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segunda-feira, 17 de novembro de 2014

EL ORIGEN DE LAS FRASES POPULARES


SECRETA BUENOS AIRES
Fuente: Clarín Buenos Aires 17/11/2014

Se repiten entre los porteños de manera casi automática. Pero en general, la gente desconoce dónde y cómo surgieron.






Zapatero a tus zapatos. Surgió en la Edad Antigua, cuando un zapatero opinó sobre un cuadro y el autor de la obra de arte le contestó que se limitara a su oficio.


 Son tan clásicas que uno suele repetirlas con tanta naturalidad que, muchas veces, se aplican como si fueran el programa automático de un moderno lavarropas. Es verdad: uno sabe qué significan y qué se quiere representar al decirlas. Pero, por lo general, se desconoce su origen. Así comenzaba el texto que, en esta misma sección, se publicó el lunes 7 de abril. Se aludía a esas frases populares que andan de boca en boca y que son parte del habla de la Ciudad. Como esa vez muchas quedaron afuera, aquí va una segunda edición de frases que decimos sin saber de dónde vienen.

“Como bola sin manija”. Significa andar desorientado o perdido. Su origen está en las boleadoras que usaban los nativos para cazar. Eran dos piedras cubiertas con cuero y una tercera, más pequeña, que se utilizaba como “manija” para mejorar su lanzamiento. Todas estaban unidas a tiras de cuero trenzado. Dicen que sin esa pequeña agarradera, su uso se hacía más dificultoso.

“Está buscando a su media naranja”. Alude al encuentro de la pareja ideal, sea un hombre o una mujer. Cuentan que la expresión surgió basada en el mito, citado por Platón, de la aparición de los dos sexos humanos. Según esa teoría, las personas eran asexuadas y, en un mismo cuerpo y en perfecta armonía, convivían lo femenino y lo masculino. Pero al parecer, un día esos seres desobedecieron las órdenes de los dioses y éstos lo castigaron: los separaron en dos, como si se tratara de una naranja, y los obligaron a continuar su vida buscando a la otra mitad para recuperar aquella felicidad perdida.

“Merde, mucha merde”. Es un clásico de los artistas para los días de estreno. Jamás hay que decir “suerte”. Sostienen que esa palabra produce el efecto contrario. O sea: genera mala suerte. Lo de “mucha merde” surgió porque la gente iba al teatro con carruajes tirados por caballos. Y que en la calle hubiera mucha bosta de los animales estacionados frente a la sala, significaba que había ido mucho público y que la obra era un éxito.

“Estoy en la palmera”. Es una típica expresión porteña y tiene relación con el estar viviendo una situación complicada, en especial en lo que respecta al dinero. Los conocedores afirman que todo empezó porque existía un garito clandestino que, en los fondos del terreno, tenía una gran palmera. Y cuentan que aquellos que quedaban “secos” durante las partidas del juego, solían sentarse debajo de aquella planta para reflexionar sobre su escasa suerte. La expresión “en la palmera” se popularizó tanto que hasta fue el título de una ranchera compuesta por Francisco Lomuto. Aquella canción constituyó un éxito impuesto por la gran Ada Falcón.

“Zapatero a tus zapatos”. Cuentan que es tan antigua como la misma Grecia. Y que el origen hay que buscarlo en una expresión de Apeles, uno de los pintores más célebres y queridos de la Edad Antigua. La historia afirma que el hombre había expuesto una obra suya que mostraba a un personaje importante de la ciudad. Y dicen que por allí pasó un zapatero y, al verla, hizo una crítica sobre la forma del calzado de la figura representada. Apeles admitió la falla en el dibujo, la corrigió y volvió a exponerla. Pero entonces, el zapatero volvió a verla y amplió sus críticas a otras cuestiones de la obra. Fue ahí cuando el artista dijo algo así como “el zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias”. Eso fue interpretado como la ahora famosa frase. La corrección era válida para los zapatos, la especialidad del artesano. De lo demás el zapatero no conocía mucho.

Como se ve, las frases cotidianas abundan. Y las explicaciones sobre su procedencia también. Por eso es que no se agotan con esta nueva y pequeña lista. Sin ir más lejos, está aquella de quienes viven “disfrutando la fresca viruta”. ¿Tendrá relación con el producto surgido en las carpinterías? Y, de ser así, ¿qué tiene de fresca? Los conocedores, en cambio, la asocian con los antiguos vendedores de hielo. Pero esa es otra historia.

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