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quinta-feira, 28 de agosto de 2014

LA LENGUA VIVA



Las diez plagas de Egipto

 en Libertad Digital - España


No quedó claro si las plagas de Egipto eran siete o más bien diez. Avancé siete plagas del estilo en la escritura del español, pero me quedaron tres, y aún habrá más. Las expongo sucintamente, por si pudiera servir de aviso para escritores y lectores.

8. La plaga de los demostrativos (este, ese, aquel, etc.) nos cerca por todas partes. Claro que son útiles para no tener que repetir nombres, pero muchas veces despistan. La diferencia entre ellos depende de la posición del observador o del que emite la información. Es evidente que por ahí se llega a continuas indeterminaciones. El más peligroso ─una especie de ébola gramatical─ es el pronombre aquel. Debe huirse de él. Cabe solo apelar a esa indeterminación cuando se desee transmitir un sentido de soledad y nostalgia. Recuérdense los famosos versos de Bécquer sobre las golondrinas: Pero aquellas que el vuelo refrenaban/ tu hermosura y mi dicha al contemplar,/ aquellas que aprendieron nuestros nombres…/ esas… ¡no volverán! Por cierto, ningún pronombre demostrativo lleva ya tilde. Me parece maravillosa la expresión tener su aquel, pero aquí no es demostrativo sino sustantivo. Equivale a encantoángelespíritu.
9. Está la cuestión del leísmo. No afectaba mucho cuando se reducía en España a una franja geográfica a ambos lados de la carretera o el ferrocarril de Madrid a Irún. Pero ahora se ha generalizado, por influencia, quizá, de los modos iberoamericanos. No tiene mayor importancia. Acabaremos todos siendo leístas: la preferencia por le en lugar de la o lo como complemento directo de cosas o personas. Digamos que se trata de una plaga benigna, algo así como una gripe común.
10. La plaga más general es el natural barroquismo de la tradición española en tantos aspectos de la vida. Llega a ser estragante cuando se abusa de tal recurso. Me he acostumbrado a no soportar frases de más de 30 palabras, aunque las hay de más de ciento. Una concesión barroca que me encanta es la sucesión de tres adjetivos, nombres o verbos, siempre que se precise la triada. Por ejemplo: "Bueno, bonito y barato". No debe abusarse de un recurso, en principio tan elegante.
Un virus reciente es el del verbo poder por influencia norteamericana. No sé si los gramáticos lo consideran un verbo auxiliar, pero así me lo parece en numerosas ocasiones. En sí mismo no dice mucho, a no ser que le añadamos la acción principal. Podemos hacer el inri o podemos ser más imaginativos. Si no le agregamos la acción principal, el verbopoder adquiere una connotación de fuerza, mando, voluntad, autoridad, presión, dominación, imposición, victoria. Es evidente la conexión de esas voces con los frentes o movimientos fascistas de toda laya, en definitiva, con ansias totalitarias. Recordemos el viejo juego infantil a ver quién puede más. Nótese que el dichoso verbo poder no admite la construcción pasiva. En inglés resulta todavía más defectivo. Se conjuga en presente (I can, we can), pero no admite el futuro. En tal caso hay que recurrir a una perífrasis: I will be able (= seré capaz).

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