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sábado, 17 de maio de 2014

LENGUAS





"Nuestra" idioma
Brecha Digital / No puedo imaginar mayor soledad. Había un idioma que llegó a ser hablado por una única persona, una mujer. El idioma es, o era, el bikya. Los antropólogos nos dicen que se trata(ba) de una lengua de la rama idiomática Níger-Congo. Hace años que sé de esta historia y no puedo dejar de pensar en esa mujer cuando se murieron las otras tres personas que lo hablaban, y que fueron filmadas por el lingüista David Dalby hablando bikya como su idioma natal para que no se perdiera la lengua. Ella tenía 87 años entonces, hace una década; lamento no conocer su nombre. Tal vez todavía viva y hable consigo misma, esperando realmente hablar con Dios un día. Ella vivía o vive en el pueblo de Furubana, en la región noroeste de Camerún, cuna de los bantúes, y le tocó la decadencia de ese pueblo otrora fuerte y dinámico. En el siglo ii a C se dispersaron desde la costa atlántica africana hacia el este y el sur del continente, durante un milenio de expansión en la que llevaron civilización con su cultura de metalurgia en hierro y el cultivo de nuevas especies. Luego vino el colonialismo con sus males. La penetración alemana que comenzó en la región en 1884 se apropió de las tierras más fértiles y fue el comienzo del fin para muchas cosas en Camerún. Al fin de la Gran Guerra, en 1918, Inglaterra y Francia invadieron el territorio, y luego de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, comenzó el movimiento anticolonial. Hoy son 15 millones de personas que viven de cereales importados y tienen un pbi per cápita de 610 dólares. El hombre blanco es perfectamente capaz de todos los extremos de la crueldad, pero cuando se le facilitan armas del siglo xx occidental a gente que está lejos de haberse desarrollado como una sociedad industrial, se le está dando un ak 47 a un niño. Que no nos asombre el secuestro de niñas en Nigeria por un ser primitivo, brutal y delirante que invoca el mandato de una religión que apenas conoce. La señora bantú, ¿está tan lejos de nosotros? Pienso en Vaimaca Pirú en París y comprendo ahora que a la diversidad biológica como castigo se le añadía la diversidad cultural como castigo, cuando ambas son necesarias para la vida misma. Para los uruguayos esto no es un problema. Excepto por la forma de hablar exclusiva de nuestro presidente y sus más fieles, que se postula como dialecto del pobrismo, Uruguay registra el imperio de una única lengua, el castellano, y de otra en desarrollo, el lenguaje por señas. Pero en las Américas hay varios idiomas más y no sólo español, inglés y francés, sino que son 1.060 lenguas, nos informa Ethnologue, que se propone hacer biblias en todos los idiomas vivos. Para que una lengua esté viva, al menos una persona debe hablarla como su lengua natal, nos enseña Ethnologue. De esos 1.060 idiomas en las Américas, hay 40 institucionales, 230 en desarrollo, 146 en la categoría de vigorosos, 309 con problemas de supervivencia, y muriendo 335. Por ejemplo, el lipán apache es hoy hablado por dos personas, y el totoro, en Colombia, por cuatro. En cuanto a nuestros vecinos, Argentina tiene 21 idiomas, de los cuales diez están en problemas y cuatro muriendo; Brasil tiene 237, de los cuales 22 ya son extintos y 99 están muriendo. O sea que la soledad de la señora bantú se reproduce como un eco por todo el mundo, y no creo que eso atempere soledad alguna. El idioma natal es capaz de la reproducción precisa de nuestras ideas; de expresar con exactitud el pensamiento que sólo puede ser difuso hasta que se plasme, aunque más no sea en la retórica. Si la filosofía es en definitiva la disciplina de las definiciones, estamos ante el genocidio de la precisión y su reconversión hacia los idiomas más hablados. En Uruguay nos sentimos muy cómodos con el español, la lengua de nuestros colonizadores castellanos, pero nos perdemos de tener la capacidad cultural de un centroeuropeo, que es habitual que hable dos y tres idiomas, con la pluralidad de horizontes que eso implica; como se sabe, la cultura es en definitiva el diálogo de una persona con su horizonte. Y si la diversidad idiomática es riqueza cultural, Nueva Guinea y Papúa es muy rica porque tiene 837 idiomas vivos. Los uruguayos, en cambio, tenemos dificultades para entender otras culturas, como puede dar testimonio nuestra emigración política de hace 30 años y la económica reciente. En cambio, al perder un idioma se pierde esencialmente una herencia cultural, la forma de expresar una relación en el seno de su familia, entre los iguales, y con la naturaleza. También su sentido del humor, que es referirse a su inteligencia, su amor y su vida de una manera peculiar, específicamente suya pero capaz de tener lazos de entendimiento con otras comunidades. Con la muerte del idioma esos lazos de igualdad se rompen, y quien es sojuzgado por el idioma del otro estará en inferioridad de condiciones. El idioma más hablado es, claro, el chino, en sus 14 variantes, por 1.197 millones de personas. Le sigue el español con 414 millones de personas en 31 países, y recién después viene el inglés, hablado en el triple de países, 99, pero por nada más que 331 millones de personas. Las cifras son elocuentes sobre la concepción antropológica de cultura que rige a los idiomas, tan alejada de lo económico. Y demás está decirlo, sobre la fortaleza de la lengua cervantina, capaz de doblegar al inglés e introducirse como segunda lengua en Estados Unidos, que se formó como licuadora de culturas. En definitiva, el lenguaje traza un mapa que no se corresponde con la geografía. Se sabe que hoy hay 7.105 lenguas vivas en el mundo; por si se es afecto a las paradojas se consigna que el 6 por ciento de esos idiomas es hablado por el 94 por ciento de la población, y un 6 por ciento de la población habla el restante 94 por ciento de los idiomas. De las 7.105 lenguas vivas, 3.570 desarrollaron algún tipo de sistema escrito; se sabe que, de las restantes, es seguro que 696 lenguas no se reflejan por escrito, y del resto no se tiene información. Para fin de este siglo, 90 por ciento de los idiomas del mundo habrán cesado de existir, pronostica Ethnologue. Las 136 familias lingüísticas registran, desde 1950, 381 lenguas muertas, y Ethnologue afirma que hay 473 idiomas en peligro de extinción. Es lógico, pues hoy 424 idiomas son hablados por 72.549 personas. El sentido común indica que es la globalización la gran culpable, pero si así fuera queda por resolver la cuestión de la fuerza del idioma español, que hace rato perdió el casco de conquistador. En verdad, se está ante un problema cultural que no parece haberse tenido debidamente en cuenta hasta ahora

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