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domingo, 3 de fevereiro de 2013

CASA DE LAS AMÉRICAS 2013




Argentina, Chile, Cuba y Brasil, se alzan con premios Casa de las Américas
El jurado internacional del certamen anunció su fallo en los géneros de poesía, ensayo de tema histórico-social, literatura testimonial, literatura brasileña, así como el Premio Extraordinario de estudios sobre las culturas originarias de América y los tres galardones honoríficos de ensayo, narrativa y poesía.
EL UNIVERSAL


La Habana.- Escritores de Argentina, Cuba, Brasil, Chile, México, Uruguay, Honduras, Perú y Ecuador se alzaron hoy en La Habana con los premios y las menciones de la 54 edición del Premio Literario "Casa de las Américas" 2013.


El jurado internacional del certamen anunció su fallo en los géneros de poesía, ensayo de tema histórico-social, literatura testimonial, literatura brasileña, así como el Premio Extraordinario de estudios sobre las culturas originarias de América y los tres galardones honoríficos de ensayo, narrativa y poesía.

En poesía, "Pujato", del argentino Gabriel Cortinas, resultó el título elegido por su "decir poético, comunicativo y una vena narrativa que nos conduce a una épica menor, cotidiana, sobre la extrañeza del trabajo de los foqueros australes", según la valoración del jurado.

De un total de 770 obras de los géneros novela (172), poesía (328), literatura testimonial (56), ensayo histórico-social (42), y 158 de literatura brasileña, Argentina, con 200 obras, fue el país con mayor participación seguido de Brasil, Cuba, Colombia, Chile y Perú, reseñó Efe.

Durante la ceremonia de premiación celebrada en la sede de la "Casa de las Américas", se informó que en poesía merecieron menciones los cuadernos "Retratos mal hablados", de Leonel Alvarado (Honduras), y "Los tiempos de la Humanidad", del ecuatoriano Cristian Avecillas.

El galardón de ensayo de tema histórico-social recayó en "Cuba y los cubanoamericanos. Un análisis de la emigración cubana", del cubano Jesús Arboleya, obra que "reconstruye en forma detallada, con un sólido respaldo documental, el tema de las relaciones entre Estados Unidos y la Revolución cubana desde la perspectiva de las políticas migratorias de ambos países".

En este apartado las menciones correspondieron a "Piedras, barricadas y cacerolas: sonido y fuerza de la resistencia en Chile", de la chilena Viviana Bravo, "Diplomacia imperial y revolución", de Carlos Alzugaray; y "Hemingway, ese desconocido", de Enrique Cirules, ambos autores cubanos.

En literatura testimonial fue distinguido el libro "La sombra del tío", del argentino Nicolás Doljanin, por el valor de ser el "lugar de máxima exposición pública y el de mayor intimidad", explicó el dictamen.

Los encargados de la selección otorgaron menciones a "El honor de la cuadra", de Nicolás Goszi (Argentina), "Como una espada en el aire", de Sócrates Zuzunaga (Perú) y "Carpentier, la otra novela", del cubano Urbano Martínez.

El galardón principal de literatura brasileña fue para la novela "Domingos Sem Deus", de Luiz Ruffato, según el acta del fallo porque "presenta diversos episodios independientes que se entrelazan, formando el mosaico de un Brasil esencial, aunque olvidado".

Los tres galardones honoríficos recayeron en el brasileño Chico Buarque (Narrativa), el mexicano Víctor Barrera Enderle (Ensayo), y el uruguayo Rafael Courtoisie (Poesía).

El libro "Subjetividades de origen mapuche en el espacio urbano", de la profesora chilena Lucía Guerra, el Premio Extraordinario de estudios sobre las culturas originarias de América, convocado por primera vez en ocasión del centenario del intelectual guatemalteco Manuel Galich, estudioso del mundo indígena.

