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quinta-feira, 24 de janeiro de 2013

Letras griegas, letras nuestras









Francisco Rodríguez Adrados

No voy a atormentar a mis lectores hablándoles de los catalanistas o de los herederos de ETA o de los recortes de los recortes. Al fin nos llega una noticia favorable: la Real Academia Española ha decidido (nos fue anunciado el 21 de diciembre pasado) mantener en la nueva edición del Diccionario, que saldrá en el año 2013, casi mañana, en la sección etimológica que abre muchos artículos, las venerables letras griegas, madres o abuelas de las nuestras. Del todo semejantes, cuando no iguales, a ellas y a las usadas para escribir casi todas las lenguas del mundo. Y es que las letras griegas, que hicieron fácilmente comprensible, por primera vez, cualquier mensaje, producen en algunos una indisimulada irritación. La verdad, no lo entiendo, me resulta absurdo, pero voy a hacer de todos modos un poco de historia. Hace tres o cuatro años llegó al Pleno de la Academia una propuesta de un Instituto dependiente de ella, propuesta relativa a la redacción del Diccionario. El secretario de la Academia la leyó ante el Pleno mientras yo dormitaba un poco. La palabra «griego» me despertó, como si fuera un timbre de alarma. Proponía ese Instituto nada menos que expulsar a la letras griegas de las etimologías griegas de las palabras de nuestro Diccionario. Dije lo que tenía que decir, lo recordaré luego. Aquello quedó en nada. Veo ahora que, reaccionando contra una propuesta que me resultaba inesperada, innecesaria a inculta, tuve un primer éxito. Éste fue el comienzo. Luego, hace dos años, un cierto Comité con representantes de academias americanas y de la nuestra, que preparaba el Congreso antes de reunirse en México, tomó la decisión de proponer que la letra conocida como «y griega» fuera defenestrada. Aquello transcendió y dije en el Pleno de la Academia que la Academia española tenía derecho a que aquello se discutiera en el mismo Pleno, que no nos dejaran ante hechos consumados: acuerdos de comités circunstanciales que descono¬cían la autoridad de la Academia. Así se hizo y hubo una reunión del Pleno para esto. Pero fue violento para mí tener que forzar las cosas, chocando de frente con un supuesto progresismo y con el truco de los comités.
Alguien quería cambiar el nombre de la «y griega» por el de «ye» que había propuesto cierto gramático del XIX y que dicen que se dice en algunos lugares de América. Yo prefería la tradición: junto a la «i» latina existía ya en latín, como préstamo del griego, la «y» nacida griega y luego trasplantada al latín, de ahí pasó a sus descendientes. Algunos académicos objetaron que muchos no conocían las letras griegas. «Pues que se las estudien», repliqué, «tampoco yo conozco eso de ye». Me sonaba a los yeyés y las yeyés de antaño. Otro colega argumentó contra el favoritismo a favor del griego que por qué al árabe no se le hacía igual supuesto favor. «Porque del griego vienen nuestras letras, casi todo nuestro vocabulario culto, muchos de los arabismos del español y otras lenguas europeas, montones de preposiciones, prefijos, elementos gramaticales, mucho de nuestra Literatura y, desde luego, las academias». Del árabe vienen algunas palabras, entre ellas incluso algunas de origen griego, como alambique, acelga, quilate, talismán, adarme. Pero no vocabulario intelectual ni gramatical (salvo el «al» y un raro «-í»). Por lo demás, ya en plan de curiosidad, su alfabeto tiene un muy lejano parentesco con el griego en los más remotos orígenes, pero el griego viene muy directamente del fenicio y éste, del ugarítico, donde ya se documentan sus letras; el griego introdujo sobre todo las vocales y otros refinamientos ya desde el siglo IX antes de Cristo. Otro sobre todo: de él vino el alfabeto latino y luego el nuestro y el usado por casi todas las lenguas.
Hubo casi una rebelión popular contra ese nombre «ye», esa tontuna analfabeta y desconocida. Bien, nuestra Academia y luego el Congreso indultaron a la «y griega». Yo había escrito a directores de varias academias americanas amigos y publiqué en «ABC» un artículo titulado «Esa desgraciada letra griega». Final feliz, ya ven. ¡Pero tener que luchar por ello! ¿Y por qué ese resentimiento frente a los griegos que tantas cosas nuestras inventaron?
Pues bien, ahora mismo recibimos la noticia de que las letras griegas, la «y griega» y las demás, seguirán presentes en las etimologías en la próxima edición del gran Diccionario. No hubo, esta vez, discusión. Claro que al precio de una transacción, como sucede. El Diccionario dará, en cabeza de los artículos que merece la pena etimologizar, la palabra española y luego, en la sección etimológica, su fuente griega con sus letras griegas y, seguidamente, esa misma fuente griega pero transcrita en letras españolas. Es decir, en el ejemplo que se puso, el español cómico llevará al lado la palabra griega, que es idéntica y lleva letras griegas, luego se traslitera al español, a continuación se da el significado o significado español. Se refiere en este caso, a varias cosas cómicas.
En fin, tutti contenti. Aunque resulta un poco cómico tanto aparato. Pero, en fin, no seamos quisquillosos, dejemos vivir a los que no saben las letras griegas. Pero el alfabeto griego sigue vivo, ya ven, por el momento. Y cuando somos cómicos o nos ponemos (o nos ponen) trágicos, seguimos expresándonos con palabras que no hacen sino continuar a sus abuelas griegas y el Diccionario nos recuerda su origen. Somos, en las palabras y en muchas cosas más, un poco griegos. Y a algunos nos gusta recordarlo. Pero no acabo de quedarme tranquilo. Pienso en cuál será el destino de las letras griegas el día en que yo falte. Algunos no las dejan en paz. Dejaré unas mandas por si hiciera falta encargar misas por ellas, expuestas cada poco a cualquier cosa. Misas por unas letras paganas, me dirán. Sí, pero también en ellas se escribió el Evangelio y escribieran los padres de la Iglesia. Claro que no sé hasta qué punto es ésta una buena recomendación.

