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quarta-feira, 26 de fevereiro de 2014

“Nada es permanente, excepto el cambio”







Los préstamos lingüísticos son palabras que se toman de otro idioma. La historia de la lengua refleja que este elemento les da vida a las hablas, les permite crecer y enriquecerse.
Por Agustina Boldrini0



Madrid, 1713. Un grupo de estudiosos de la lengua conforma la Real Academia Española. Con los ojos puestos en Francia, se refugió en el modelo de la Academia Francesa, fundada en 1635, para dar sus primeros pasos.
En 1715 estableció su lema: “Limpia, fija y da esplendor”.


Resultan curiosas estas palabras para definir la tarea de una institución que decidió abocarse a velar por una lengua que difícilmente podría sentarse en reglas fijas, dado que su historia es de movilidad permanente.

Península Ibérica, siglo III antes de Cristo. El avance del Imperio Romano impone el latín en el territorio. El peso de las circunstancias fue suficiente para que la lengua latina corriera como reguero de pólvora. La desaparición de los dialectos peninsulares no fue repentina, pero la necesidad de moverse en un mundo regido por la cultura romana llevó a que hiciera falta emplear el latín en los ámbitos administrativos, educativos y de derecho.

A su vez, los romanos habían tomado de los griegos nombres de conceptos y actividades ligados al espíritu (filosofía) y términos de la danza y los deportes (atleta).

Península Ibérica, período comprendido entre los años 409 y 711.
Invasión germánica. El latín tomó expresiones de los germanos, sobre todo aquellas que tenían relación con el vocabulario militar. Por ejemplo, el término latino “ bellum ” fue sustituido por “ werra ”, de donde hoy proviene “guerra”.

Guerra Santa, 711-726. La influencia árabe de este momento es una de las más importantes en la lengua española, después de la latina. Sobre este aporte, dice el filólogo mejicano Antonio Alatorre: “Los arabismos del español son una de sus bellezas”. Algarabía, acequia, azafrán, azúcar, algodón. Realmente, son palabras hermosas. La letra “a” es predominante en esta contribución léxica.

“Valdría la pena preguntarnos: ¿qué quiere decir pureza castellana? Debemos recordar que el castellano no es sino un latín evolucionado que fue recogiendo elementos ibéricos, visigóticos, árabes, griegos, franceses, ingleses y hasta indígenas de América”, sostiene la licenciada en Lengua Silvia Peña Alfaro.

En efecto, años más tarde, la influencia de América en la lengua española fue muy fuerte. Hamaca, patata, maíz, cacique, hule, tabaco. Con estos términos, los españoles podían definir objetos para ellos desconocidos hasta ese momento.

Los préstamos lingüísticos son palabras que se toman de otra lengua. La historia refleja que este elemento le da vida al idioma, le permite crecer y enriquecerse. En general, llegan para nombrar conceptos, objetos, técnicas, ideas que antes no existían.

En algunas oportunidades, se prefiere no emplear ciertos anglicismos, galicismos o barbarismos. Esto es en aquellos casos en que introducen una incongruencia con las normas del español.

Lo cierto es que la lengua está en constante movimiento, cambio y evolución. Así, pretender que la lengua permanezca “limpia” y “fija” es un sinsentido, porque, como decía el filósofo griego Heráclito: “Nada es permanente, excepto el cambio”.

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