El Premio "Casa de las Américas" es otorgado anualmente en La Habana desde 1960 en las categorías de poesía, cuento, novela, teatro ensayo, testimonio, literatura para niños y jóvenes, caribeña de expresión inglesa, caribeña francófona, brasileña y de culturas originarias.

ENOLOGÍA














A continuación, un artículo sobre cata de vinos donde se utilizan los términos propios de la enología para efectuar la evaluación de un vino.


Cata de vinos -
El arte al evaluar un vino.

Por la Lic. Marcela Licata

Definición
La cata es el acto por el cual, según ciertas normas y reglas, se procede al análisis sensorial de los vinos. La misma puede ser:
• Comparativa (relacionando entre sí varios vinos)
• A ciegas (ocultando la marca o cualquier otro dato de las etiquetas)
• Vertical (cata de un mismo vino de diferentes añadas)
• Varietal (compara solo vinos de la misma variedad de uva)
La cata se realiza en tres fases:
• Análisis visual: el color, la trasparencia, brillo, intensidad, matices del pigmento y formación de burbujas.
• Análisis de los aromas: frutales, florales, herbáceos, tostados y especiados, valorando su limpieza, complejidad e intensidad.
• Análisis de las sensaciones en boca: acidez, impresiones dulces, astringencia dada por los taninos, materia y cuerpo, equilibrio, persistencia de los aromas, etc.

La cata de un vino es más un arte que una ciencia, puesto que exige una sensibilidad y sutilidad en el lenguaje que trasmita de manera excitante una impresión fugaz. Actualmente existen maquinas que confirman las apreciaciones poéticas que realizan los buenos catadores. Estas maquinas pueden encontrarse en las mejores bodegas y permiten o ayudan a detectar gran cantidad de compuestos presentes en los vinos.
La técnica de la cata es fácil de aprender, pero es difícil dominar su arte. Los instrumentos típicos necesarios para una cata son:
• una mesa cubierta de mantel blanco
• una lámpara que provea buena iluminación
• un recipiente para el vino que se descarta (escupe)
• copas deben ser de cristal incoloro y fino y de pie largo, con una boca más estrecha que su cuerpo (forma "de tulipa").

Análisis visual
Al descorchar una botella lo primero a analizar es su corcho. Este debe estar ligeramente humedecido por el vino, esto demuestra que la botella se ha guardado siempre inclinada. Al presionar el corcho se debe comprobar su flexibilidad, su aroma y confirmar que solo huele a corcho ligeramente envinado. Cuando el corcho presenta olores fuertes y extraños, puede haber contaminación en el vino. Ante esta sospecha, se debe servir un poco de vino en la copa y comprobar su olor. Si esto no alcanza, se prueba el vino en boca y si no resulta agradable se escupe. Se debe rechazar cualquier botella que tenga el corcho estropeado.
Ya comprobado que el corcho está en buen estado, se sirve el vino en una copa hasta aproximadamente un tercio de su capacidad. Se agita suavemente y se coloca la copa delante de la luz. Se ve así, si está limpio, sin sedimentos y aquí es donde se decide si conviene decantar el vino o servirlo directamente.
Al mismo tiempo, se verá su brillo, si refleja frente a la luz de manera viva y alegre. Si fuese mate y apagado, mostrara defectos. Si se inclina la copa hacia adelante sobre el mantel blanco, se podrá apreciar la intensidad del color y el matiz del vino.
Los vinos blancos con reflejos verdes o sutilmente dorados son vinos jóvenes, y los que tienen reflejos intensamente dorados o ámbares son viejos (han sido criados en madera o han sido mal conservados).
Los tintos jóvenes son de color violáceo, y a medida que envejecen adquieren tonos cobrizos.
Al agitar la copa nuevamente y con suavidad se comprueba, a trasluz, como se forman las lágrimas del vino. Los vinos ricos en glicerina y los de alto contenido alcohólico derraman lágrimas en la copa.
Cuando se evalúan vinos espumosos, se observa que un buen vino debe tener burbujas diminutas, vivas y de incesante formación. Esta cualidad suele ser una promesa de otras cualidades. Las burbujas suben verticalmente formando un interminable rosario espumoso.

