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quinta-feira, 24 de julho de 2014

LA LENGUA VIVA



La elegancia 


está en 


no seguir la moda


 en Libertad Digital - España

El buen estilo de la escritura consiste también en rebelarse contra algunos usos establecidos o incluso reglamentados. Ahí es donde se revela el carácter del escritor, su independencia y creatividad.
Aunque la RAE nos diga que entre párrafo y párrafo no debe haber espacio, esa norma debía de ser para los tiempos de la imprenta clásica. Ahora son tantos los textos que volcamos en la pantalla azul, que resulta aconsejable el uso contrario. Conviene dejar un espacio entre párrafo y párrafo. Asimismo resulta aconsejable sangrar la primera línea de los párrafos, esto es, empezar el primer renglón un poco más adentro que el resto. Debe cuidarse la longitud del párrafo. Parece razonable que no pase de 30 líneas, que viene a ser una página. Tampoco están bien los párrafos de menos de tres líneas, salvo que se trate de un diálogo. En los diálogos, cada intervención se precede de una raya (─), que no debe confundirse con el guión (-). El texto mejora si las oraciones no contienen más de 30 palabras.
Una muletilla odiosa es "en este sentido". Solo cabe introducirla cuando esté claro que hay varios sentidos en el discurso. En el lenguaje oral suele ser un recurso para ganar tiempo. En la escritura sobra.
Otra letanía de la misma especie es "como no puede ser de otra manera". Casi todas las cosas pueden ser de otra manera, especialmente las que se ven precedidas de esa cautela.
Hay palabras que se ponen de moda, y, por eso mismo, pueden llegar a cansar de tanto repetirlas. Una de ellas es mantra, en el sentido de muletilla, letanía, cantinela, latiguillo: algo que se reitera fatigosamente. Reneguemos del mantra de mantra, un ritual tan ajeno a nuestra cultura.
Ya sabemos que la aliteración (repetición de sonidos en la misma frase) suele ser un vicio del lenguaje. Por ejemplo, "se armó un ruido ensordecedor con los carros y los perros". Pero también puede ser una figura elegante cuando se maneja bien. Recordemos algunas célebres expresiones literarias: "Tres tristes tigres" o "Ya se oyen los claros clarines".
El corrector automático del ordenador no sabe distinguir si una palabra lleva tilde o no, siempre que ambas formas sean posibles. El ejemplo escolar puede servir muy bien: "¿Que cómo como? Como como como. ¿Y que qué como? Como lo que como".

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