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quinta-feira, 10 de julho de 2014

CHISPITAS DE LENGUAJE


Por 



Feminicidio y bullying
Para referirse al acoso, a la violencia o a ambos como un fenómeno en el entorno escolar, inapropiadamente se ha recurrido desde hace varios años en medios oficiales y de comunicación, al anglicismo bullying. En español contamos con múltiples alternativas, como coacción, intimidación, hostigamiento, amenaza, molestia, agresión, acoso y violencia. Incluso, muchas de las voces en español darían el matiz que el ambiguo vocablo inglés no precisa. Echar mano del anglicismo en el uso cotidiano atenta contra el idioma, refleja pereza mental (para ubicar el mejor término), falta de consolidación del idioma materno en nuestra vida cotidiana, desconocimiento de alternativas (sinónimos) o… todas estas razones en conjunto.
Afortunadamente, con buen juicio, los legisladores han evitado recurrir a ese término en la Ley para una Convivencia Libre de Violencia en el Entorno Escolar para el Estado de Guanajuato y sus Municipios. De no haberlo hecho así, pudo suceder lo que al vocablo ‘feminicidio’. Sin estar incluido en el Diccionario Oficial de nuestro idioma, fue enunciado en la ley respectiva. Entonces, toda denuncia sobre un hecho de violencia que encuadrara en las hipótesis contempladas, debía definir el acto como ‘feminicidio’, para quedar debidamente expresado el ilícito. Entonces se dio una contradicción: la ley precisa que debe presentarse en español una denuncia; sin embargo, el idioma no contemplaba ese vocablo. Todos los medios, el ambiente oficial y, particularmente, los procesos debían usar ese concepto porque la ley así lo contemplaba, aunque el Diccionario no. De las contraindicaciones en la norma nadie pareció darse cuenta. 
Entonces, los grupos profeministas latinoamericanos pugnaron ante las autoridades de la Lengua por su inclusión. En 2013, las Academias lo aceptaron. En la 23.a edición del Diccionario de la Real Academia Española, por publicarse en octubre próximo, estará incluida (actualmente no aparece en línea en el adelanto de esa nueva versión del DRAE). Por equidad de género debía entonces acuñarse *’masculinicidio’, pero parece que ese vocablo ni las leyes o el Diccionario lo contendrán en algún momento.
Por ello, festejo que no consideraran como figura jurídica bullying. Ya es suficiente con el conjunto de anglicismos que se escuchan en más de una campaña (tanto públicas como privadas) o a los locutores en cabina, que a las palabras Google y Twitter dan una tonalidad extraña a la fonética en español. 
Como última instancia –como ha sucedido con otras muchas incorporaciones a nuestro idioma– podría castellanizarse el vocablo (sucedió con futbol, membresía, mitin, etcétera). Puede quedar como *bulin. Los idiomas se enriquecen mutuamente, pero sólo deben incorporarse palabras que no cuenten con alternativas… y en este caso, sobran las opciones (aunque, para ser honesto, lo mismo sucedió con el anglicismo ‘implementar’ –de implementation–, que a pesar de tener implantar, iniciar, poner en marcha, institucionalizar, dar inicio, etc.; terminó por incorporarse al español).
Un idioma es tan débil como la incapacidad de sus hablantes por defenderlo. En el mundo desaparecen cientos de idiomas. Muchas veces es debido a que su población nativa lo deja por usar la lengua de grupos económicamente más fuertes. La defensa de nuestro idioma se libra palabra por palabra.


 sorianovalencia@hotmail.com

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