Análisis de los aromas
Esta es la fase más importante y decisiva de la cata, para comenzar se aproxima la nariz a la copa para comprobar de manera global que no hay aromas desagradables en el vino. No deben detectar olores avinagrados, azufres, ajo, caucho o papel. Por esto, es muy importante vigilar la limpieza de la cristalería que se usa en la cata y secarla al aire, para no confundir los aromas.
Al remover la copa y sosteniéndola por su pie, los aromas del vino se airean, y es este el momento de acercar la nariz intentando reconocer los olores del vino. Los mejores vinos son siempre aromáticos y complejos, y se van abriendo, expanden o aparecen en la copa, haciéndose más expresivos a medida que hacen contacto con el aire.
La primera sensación notable, y la más fácil de explicar es la intensidad aromática. Según la potencia se calificara el vino por su intensidad desde débil hasta desarrollada, pasando por otros adjetivos como neutra, insípida, discreta, cerrada, aromática, abierta, expresiva, fuerte o intensa.
El paso siguiente es observar la limpieza aromática, es decir, su nitidez desde la ausencia de defectos.
Una noción más subjetiva que requiere experiencia es observar la armonía de los olores: el vino será desagradable o complejo, pasando por común, simple, fino, severo, elegante, refinado, armonioso y con clase.
Para el final, se realiza el ejercicio más espectacular: la identificación de los matices aromáticos.
Se suele proceder identificando un olor: la frambuesa, la vainilla, la rosa u otros. En esta etapa, se utiliza algún término instantáneo que describa el aroma sin mucha reflexión. Pero cuando no se identifica un aroma preciso se observaran impresiones agrupándolas por familias aromáticas.
Para distinguir los aromas se clasifican las diferentes gamas:
• Los aromas primarios o varietales son muy característicos e identificables, predominan las series florales, frutales, vegetales, minerales y a veces especiadas.
• Los aromas secundarios procedentes de las levaduras, de la trasformación del azúcar en alcohol o de la fermentación maloláctica son los más frecuentes y abundantes en los vinos. En esta gama predominan las flores, las frutas, las especias y las notas vegetales.
• Para los aromas de crianza o buqué las gamas se multiplican: florales, frutales, miel, madera, café, chocolates, y otros.
Una vez la copa está vacía, la historia aromática no se detiene. Aún hasta la última gota del fondo de la copa dirá alguna cosa.

Análisis de las sensaciones en la boca
Después de analizar los aromas se procede a degustar el vino en boca, para ello se debe beber lentamente una pequeña cantidad de vino. Un buche medido para mantenerlo y removerlo en la boca durante unos segundos. El primer contacto del vino se nota en los labios y en la punta de la lengua.
Lo más conveniente suele ser utilizar un termómetro para medir la temperatura del vino en la copa, y así memorizar las sensaciones en las diferentes temperaturas. Típicamente se utilizan 10 ºC para los blancos, 11 ºC para los rosados, y 16 ºC para los tintos.
Siempre que los vinos estén calientes se los debe enfriar, y si están a menos de 6 ºC no se los debe catar ya que sus aromas serán imperceptibles.
Para saborear el vino se debe pasar una y otra vez por la lengua, apretándolo contra el paladar, para buscar las sensaciones dulces en la punta de la lengua. La menor o mayor graduación alcohólica, se percibe en boca también, porque el alcohol produce una sensación cálida y dulce.
Luego se buscan solo las sensaciones ácidas y amargas, los ácidos se notan en los laterales de la lengua, y los amargos en la parte posterior. Esos sabores amargos se deben a los taninos, donde en el caso de los vinos tintos, los taninos ponen la lengua áspera y los labios tirantes.
Cuando el vino se calienta en la boca se comienzan a apreciar más los aromas, ya que la boca y la nariz están íntimamente ligadas.
Por último, se traga y todos los aromas y sensaciones persisten en la boca después de ingerido, esa mayor o menor persistencia en boca es la que permitirá distinguirlos.