ENTREVISTA AL DIRECTOR DE LA RAE



Blecua: «El español ha ganado ya a todas las lenguas románicas en Estados Unidos»
ANTONIO ASTORGA / MADRID

La Real Academia Española (RAE) cumple tres siglos de existencia el año en el que idioma español es ya el segundo del mundo. El regidor de la Docta Casa analiza para ABC el «boom» de una lengua que nace en el pueblo y se doctora en la RAE

José Manuel Blecua Perdices (Zaragoza, 1939) barbilampiñeó pateándose de costa a costa la cuna del Pilar para ir al colegio: dos horas de ida con la fresca, dos de vuelta en la atardecida crepuscular. Cuando se fundía el tranvía por cortes de luz, su padre, su maestro y el de innúmeros filólogos –profesor del instituto y catedralicia memoria sentimental de Lope, Quevedo, Góngora...–, José Manuel Blecua Teijeiro, lo llevaba de la mano a clase. Infancia de literatura popular, tebeos y El Coyote. Y de eminencias como Francisco Ynduráin, Ildefonso Manuel Gil, Ricardo Gullón. Ynduráin y Gullón asesoraron a Blecua Teijeiro sobre dónde tenía que estudiar Blecua Perdices Filología Hispánica: «Este chico donde se tiene que ir es a Madrid porque tiene que conocer mundo», coincidieron al unísono, frente a la postura del padre, más partidario de la unamuniana Salamanca. En ese Madrid circa 1950, José Manuel Blecua estudia conRafael Lapesa, pero su progenitor se queda completamente sordo y gana las oposiciones de Barcelona. «Me fui con él, y tuve de profesor a Martín de Riquer en literaturas románicas. Otra ciudad, otra biblioteca extraordinaria como la de Cataluña, fantástica para un romanista. Italiano, provenzal... No era la filología española que ahora estudian los chicos, es que la vida era muy distinta». De Barcelona a Ohio State, El Colegio de México y retorno nietzschiano como catedrático de Lengua Española a la Autónoma de Barcelona. Desde hace dos años dirige la Real Academia Española (RAE) tras la etapa de Víctor García de la Concha, hoy rector del Instituto Cervantes. Blecua Perdices, que nos ha enseñado Gramática, lingüística, sinónimos, antónimos y a amar la literatura española, es el director del tricentenario de la RAE (1713-2013), que culminará con la XXIII y última edición en papel del Diccionario.
«En la Autónoma de Barcelona, el Departamento de Filología Española es el primero»
–Como aragonés curtido en Cataluña, ¿qué opina de la polémica sobre la enseñanza del español allí?
–Mire, según las encuestas de Departamentos universitarios, el nuestro está el primero de todos en Filología española, este año, el pasado, es decir que es un motivo de orgullo. En la Autónoma de Barcelona, el Departamento de Filología española es el primero de los cincuenta que hay. Mi padre tuvo muy buenos alumnos y dirigió grandes tesis. Hemos tenido una suerte inmensa porque nuestros departamentos están llenos de antiguos alumnos. Hemos hecho una labor importante para la investigación de la lengua y la literatura.
–¿Cómo escribimos los periodistas?
–Pues los periodistas escriben igual que los profesores de lengua (sonríe). Porque todos buscamos la originalidad. Ya en serio, eso tiene sus peligros: hay imágenes audaces, metáforas nuevas, y el riesgo, como en las retransmisiones de los partidos de fútbol, que escucho sábados y domingos. Se nota una innovación enorme.
–¿Hay que ser descriptivamente correctos?
–Es fundamental para que el Diccionario sea objetivo: tiene que ser capaz de describir la lengua sin tener en cuenta la gallina y el gallo. Para poner un ejemplo, en estos momentos existe la creencia piadosa, que yo creo que no debería existir, de que hay que ser políticamente correcto en una serie de cosas, y se pretende que el Diccionario también lo sea. Es cuando se plantean problemas como judiada, por ejemplo, palabras que existen dentro de la lengua, que tienen una significación, una historia, y que en modo alguno significan nada contra los judíos sino todo lo contrario.
«El masculino es englobador y no solamente masculino»
–Sobre el sexismo sí, sexismo no en el lenguaje, ¿cuál es su postura?
–El reconocimiento de que el masculino es englobador y no es solamente masculino; pretender, además, que haya una relación entre la significación y el sonido es romper todos los principios de la lingüística. La arbitrariedad del signo es fundamental, si no no nos entenderíamos. Pero es que todas las lenguas románicas funcionan igual, no solamente en español, funcionan igual en catalán, en italiano... No hay un masculino. Lo que pasa es que es una sociedad que ha sido machista, no solo en la lengua, sino en los consejos de administración de los bancos...
