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terça-feira, 6 de maio de 2014

A CONTRACORIENTE




Por  Enrique  Arias  Vega

Dicen que el castellano es uno de los idiomas más ricos en insultos, tacos y demás palabras malsonantes. No sé si será verdad; lo cierto es que muchos hablantes de otras lenguas cuando necesitan desahogarse sueltan reniegos en español. No conocerán, probablemente, otras palabras de nuestro idioma, pero los improperios, ternos y denuestos seguro que sí. Eso es lo que ha debido suponer Miriam González, esposa del viceprimer ministro británico, Nick Clegg. Al intervenir tras un discurso de su marido, ha dicho en inglés que los hombres que respetan a sus mujeres son los que tienen más testículos: “The ones with most cojones”, sin necesidad de traducir este último vocablo español. Aparte del efecto contundente que querría causar -y que de hecho ha conseguido-, es probable que nuestra compatriota desconozca otros sinónimos menos explícitos pero igual de expresivos sobre la valentía masculina. Y es posible, también, que sepa en cambio varias palabras inglesas menos zafias para comunicar la misma idea. Lo que sucede es que se están perdiendo las formas, y también la riqueza léxica, entre nuestras generaciones más jóvenes. Sobre todo entre las mujeres.
Ya no es sólo que hablen como carreteros los participantes en Hombres, mujeres y viceversa y otros engendros televisivos, sino que la propia vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dice en plena sede de la soberanía nacional que “en mi puta vida he recibido un sobre”.
La buena mujer probablemente pueda presumir de honradez, cosa que ignoro, pero no puede jactarse en cambio de buena educación ni de respeto a unos oyentes que, como acabemos hablando como ella y sus congéneres, convertiremos nuestra conversación en un lodazal lingüístico y terminológico.

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