Lea más en: http://www.zonadiet.com/bebidas/cata-de-vinos.htm#ixzz2JegGqVXQ

TRADUCCIÓN




Sobre el difícil arte de revisar traducciones
Por Tenesor Rodriguez Perdomo - http://tenesor.wordpress.com/2013/01/30/sobre-el-dificil-arte-de-revisar-traducciones/
Redactado con la colaboración de mi socia, Fabienne Kelbel, traductora alemán – español, especializada en traducción jurídica y técnica.

Recientemente, nuestra colega Isabel García Cutillas publicaba en su blog un artículo titulado «Cuando el revisor, en lugar de corregir, destroza». Cuando lo leímos, nos llamó muchísimo la atención, pues venía a poner el dedo en la llaga sobre un asunto que, a nuestro juicio, parece haberse generalizado: críticas injustificadas y sobre correcciones por parte de revisores.
Es innegable que todos cometemos errores, todos nos equivocamos y a ninguno nos gusta ser objeto de crítica, mucho menos cuando la crítica es negativa; cuando la crítica tiene, además, una finalidad destructiva, la situación resulta muchísimo más desagradable.
Según nos comentan muchos compañeros y a juzgar por algunas experiencias recientes vividas por los que aquí redactan, la tarea de la revisión parece haber dado pie a una suerte de piratería —como lo denomina un compañero— consistente en criticar al traductor con el objetivo, en unos casos, de conseguir más encargos por parte de ese cliente y, en otros casos, de justificar la factura de la revisión y demostrar que se ha trabajado en el texto. No es posible que las correcciones indebidas e injustificadas se deban a que los revisores son cada vez peores; nos negamos a creerlo. Ahora bien, sea por el motivo que sea, observamos una creciente crispación entre traductores y revisores a consecuencia de revisiones excesivas o desproporcionadas. Este hecho provoca, en el peor de los casos, la pérdida de clientes para el traductor o para el corrector, así como la pérdida de credibilidad por parte de aquel que queda en evidencia. En el mejor de los casos, este hecho deriva en la pérdida de un tiempo valiosísimo que hay que dedicar a justificar si tal o cual corrección procede o no.
Digámoslo claro: revisar y corregir es sumamente difícil. Además, tal y como comenta Isabel García Cutillas, esta tarea puede resultar sumamente enriquecedora tanto para el traductor como para el revisor, pues ambas partes aprenden diversas formas de expresar un mismo mensaje y también consiguen pulir ciertos errores o conocer normas gramaticales, ortográficas o estilísticas que hasta el momento se desconocían. De hecho, quién no ha descubierto estar equivocado tras ver su propio texto corregido o cuando se disponía señalar un supuesto error en el texto de otro.
Ante todo, debe tenerse en cuenta que revisar no es reescribir el texto y, sobre todo, que la revisión y la corrección debe justificarse y aplicarse a errores objetivos. Somos muchos los que hemos recibido en los últimos tiempos documentos plagados de cambios que parecían más propios de una demostración de conocimientos sobre sinonimia que de una revisión propiamente dicha. Es muy probable que, en la búsqueda de sinónimos —la sinonimia absoluta rara vez existe—, el revisor emplee términos poco precisos en la materia sobre la que se corrige.
