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segunda-feira, 12 de janeiro de 2015

JOSÉ LUIS GÓMEZ

«No nos sentimos tan orgullosos de nuestra 
lengua como los ingleses»



Apasionado por el teatro y nuestro idioma, hoy pone en marcha la segunda edición de «Cómicos de la lengua»

IGNACIO GIL


Hace poco menos de un año que José Luis Gómez (Huelva, 1940) entró en la RAE consciente de ser el primer hombre de su oficio, director yactor de teatro, en ingresar en tan magna institución. Desde ese primer día, con su discurso, intentó transmitir la emoción por el arte de la representación escénica de nuestro idioma. Y continuó con la organización del ciclo «Cómicos de la lengua», donde académicos y actores compartían la tarea de la lectura y análisis de textos medulares de nuestra literatura. Hoy comienza, con el «Cantar del Mío Cid» en elteatro de La Abadía y con su propia participación, la segunda edición de esta iniciativa que durará hasta el 23 de marzo

–Si hay una segunda temporada, se supone que la primera fue satisfactoria.

–Fue tal el éxito que se hicieron unos abonos para la Academia, el Centro Dramático Nacional, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, el teatro Español y el teatro de La Abadía, y a una semana estaban todos vendidos. Igual ha ocurrido ahora, reduciendo el sitio de exposición solo a La Abadía y a la Academia. Parece que era necesario.

–¿Cuál es su objetivo principal?

–Hacer accesible a un público mayoritario y a través de la oralidad, el devenir de la lengua española desde sus orígenes en el Mío Cid, que es el primer documento escrito de la lengua española, hasta Valle-Inclán, con quien la lengua alcanza, hasta el momento, su máxima complejidad y riqueza. Son lecturas muy trabajadas. Como decían algunos grandes maestros del teatro, hablar para que el público vea. Eso que parece a primera vista obvio y sencillo, es complejo y requiere una cierta maestría. Por eso contacté con algunos de los mejores actores que tenemos en el país –en esta ocasión estarán, entre otros, Julia y Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Beatriz Argüello–.

–¿Se ha visto obligado a buscar patrocinio para ponerlo en marcha?

–Hoy se necesitan patrocinios para actividades culturales complejas como esta, y bienvenidos sean. Las empresas se implican demasiado poco en acciones culturales, y curiosamente, en este caso, es una multinacional. Hubiera sido estupendo que participara alguna empresa española.

–Resulta curioso que una editorial francesa, Gallimard, esté rescatando a los clásicos españoles mientras que parece que las de aquí van detrás de los bestsellers anglosajones.

–El problema es que no somos conscientes del patrimonio de la lengua. En absoluto. La acción de los gobiernos es muy magra en términos de acción cultural en torno a la lengua. Pongo el ejemplo del teatro, que es donde se emite la lengua en su mejor sonido y en su mejor sentido. Sin embargo, el apoyo de las instituciones al teatro, véase el 21 por ciento de IVA, es, digamos, que sorprendente, por no decir escandaloso. Esto es una falta muy seria que tenemos en España, y así estamos perdiendo algunos trenes, espero que no definitivos.

–¿Por ejemplo?

–Por ejemplo, que España no es una potencia cultural, sino que lo es la lengua española a través de Latinoamérica; eso es clarísimo. El producto cultural tiene en Latinoamérica un dinamismo creativo y literario que en este momento no tiene España. También en el campo de las artes escénicas. Aquí hay una cantidad de talento increíble, pero falto de apoyo. Y el panorama de las ciudades españolas que son portadoras de una gran memoria histórica, si se examina laprogramación de los teatros, deja mucho que desear. La mayoría son obras de consumo, no responden al patrón de ofrecer lo mejor de la cultura europea y española, sino muchísimo entretenimiento, al nivel más digestivo. Esa es la realidad, pero bueno, tenemos que lidiar con ella y trabajar para mejorarla.

–Hay quien afirma que esa falta de apoyo responde al hecho de que el mundo de los artistas siempre es crítico con el poder.

–Eso es una inmensa ceguera. En Alemania, país que todos envidiamos, hay 150 o 180 teatros mantenidos por las ciudades, los estados y el gobierno central, con elencos fijos contratados todo el año, y con un repertorio donde se exhibe lo mejor de la escritura dramática europea y universal. Eso es darle un servicio al ciudadano y no dar obras de entretenimiento. El mundo del arte o del pensamiento siempre ha sido crítico con el poder, y bueno, en algún momento los «teatreros» han sido muy valientes, por la guerra de Irak y todo eso, y seguramente esto ha despertado la incomodidad del poder político.

–¿El fomento de nuestra lengua y la cultura común podría ser una buena argamasa para forjar un sentimiento de unión entre Comunidades Autónomas?

