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sexta-feira, 9 de maio de 2014

PESTES DEL LENGUAJE

Julio Ortega. El crítico peruano en su hotel en Recoleta. / MARIA EUGENIA CERUTTI


Contra las literaturas nacionales y las pestes del lenguaje


El peruano Julio Ortega hablará de Borges. Cree que el diálogo define la estética actual.


Julio Ortega no quiere decidir. Si naufragara y tuviera que elegir entre la obra de Cortázar o la Borges, dos autores que frecuentó y leyó críticamente hasta el hartazgo, no sabría con cuál quedarse, lo taparía el agua. “Es la misma biblioteca. No podría elegir. Yo empecé a leer con El Quijote, César Vallejo y en el primer dia de la universidad, el profesor Luis Jaime Cisneros nos leyó la página de la simultaneidad de El Aleph. Pensé que lo leía para mí, no sabía que el español podía hacer tantas cosas. Cortázar es como una intimidad del lenguaje”, dice sentado en la confitería de un hotel de Recoleta.
Precisamente Cortázar y Borges son las razones que trajeron a este notable crítico nacido en Perú en 1942 a Buenos Aires. Hoy, participará de una jornada (paga) sobre el primero en la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes. El sábado presentará dos textos particulares del segundo (Ver En la Feria...) gratis, en la Feria del Libro. Vale la pena escucharlo, porque pocos ensayistas han abierto más puertas en Europa y Estados Unidos para los autores de la región como él. Destaca como reciben sus pares estadounidenses al difunto chileno Roberto Bolaño, al colombiano Juan Gabriel Vásquez o al argentino César Aira. “Tiene un lenguaje que respira como un organismo vivo, y es sorprendente leerlo en inglés, porque tienen una reverberación mayor”, asegura. Más sorprende cuando este profesor –paradójicamente– de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Brown sentencia que “la literatura nacional ha muerto hace tiempo”. No se puede hablar entonces de una literatura por país.
–¿No existe una literatura argentina o española entonces?
–Eso era un invención argentina, creo que de David Viñas (ríe). Hoy se han convertido en espacios de consolación. Nos parece que la literatura es un sistema de referencias para controlar lo que no podemos controlar. Es un mausoleo como la historia literaria francesa, es un monumento que se visita con reverencia y que provee a los ciudadanos de una certeza retórica sobre sí mismos.
–¿Y qué es lo que existe?
–Hoy en día hay una “Literatura Transatlántica” entre los más jóvenes. Ellos escriben con mayor libertad y hacen suya la tradicion literaria de cualquier idioma de acuerdo a sus necesidades. Da lo mismo que se escriba una novela en Buenos Aires o México.
–¿Qué es lo que los caracteriza a sus autores?
–La voluntad de diálogo, que solamente un operativo de comunicación sino que significa la creación de un espacio alterno –facilitado por el uso común del lenguaje– donde acontecen las obras. Un español sin vocación estricta se puede alimentar de regionalismos, de jergas y fluir dentro del texto sin la idea tradicional de fronteras.
–¿Y qué es lo que no le gusta de este momento?
–Que ese lenguaje nuevo de la literatura refuta el lenguaje traumático que domina a la lengua coloquial. Esta última debería llevar la temperatura del habla cotidiano y está hecha de lugares comunes, prejuicios y violencia. En todas partes hoy en día vivimos más intensamente que nunca. Los estereotipos, el machismo, la discriminación de clases, el estigma de la pobreza son reales porque funcionan como mecanismos de negación del otro, pero son pestes del lenguaje. En el español más que en ninguna otra lengua estas pestes del lenguaje han tomado el habla, ha impregnado lo cotidiano.

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