Dicho esto, dado que esta nota no pretende cargar las tintas contra los revisores —al final todos trabajamos de revisores en algún momento— y, repetimos, dado que todos nos equivocamos y nadie es poseedor de la verdad absoluta, pretendemos ofrecer una muy humilde guía con la cual orientar y orientarnos a la hora de acometer revisiones de traducciones.
Antes de decidirnos a redactar este artículo, hemos reflexionado mucho sobre esta problemática; lo primero que hemos tenido en cuenta es que, si bien es probable que nos hayan enseñado a redactar y a corregir textos en nuestro propio idioma, nadie nos ha enseñado a corregir las traducciones de terceros, una circunstancia que podría justificar la tentación de querer reescribir el texto a nuestra manera. Si a ello añadimos que todos tenemos nuestros egos, nuestras preferencias y nuestras manías, podemos vernos en una encrucijada ciertamente difícil.
Mientras decidíamos si redactar o no este artículo —quizá como forma de desahogo—, hemos acometido una labor de búsqueda y hemos descubierto, entre muchas reflexiones individuales, dos obras que merecen toda nuestra atención: el Manual de revisión de la Comisión Europea y la obra de Brian Mossop, Revising and Editing for Translators, publicado por St. Jerome.
Ambas obras de referencia hacen hincapié en dos conceptos: la objetividad de las revisiones y la necesidad de contar con una justificación razonada que respalde cada cambio. Tal y como hemos mencionado, a la hora de revisar, conviene estar bien pertrechado de obras de referencia con las que argumentar si una oración está mal construida, si una preposición es incorrecta, si un término está mal traducido porque es un falso amigo o si la puntuación es errónea y puede provocar malentendidos. Así pues, disponer de diccionarios, gramáticas, libros de ortografía y ortotipografía, manuales de estilo y otras obras de consulta es fundamental —más bien obligatorio— para quien corrige.
Según la obra de Mossop, que recomendamos encarecidamente, el revisor debe detectar diversos tipos de problemas en un texto:
1. La exactitud y la integridad del texto. Aunque parezca una perogrullada, para revisar una traducción hay que tener a mano, en todo momento, el documento original. De lo contrario, se pueden cometer errores imperdonables e injustificables.
2. Gramática, ortografía, ortotipografía. Puede parecer también una obviedad. Sin embargo, no siempre todo lo que parece ser un error gramatical, ortográfico y orto tipográfico lo es. Por ello, hay que contar con fuentes de referencia en las que consultar en todo momento si aquello que creemos incorrecto es aceptable, optativo o incluso preferible.
3. Coherencia y cohesión. Estos dos principios básicos que debe reunir todo texto a menudo se pasan por alto. Conseguir coherencia y cohesión o —expresado de otra forma— lógica y fluidez textual no solo tiene que ver con la traducción. Algunos idiomas como el inglés son parcos en marcadores discursivos y, por mucho que no figuren explícitamente en el original, el traductor debe sacarlos a la luz para que así la traducción resulte menos exótica y resulte más natural y más fluida desde el punto de vista lingüístico.
