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terça-feira, 1 de abril de 2014

Cuidar la lengua

  
JOSE IGNACIO SILVA (LAS ÚLTIMAS NOTICIAS -WWW.LUN.COM-)

Este no es ciento por ciento un libro de consulta, sino más bien un anecdotario que intenta dar cuenta de la versatilidad de la lengua española.


Compendio azarosoLa fobia que le tiene una persona a la celebración de Halloween se denomina chamainofobia; la aversión al viernes 13 se llama parascevedecatriafobia. En Cuba se cuentan 46 formas reconocidas para llamar al pene. Está bien decir «actora»–por espantoso que suene–, siempre que se refiera a una mujer que participa en un hecho y no a una integrante de un reparto de una obra dramática. También se puede decir «obispa», pero no en el ámbito católico, desde luego. Los porteños no son bonaerenses y los bonaerenses no son porteños. La palabra «reconocer» se lee igual al derecho y al revés. «Oía» es una palabra de tres vocales y de tres sílabas. A un originario de Nuevo Hampshire se le dice neohampshireño, a uno de Nueva Jersey neojerseíta. La pedofilia no es delito –desde un punto de vista idiomático–, pero la pederastia sí.
Esas y muchas otras curiosidades léxicas es posible encontrar en este Compendio… , libro que existe desde hace un par de años en España y que ahora ha llegado a Chile. La obra se nutre del trabajo de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA), institución hispana nacida de la labor combinada de una agencia de noticias, la RAE y un banco, y que se ha posicionado como un referente cada vez más válido para dirimir incógnitas del idioma castellano. El trabajo de la Fundéu se distingue por emplear internet y la prensa (de ahí la urgencia, se entiende) como fuentes principales para recoger deslices e impulsar el correcto uso del idioma sobre todo en los medios de comunicación, una de las plazas más vilipendiadas en cuestiones de lengua, y además divulgar la corrección idiomática a través de plataformas como las redes sociales.
Tal como lo sugiere el título, este libro carece de los criterios de ordenación de un diccionario, así como de severidad académica. En ese sentido, no es ciento por ciento un libro de consulta, sino más bien un anecdotario que intenta dar cuenta de la versatilidad de la lengua, explicando por ejemplo algunos términos recién acuñados, que aún no llegan al diccionario, como «mileurista», «bloguero» y «copago», amén de hacerse cargo de dudas recurrentes como el uso de mayúsculas, comas, puntos o tildes, lo que se condimenta con píldoras «simpáticas», como «Tomás García pidió públicamente perdón, después muchísimo más íntimamente», una oración con todas sus palabras tildadas, o «aristocráticos», una palabra con todas sus letras repetidas.
Eso sí, se nota la distancia entre España y Chile, en especial en la parcela futbolera correspondiente a estos pagos: según el libro, los hinchas de Colo Colo se llaman caciques y los de Unión Española se denominarían pepes. También hay expresiones que difícilmente peguen en el habla cotidiana, por muy correctas que sean. ¿Se le podrá pedir al ciudadano de a pie que diga «programa de telerrealidad» en vez de reality o «zum» en vez de zoom? O bien, ¿cómo pedirle a nuestro empresariado siútico que diga «director de cuentas» en vez de account manager?
Esperanzas aparte, el libro también entretiene por su porción ilustrada, que logra explicar, por ejemplo, cómo se forman las palabras nuevas en nuestro idioma. Al cierre, otra píldora, dedicada a los que chaquetean al Diccionario de la RAE por añejo: este ya define el matrimonio tanto como una unión entre personas de distinto sexo como del mismo. ¿Y Chile? Bien, gracias.
Compendio ilustrado y azaroso de todo lo que siempre quiso saber sobre la lengua castellana
Fundación del Español Urgente
Debate, 2012, 181 páginas.

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