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quinta-feira, 7 de agosto de 2014

EL CONDE DE LAUTRÉAMONT






Traducción definitiva del misterio de Latréamont 50 años después




La "traducción definitiva al español" que el poeta y ensayista Aldo Pellegrini realizó de las obras completas del Conde de Lautréamont -los cantos malditos de Maldoror, un puñado de versos y cartas que nutrieron al dadaísmo y el surrealismo- se reedita a 50 años de su primera publicación.


Sazonado con ilustraciones de Man Ray, Max Ernst, René Magritte, André Masson y Joan Miró entre otros; y con la única fotografía de Lautréamont de la que se tiene noticia, el libro editado por Argonauta reproduce la traducción que Pellegrini (1903-1973) publicó por primera vez en 1964 en Argentina.

El delicado arte de tapa de Mario Eskenazi enmarca un trabajo minucioso y exhaustivo sobre los textos originales y a veces divergentes escritos en francés, a cargo del crítico de arte rosarino, fundador del primer grupo surrealista en Sudamérica y colega del psicoanalista Enrique Pichón Riviere, en iniciativas editoriales como la de la revista artístico literaria Ciclo.

Inspiración, vena y fantasía de los malditos de los años 20, 

del Conde de Lautréamont -el enigmático Isidore Lucein Ducasse nacido en Montevideo en 1846 y muerto en París a los 24 años en forma extraña (lo encuentran sin vida en el cuarto que alquilaba en Montmartre)- sólo se consiguió dar con una fotografía en 1977.

Ni sus primeros seguidores, entre los que se encolumnaba Arthur Rimbaud, ni Pellegrni conocieron su rostro. El gastado fotograma lo muestra de cuerpo entero, peinado prolijamente, ojos grandes, traje y moño de corbatín, lo que ayudó a alimentar el mito y el misterio en torno a estos textos malditos y su creador.

Ducasse nació aleatoriamente en Uruguay. Hijo de un diplomático francés asignado al consulado de Montevideo durante la Guerra Grande que enfrentó a blancos y colorados uruguayos e involucró a Argentina, Francia, Gran Bretaña y el entonces Imperio de Brasil, quedó huérfano sin tener dos años y desde los 12fue pupilo en un liceo francés al otro lado del mar.

No volvió a ver a su padre desde los 21 años; publicó sus primeros cantos, poéticos y anónimos, a los 22; los imprimió completos en Bruselas a los 23 con el seudónimo del Conde de Lautréamont -pero el editor Albert Lacroix se negó a venderlos por escandalosos (salvo 10 ejemplares que accedió a entregarle)-; y a los 24, poco antes de morir en noviembre de 1870, publicó las poesí­as hoy reeditadas por Argonauta.

La guerra y orfandad de sus niñez habrían influenciado su carácter, en tanto que la anonimia y el seudónimo, la escasa tirada de una y la escasí­sima de la otra, más la falta de datos biográficos y, durante mucho tiempo, hasta de un retrato del autor, hizo de Lautréamont un misterio.

Así, el novelista francés León Bloy (1846-1917) se refirió a un "libro monstruoso", que describe como "lava lí­quida", "insensato", "negro" y "devorador" cuyo autor murió una celda de locos furiosos, mostrando el poder de esa prosa para el surgimiento del surrealismo y la literatura moderna.

Una literatura donde, en palabras de Lautréamont, "la risa, el mal, el orgullo, la locura, aparecerán por turno, entremezcladas con la sensibilidad y el amor por la justicia y servirán de ejemplo a la estupefacción humana".

De hecho, su nacimiento durante el sitio a Montevideo de las tropas de Rosas y su muerte en una Parí­s sitiada por las tropas del Reino de Prusia, establecieron una doble circunstancia altamente sugestiva que movilizó las interpretaciones psicoanalíticas de Pichón Riviere, publicadas post mortem también por Argonauta, en "Psicoanálisis del Conde de Lautreamont".

El "mal d`audore" francés, mal del alba o la aurora en castellano, los "rebeldes a la luz" del Libro de Job para quienes "el alba es la sombra", no tienen espacio en los textos de Ducasse a vistas de Mario Pellegrini, hijo del traductor y responsable en gran parte del nuevo lanzamiento.

"¿Por qué traducir los nombres, reales o ficticios? Fue una mala costumbre de los editores españoles de la primera mitad del siglo XX, como si el traductor desempeñara el rol de funcionario del registro civil", dice a Télam.

"Maldoror no está traducido porque en el original francés es precisamente Maldoror, por supuesto que en francés ese nombre puede tener resonancias significantes, pero traducción de ninguna manera significa explicación", sentencia.

Lo cual Mario Pellegrini explicó así: "Gran parte de las palabras de un idioma no tienen un equivalente absolutamente preciso en otro y, si lo tienen, puede carecer de las cualidades que le confieren un resplandor, una dignidad, un aura", desarrollando "su propio drama en el discurso, paralelo pero no coincidente con el drama del significado".

En efecto, continúa el vástago, ésta "traducción de los cantos de Maldoror fue la primera realizada en forma integral", antes sólo había versiones fragmentadas como la de Julio Gómez de la Serna, "pero aquí subyace, ante todo, el tema esencial de la tarea de un poeta traduciendo a otro poeta", y es en ese sentido que se trata de "una versión definitiva".

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