4. Adecuación, registro y terminología específica. A la hora de revisar un texto, conviene saber si la traducción cumple o no con el objetivo para el que se tradujo. Por ello, es fundamental conocer quién va a utilizar la traducción, a quién está destinada, con qué finalidad, qué registro se pretende utilizar y si existe una terminología específica que respetar. Por ello, antes de siquiera empezar a revisar, es necesario estudiar a fondo cualesquiera guías de estilo, glosarios, instrucciones o recomendaciones que el cliente utilice.
5. Estilo. Esta característica puede resultar sumamente subjetiva en algunos casos; así pues, si las características antes descritas no resultan un problema grave en el texto, alegar cuestiones de estilo para argumentar la reescritura de una traducción puede ser una justificación sumamente débil. Es más, si se considera que un documento tiene errores de estilo por los que la traducción debe reescribirse, es preferible devolver el documento al cliente o intermediario y señalar los motivos.
Dicho esto, nos gustaría reproducir los principios sobre revisión que la Comisión Europea enumera en el ya citado Manual de revisión:
1. Partir de la presunción de buena calidad de la traducción.
2. Dedicar a la revisión un esfuerzo proporcional a la importancia del texto.
3. No dudar en rechazar toda traducción que considere muy deficiente.
4. No reescribir una traducción.
5. No erigir en norma sus preferencias personales.
6. Intervenir siempre que, entendiendo el original, no entienda la traducción.
7. Considerar que cuantos menos cambios introduzca, mejor.
8. Argumentar mediante referencias a fuentes concretas toda corrección que no
se justifique por sí misma.
9. Asegurarse de la pertinencia de sus correcciones.
10. Señalar los casos dudosos.
11. Entender que el diálogo con el traductor es fundamental.
12. Considerar siempre la revisión como un acto de aprendizaje, tanto para el
revisor como para el traductor.
13. La responsabilidad de toda traducción es del Departamento en su conjunto. La
autoría de una traducción corresponde al traductor y la labor del revisor es
complementaria.
Si se siguen estos principios, la tarea de revisar traducciones y de recibir nuestras propias traducciones corregidas se convertirá en una enriquecedora experiencia para ambas partes.
Antes de citar varias obras que consideramos imprescindibles para acometer las revisiones con garantías de éxito, nos parece oportuno recomendar la lectura de un interesante artículo al respecto de Ramón Garrido Nombela en la revista Punto y Coma.
Por último, como obras de referencia a las que acudir a la hora de revisar, si bien esta lista no es exhaustiva y se admiten sugerencias, nos gustaría enumerar las siguientes:
• Guías de estilo y glosarios propios del cliente.
• Diccionarios especializados de referencia de la materia en cuestión
• Diccionario de la Real Academia Española (DRAE)
• Diccionario Panhispánico de Dudas
• Nueva gramática de la lengua española
• Nueva ortografía de la lengua española
• Fundéu
• Manual de estilo de la lengua española, de José Martínez de Sousa
• Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas, de José Martínez de Sousa
• Tipografía y notaciones científicas, de Javier Bezos
• Manual del español correcto, de Leonardo Gómez Torrego
Para finalizar, esperamos que esta aportación resulte útil y expresamos nuestro agradecimiento a Isabel García Cutillas por su apoyo, así como a todos los colegas que han inspirado este artículo.
Muchas gracias.
Saludos desde Canarias.



