieren imponer desde el downtown. Insistieron en que ello se traducirá en un enorme deterioro de la enseñanza de esa lengua y, de hecho, en la erosión del bilingüismo miamense, recurso de gran importancia cultural y económica.

Es una situación kafkiana: respetados maestros de clase deben enseñar español, una materia que no dominan; mientras, maestros de español, con experiencia metodológica y dominio del contenido, se convierten en maestros de clase y a tropezones enseñan ciencias sociales y aritmética… en inglés.

Los docentes, empero, no tienen la culpa: a nadie le gusta hacer el ridículo, ni siquiera frente a escolares; sobre todo, frente a escolares.

Pregunté a mis amigos la razón por la que, si tienen tan nefasta opinión del EFL, no habían enviado una sola línea a el Nuevo Herald a propósito de los trabajos publicados. Lo que escuché me perturbó aún más que el mismowaiver. En coro respondieron que por miedo a las represalias, y en seguida desgranaron sus temores.

Abruma pensar que en el país que se precia de ser guardián de la libertad de prensa y de expresión exista esta mordaza, real o imaginada, precisamente en aquellos de quienes depende, en buena medida, los valores morales y la civilidad de los futuros ciudadanos. En cualquier caso, denota una falta de transparencia en el ambiente profesional que merecería investigarse más.

Bien miradas las cosas, en este debate se notan varias ausencias. Ante todo, de miembros de la Junta Escolar que a menudo se dirigen a la comunidad hispana en las páginas de opinión de este diario (Voces de la Educación). Asimismo, resalta el silencio de la Asociación de Padres y Maestros (PTA) entre cuyos objetivos están representar los intereses de todos los estudiantes frente a decisiones que afectan a los niños. Mucho más del sindicato de maestros (United Teachers of Dade, UTD). Convendría conocer, por ejemplo, la opinión del Grupo de Educadores Hispanos (Hispanic Educators Committee). ¿Acaso habría juicio más autorizado, tocante a la enseñanza del idioma español, que la de sus maestros?

En verdad, urge que muchos alcen su voz. De lo contrario, nos arriesgamos a que el disparate se extienda, como el EFL, y circunde nuestras vidas.

Periodista, ex profesor universitario.

Read more here: http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article10675868.html#storylink=cpy
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