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sábado, 7 de junho de 2014

CARLOS ACOSTA


De profesión, mis ignorancias nº 542

Me reprocha un amigo esta manía que me atosiga y me lleva a señalar, un día y otro, errores ajenos en la escritura, sin pararme a pensar que, lejos de lo que se llama error, lo que me tropiezo es simplemente una inevitable errata, debida, tal vez, a lo que antes se llamaba linotipia y ahora no sé cómo se llama. (Yo, de las maquinitas modernas solo conozco, y no mucho, el ordenador). Lo digo porque en un artículo mío de pasadas semanas se observan fácilmente tres errores, tres, y digo yo que seré el culpable, para no señalar con el dedo a las pobres linotipias, tan inofensivas ellas.
Pero el motivo que alego no es único. Hay otros. Sucede que uno de los redactores del diario Marca ofrece en una crónica bastante reciente unas palabras como estas: "Al entrenador del Español le andó por la cabeza..." . Y, claro, me asusté. Y tuve que preguntarme: ¿ Pero cómo puede un periodista titulado, que escribe en el periódico más leído de España ( lo siento por El País) ignorar que el pretérito indefinido del verbo andar no es yo andé, tú andaste, el andó, sino yo anduve, tú anduviste, el anduvo...? (Me apresuro a pedir perdón por haber escrito yo ahora esto de pretérito indefinido en lugar de pasado simple, como dicen los franceses, de quienes nos hemos copiado por no sé qué motivos).
Vuelvo a lo de "andó por la cabeza" para decir que se trata de un pecado venial cometido por eso que se llamaba antes linotipia, porque no se concibe que, en pleno siglo XXI, cuando tan de moda está esto que se ha dado en llamar memoria histórica, un señor periodista diga andó en lugar de anduvo. No puede haber salido tal engendro de la limpia sesera del periodista de turno.
Me llega ahora a la memoria un pasaje que salió, allá por los años de Maricastaña, de la pluma de un sabio de la categoría de don Gregorio Marañón cuando trataba, con gran amplitud, de un asunto tan conocido, y a la vez tan enojoso como lo fue y lo es el del personaje de don Juan, ese mito español con categoría mundial y que nunca se evapora. Por algo será. Decía entonces el gran sabio: "Sale de sus garitos y aparece en la escena de un teatro en la España del Siglo de Oro de la mano de un fraile mercenario..." . Esto es lo que leí, palabra de honor, en el libro que hablaba del don Juan escrito por el gran médico y escritor. Que haya aparecido allí la voz mercenario no puede ser culpa del gran don Gregorio porque el ilustre médico y escritor sabía perfectamente, como lo sabemos usted y yo, que don Juan es un personaje creado por Tirso de Molina, fraile de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, por lo que se le considera fraile mercedario y no mercenario . La voz mercenario significa algo poco grato; ustedes lo saben tanto como yo. Y aunque hay frailes y frailes, no creo que ninguno merezca eso de mercenario.
Así que, visto lo visto, y sin pretender con ello curarme en salud, habrá que aceptar como bueno -no me queda otro remedio- lo que me reprocha el amigo que se atreve a acusarme de ver gigantes donde solo hay y ha habido siempre simples molinos. Sus razones tendrá para hablar así.
Yo, de todos modos, seguiré erre que erre, preocupándome de los gazapos -de algún modo habrá que llamarlos- que aparecen, un día sí y otro también, en los periódicos de este país, por no contar con las distintas cadenas de televisión, donde hay cada presentador -¡y cada presentadora!- que quitan el hipo. ¡Cuidado que recibe patadas el idioma español con estos señores!
De camino, pueden ustedes hacer lo mismo con mis trabajos.

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