Sobre a difícil arte de revisar traduções
Autor: Tenesor Rodriguez Perdomo - http://tenesor.wordpress.com/2013/01/30/sobre-el-dificil-arte-de-revisar-traducciones/
Redigido com a colaboração de minha sócia, Fabienne Kelbel, tradutora alemão – espanhol,especializada em tradução jurídica e técnica.

Recentemente, nossa colega Isabel García Cutillas publicava em seu blog um artigo titulado «Quando o revisor, em lugar de corrigir, destroça». Ao lê-lo, nos chamou muitíssimo a atenção, pois vinha por o dedo na chaga sobre um assunto que, a nosso juízo, parece haver-se generalizado: críticas injustificadas e sobrecorreções por parte de revisores.
É inegável que todos cometemos erros, todos nos equivocamos e ninguém gosta ser objeto de crítica, muito menos quando a crítica é negativa; quando a crítica têm, ademais, uma finalidade destrutiva, a situação resulta muitíssimo mais desagradável.
Segundo nos comentam muitos companheiros e a julgar por algumas experiências recentes vividas pelos que aqui redigem, a tarefa da revisão parece haver dado lugar a uma sorte de “pirataria” — como o denomina um companheiro — consistente em criticar ao tradutor com o objetivo, em alguns casos, de conseguir mais trabalhos por parte desse cliente e, em outros casos, de justificar a nota fiscal da revisão e demonstrar que se tem trabalhado no texto.
Não é possível que as correções indevidas e injustificadas se devam a que os revisores são cada vez piores; negamo-nos a acreditá-lo. Agora bem, seja pelo motivo que seja, observamos uma crescente crispação entre tradutores e revisores a consequência de revisões excessivas ou desproporcionadas. Este fato provoca, no pior dos casos, a perda de clientes para o tradutor o para o corretor, assim como a perda de credibilidade por parte daquele que queda em evidência. No melhor dos casos, este fato deriva na perda dum tempo valiosíssimo que tem que se dedicar a justificar se tal ou qual correção procede ou não.
Falemos claro: revisar e corrigir são tarefas sumamente difíceis. Ademais, tal e como comenta Isabel García Cutillas, esta tarefa pode resultar sumamente enriquecedora tanto para o tradutor como para o revisor, pois ambas as partes aprendem diversas formas de expressar uma mesma mensagem e também conseguem polir certos erros ou conhecer normas gramaticais, ortográficas ou estilísticas que até aquele momento se desconheciam. De fato, quem não há descoberto estar equivocado trás ver seu próprio texto corrigido ou quando se dispunha assinalar um suposto erro no texto de outro.
Ante todo, deve se ter em conta que revisar não é reescrever o texto e, sobre tudo, que a revisão e a correção devem se justificar e se aplicar a erros objetivos. Somos muitos os que temos recebido nos últimos tempos documentos infestados de câmbios que pareciam mais próprias duma demonstração de conhecimentos sobre sinonímia que duma revisão propriamente dita. É muito provável que, na busca de sinônimos — a sinonímia absoluta rara vez existe—, o revisor utilize termos pouco precisos na matéria sobre a que se corrige.
Dito isto, dado que esta nota não pretende carregar as tintas contra os revisores — ao final todos trabalhamos de revisores em algum momento— e, repetimos, dado que todos nos equivocamos e ninguém é dono da verdade absoluta, pretendemos oferecer uma muito humilde guia com a qual orientar e orientar-nos à hora de abordar revisões de traduções.
Antes de nos decidir a redigir este artigo, temos refletido muito sobre esta problemática; o primeiro que temos tido em conta é que, se bem é provável que nos tenham ensinado a redigir e a corrigir textos em nosso próprio idioma, ninguém nos há ensinado a corrigir as traduções de terceiros, uma circunstancia que poderia justificar a tentação de querer reescrever o texto a nossa maneira. Se a isto somamos que todos têm nossos egos, nossas preferências e nossas manias podem nos pôr em uma encruzilhada certamente difícil.
Em quanto decidíamos se redigir ou não este artigo — quiçá como forma de desafogo—, acometemos um labor de busca e temos descoberto, entre muitas reflexões individuais, duas obras que merecem toda nossa atenção: o Manual de Revisão da Comissão Europeia e a obra de Brian Mossop, Revising and Editing for Translators, publicado por St. Jerome.
Ambas as obras de referência enfatizam dois conceitos: a objetividade das revisões e a necessidade de contar com uma justificação razoada que respalde cada troca. Tal e como temos mencionado, à hora de revisar, convém estar bem apetrechado de obras de referência com as que argumentarem se um parágrafo está mal construído, se uma preposição é incorreta, se um termo está mal traduzido porque é um falso amigo ou se a pontuação é errônea e pode provocar interpretações erradas. Assim, pois, dispor de dicionários, gramáticas, livros de ortografia e tipografia, manuais de estilo e outras obras de consulta são fundamentais —más bem obrigatórias— para quem corrige.
