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segunda-feira, 3 de março de 2014

Con precisión y humor, se escribe mucho mejor


Por Graciela Melgarejo | LA NACION - Buenos Aires
Twitter: @gramelgar | Mail: lineadirecta@lanacion.com.ar |


El humor sigue siendo nuestro mayor consuelo ante muchas situaciones de la vida. Eso lo saben muy bien los lectores de esta columna. Por ejemplo, el doctor Ariel Sánchez, que escribe un correo electrónico desde Rosario.


"Coincido con lo expresado por Beatriz Sarlo en la columna del 17/2. Los ejemplos de errores en los avisos publicitarios son muchos -observa Sánchez-. Algunos resultan graciosos: en uno del restaurante del hotel Llao-Llao de Bariloche (¡nada menos!) prometían, como guarnición de un plato de carne, «brotes alineados». Fue cómico imaginar los brotes de soja (o de lo que fuera) puestos en línea, uno al lado del otro, como una guardia de honor militar, fusil al hombro, listos para disparar una salva de homenaje. Seguramente quisieron decir «aliñados», pero? ¡les salió el tiro por la culata!"

Al humor y a la memoria recurre también el lector Guillermo Bellotti. El 19/2, escribe: "En un artículo publicado en el diario la semana pasada, se decía que Hebe de Bonafini había decidido poner, al fin, «blanco sobre negro» alguna de sus declaraciones. Leyendo Recuerdos literarios , de Martín García Merou (1862-1905), intelectual de la generación del 90, que trabajó como corrector en la nacion a los 15 años y luego como columnista, rescato una cita de, creo, Théophile Gautier, sobre « mettre du noir sur du blanc », para describir la pasión irrefrenable de escribir, y de «poner negro sobre blanco», al hacerlo, es decir, tinta sobre papel".

La cita en francés suele atribuírsele a Stéphane Mallarmé, pero ejemplifica bien el orden de las acciones, en este caso. Trae otros aportes el mail del lector Bellotti, muy apropiados para Línea directa: "Sirva como apostilla agregar el cálido recuerdo de García Merou sobre aquella época feliz en que la nacion le ofreció entrada a la literatura «por la trastienda, encorvado en el oficio manual», corrigiendo pruebas en compañía de sus primeros compañeros, el chispeante poeta Casimiro Prieto y el simpático periodista Benigno Lugones. Y también, por fin, el general Mitre, quien con su marcha pausada y tranquila, ocupaba a veces un sitio en la mesa de correctores dejando en esas pruebas «la marca de fábrica del maestro», utilizando un lápiz de dos colores". Para completar esta verdadera semblanza del escritor y periodista García Merou, Bellotti repara en que también fue a los 18 años secretario de Miguel Cané, embajador más tarde en Colombia y Venezuela, y que dejó abundante "negro sobre blanco" en libros y diarios.

Alguna reflexión puede sacarse de estas generosas contribuciones a la columna de los lectores Sánchez y Bellotti: la precisión y el humor (y el sentido común, por qué no) son elementos infaltables cuando se trata de poner "negro sobre blanco" (locución adverbial que significa "por escrito o impreso en papel", define RAE) lo que se quiere expresar.

En cuanto al hipotético blanco sobre negro que tan a menudo se lee ahora, o se está hablando de las viejas fotocopias de las partidas de nacimiento, que eran sí "blanco sobre negro", casi ilegibles, o, en realidad, es un ejemplo más de esta particular etapa del idioma en el que hasta las frases hechas se destruyen o se distorsionan.

© LA NACION

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