–Voy a citar un dato. En Alemania, país que conozco bien porque estudié ahí y tengo todavía vínculos intensos, en plena guerra fría, el canciller de entonces, Willy Brandt, empieza con su política de apaciguamiento frente a la República Democrática. Eso conllevaba darles subvenciones a fin de facilitar el tránsito y la comunicación entre personas y familias. Así empezó la reunificación de dos estados de distinto signo político e ideologías, pero con la misma lengua y cultura. El cuidado del patrimonio mayor que tenemos, que es la lengua, se manifiesta a través de múltiples y cuidadosas acciones. La cultura teatral es la que lleva la lengua día a día a los escenarios, y la lengua mejor hablada, con el mejor sonido y el mejor sentido. Estoy hablando de eso, de que estamos perdiendo trenes. No nos sentimos nosotros tan orgullosos de nuestro idioma como los ingleses de la suya. La Real Academia ha sufrido unos recortes en su mantenimiento tremendos, y bueno, creo que es una situación que debe llamar la atención. Soy una persona sosegada, no lo digo de una manera beligerante, pero sí me preocupa.

–Darío Villanueva acaba de tomar posesión del cargo como director de la RAE. ¿Qué le espera en esta etapa tan complicada?

–Es un filólogo eminente, y además un hombre extraordinariamente conciliador, y extraordinariamente eficaz en la labor de gestión. Creo que está sobrado para lidiar con los desafíos que tiene la Academia por delante, que no son pocos. Pero ya están puestos los primeros pasos en ese sentido. Él es muy consciente y tiene el apoyo, como bien se sabe, del pleno de la Academia. Su elección lo ha demostrado.

–¿Cuáles son esos desafíos?

–El principal es consolidar una gestión económica acorde con las necesidades de una institución que es vital para la cultura española. Vital, central. No hay otra institución de mayor importancia en torno a la lengua española, que a su vez es nuestro mayor patrimonio.

–Pérez-Reverte se quejaba de la desaparición del Quijote en la aulas. ¿Cómo es la presencia de nuestros clásicos en la sociedad española?

–Muy exigua. A través de los clásicos se conoce la riqueza de la lengua, su evolución, y la supresión y reducción de los estudios de humanidades es un golpe de gracia a todo este asunto.

–Hablando del poder de la palabra, hoy en la televisión tienen gran éxito los programas de debates, de gente que habla. ¿Cómo cree que está el nivel de esos tertulianos?

–Cada uno es deudor de una cierta máscara que se va forjando a lo largo de la vida. No tengo intención de emitir juicios sobre nadie. Hay algunos programas que son ciertamente de gran interés, y otros que son simple cotilleo político.

–En esos debates, parece que Podemos es capaz de hacer llegar bastante bien su mensaje a la gente.

–Han conseguido manejar los medios de comunicación de una manera excelente, y evidentemente tienen una intención entre revolucionaria y reformista muy intensa, respetable. Hay una correspondencia directa entre la situación actual, el hartazgo de los ciudadanos y la aceptación de Podemos. La gente está insatisfecha, harta, y se puede entender.

–Sabemos más o menos cuáles son sus planteamientos políticos, ¿pero a nivel cultural?

–Hasta ahora Podemos no ha hecho ningún pronunciamiento a nivel cultural, lo que es bastante preocupante.

–¿El poder de la palabra provoca situaciones como el reciente atentado de París?

–La palabra es un instrumento muy poderoso. La evolución decisiva del hombre empieza cuando, como decía bien Homero, emite aire semántico a través del círculo de los dientes. Ahí empieza la evolución. El lenguaje como estructura es poderosísimo. Las derivaciones como estructura y las aplicaciones en el mundo social y político son infinitas.

–¿El miedo puede poner en peligro la libertad de expresión?

–Y tanto que sí.

Veinte años de La Abadía

–Se celebran veinte años desde que usted fundó y dirige el Teatro de La Abadía. ¿Qué balance hace de este tiempo?
–Cuando lo fundé sabía perfectamente que me tenía que dedicar de lleno a ello, renunciando a actuar y a dirigir en otros teatros. Pero me movió algo que me sigue moviendo, y es hacer una aportación al teatro de mi país más allá de mis capacidades como intérprete y director. Mirando hacia atrás creo que fue de las mejores inversiones que he hecho en mi vida. No esperaba ni pretendía que La Abadía se convirtiera en un teatro de referencia, pero lo que nos devuelve la sociedad es que sí lo es.
–¿Objetivos para el futuro?
–Consolidar La Abadía y dejarla en buenas manos para que conserve el sentido fundacional: un lugar donde la formación permanente es central, orientado a los teatros de arte del principio del siglo XX europeos y a los intentos de algunos reformadores españoles que se truncaron con la Guerra Civil.
–¿Tiene previsto abandonarla, entonces?
–No, no, de momento no. Pero el curso del tiempo es indomable, y hay que hacer las previsiones correctas para que todo llegue a buen fin antes de que el fin esté cerca.

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