Segundo a obra de Mossop, que recomendamos encarecidamente, o revisor deve detectar diversos tipos de problemas num texto:
1. A exatidão e a integridade do texto. Embora pareça uma obviedade, para revisar uma tradução há que ter na mão, em todo momento, o documento original. Do contrario, se podem cometer erros imperdoáveis e injustificáveis.
2. Gramática, ortografia, tipografia. Pode parecer também uma obviedade. Embora, não sempre tudo o que parece ser um erro gramatical, ortográfico e tipográfico o é. Por isso, tem que contar com fontes de referencia nas que consultar em todo momento se aquilo que acreditamos incorreto é aceitável, optativo ou incluso preferível.
3. Coerência e coesão. Estes dois princípios básicos que deve reunir todo texto a miúdo se passam por alto. Conseguir coerência e coesão ou — expressado de outra forma— lógica e fluidez textual não só tem que ver com a tradução. Alguns idiomas como o inglês são parcos em marcadores discursivos e, por muito que não figurem explicitamente no original, o tradutor deve sacá-los à luz para que assim a tradução resulte menos exótica e resulte mais natural e mais fluida desde o ponto de vista linguístico.
4. Adequação, registro e terminologia específica. À hora de revisar um texto, convêm saber se a tradução cumpre ou não com o objetivo para o que se traduziu. Por isso, é fundamental conhecer quem vai a utilizar a tradução, a quem está destinada, com que finalidade, que registro se pretende utilizar e se existe uma terminologia específica que respeitar. Por isto, antes de sequer começar a revisar, é necessário estudar a fundo quaisquer guias de estilo, glossários, instruções ou recomendações que o cliente utilize.
5. Estilo. Esta característica pode resultar sumamente subjetiva em alguns casos; assim, pois, se as características antes descritas não resultam um problema grave no texto, alegar questões de estilo para argumentar a reescrita duma tradução pode ser uma justificação sumamente débil. É mais, se, se considera que um documento tem erros de estilo pelos quais a tradução deve se reescrever, é preferível devolver o documento ao cliente ou intermediário e assinalar os motivos.
Dito isto, nos gostaria reproduzir os princípios sobre revisão que a Comissão Europeia enumera no já citado Manual de Revisão:
1. Partir da presunção de boa qualidade da tradução.
2. Dedicar à revisão um esforço proporcional à importância do texto.
3. Não duvidar em rejeitar toda tradução que considere muito deficiente.
4. Não reescrever uma tradução.
5. Não erigir em norma suas preferências pessoais.
6. Intervir sempre que, entendendo o original, não entenda a tradução.
7. Considerar que quantos menos câmbios introduzam, melhor.
8. Argumentar mediante referencias a fontes concretas toda correção que não
se justifique por si mesma.
9. Se assegurar da pertinência de suas correções.
10. Apontar os casos duvidosos.
11. Entender que o diálogo com o tradutor é fundamental.
12. Considerar sempre a revisão como um ato de aprendizado, tanto para o
revisor como para o tradutor.
13. A responsabilidade de toda tradução é do Departamento em seu conjunto. A
autoria duma tradução corresponde ao tradutor e o labor do revisor é
complementaria.
Se, se seguem estes princípios, a tarefa de revisar traduções e de receber nossas próprias traduções corrigidas se convertera numa enriquecedora experiência para ambas as partes.
Antes de citar varias obras que consideramos imprescindíveis para acometer as revisões com garantias de sucesso, nos parece oportuno recomendar a leitura dum interessante artigo ao respeito de Ramón Garrido Nombela na revista Punto y Coma.
Por último, como obras de referência às que acudir na hora de revisar, se bem esta lista não é exaustiva e se admitem sugestões, nos gostaria enumerar as seguintes:
• Guias de estilo e glossários próprios do cliente.
• Dicionários especializados de referência da matéria em questão
• Diccionario de la Real Academia Española (DRAE)
• Diccionario Panhispánico de Dudas
• Nueva gramática de la lengua española
• Nueva ortografía de la lengua española
• Fundéu
• Manual de estilo de la lengua española, de José Martínez de Sousa
• Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas, de José Martínez de Sousa
• Tipografía y Notaciones científicas, de Javier Bezos
• Manual del español correcto, de Leonardo Gómez Torrego
Para finalizar, esperamos que esta contribuição resulte útil e expressamos nosso agradecimento a Isabel García Cutillas por seu apoio, assim como a todos os colegas que têm inspirado este artigo.
Muito Obrigado.
Saudações desde Canárias.

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