–¿Y en la Universidad?
–No, porque está llena de profesoras. Las mujeres, sobre todo en la Enseñanza Media, siempre han sido las más abundantes dentro de los profesionales: medicina, fiscales, jueces...
–Aclárenos: ¿es la juez, o la jueza?
–La jueza está en el Diccionario académico, aunque a alguno no le guste. Hay un decreto, de 1929, donde se dice que cada título universitario tendrá su femenino.
–Y «solo», ¿con o sin acento, pues?
–Es que los viejos tenemos una tradición de escribir. A mí me costó mucho perder el acento de fue y de dio...
–¿Le «pone» la lengua?
«El idioma necesita estar al día de modo constante»
–El idioma ha sido mi vocación, mi obligación, mi destino, y lo que más siento es que la administración de los pequeños detalles de la vida cotidiana me impiden estudiar lo que me gustaría estudiar de lengua, sobre todo cuando veo los trabajos de los lingüistas jóvenes, que son excelentes. Necesita estar constantemente al día.
–El otro día discutían sobre la palabra «botellón» en el pleno de la RAE...
–Botellón está en lista; tableta tuvo cuatro días, y seguramente cambiará la definición en la siguiente edición porque las tabletas van a ser distintas.
–Si no hay consenso con las otras 21 Academias americanas, ¿qué se hace?
–Se marca como hispanismo, y si no no se pone ninguna marca, y se dice que es general. Tableta es que como choca con chocolate...
–Se avecina un «botellón» de actos tricentenarios en la RAE.
–Ya han llegado ofrecimientos para comenzar los primeros en el extranjero: uno de la Biblioteca Tayloriana de la Universidad de Oxford, otro de una universidad portuguesa.
«La Transición fue fundamental para poner de moda en el mundo la literatura hispanoamericana»
–¿La imagen del idioma español se corresponde con la cultura española que se transmite fuera de España?
–Yo creo que sí. La imagen que da la lengua y la literatura. Los años de la Transición fueron fundamentales para poner de moda en el mundo la literatura hispanoamericana: la selva, los ríos, leer a a Mario Vargas, García Márquez, Álvaro Mutis, esos barcos renqueantes por los ríos enormes de América, Maqrol... Ese es un mundo que ha dado una originalidad: la literatura de los grandes personajes, de los dictadores, del señor presidente... Es muy sugestiva. Hay que pensar en un nórdico que en mitad de la nieve está leyendo Macondo...
–Según el Cervantes, 495 millones de personas nativas hablan español, el segundo idioma del mundo.
–El Instituto Cervantes ha logrado una expansión enorme del español. El otro día decía su director, don Víctor García de la Concha, que hay 18 millones de estudiantes de español como lengua extranjera en este momento. En Estados Unidos, el español ha ganado ya a todas las lenguas románicas.
–¿Y en España?
–La Filología española goza en este momento de un prestigio enorme. En mi Universidad hay un máster con treinta y tantos chinos, que vienen desde China a estudiar a BellaTerra.
–El español ya es también la segunda herramienta de comunicación.
–Y en twitter, pero cuando China se informatice, son mil y pico millones... El español tiene una fuerza demográfica intensísima. Los índices de crecimiento de niños que nacen en territorio de habla española son muy altos. En México son más de cien millones de habitantes, en Estados Unidos el elemento hispano está creciendo también gracias a programas de demografía. Estados Unidos acabará siendo un lugar donde haya más hablantes, aunque se pierde en la segunda generación.
«La Academia es notaria de lo que ocurre en el español»
–Pero esa fuerza demográfica del español no se incardina con el uso científico de la lengua.
–Porque tenemos unas zonas muy débiles desde el punto de vista de la investigación científica, que se hace en inglés: lo que trae que la ciencia y la técnica llenen de extranjerismos la lengua española.
–¿Y cuál es la misión de la RAE?
–Ir registrando qué extranjerismo aparece, sus formas gráficas, dispersión dentro del territorio, y por último ponerlos en el Diccionario, en cursiva.
–¿Ustedes los académicos qué son: humanos, jueces, maestros...?
–Examinamos cada palabra con los ejemplos, y decidimos si es poética, vulgar, jergal, si corresponde a una zona «provinciana», de la diacteología; los académicos examinan como en un juicio, y califican la palabra. Ya lo decía Fernando Lázaro, la Academia es notaria de lo que ocurre en el español. La incorporación de las 21 Academias del español nos ha dado una fuerza extraordinaria.
–La web www.rae.es es un tsunami.
«Hay meses en los que contabilizamos más de sesenta millones de entradas en www.rae.es»
–Hay meses en los que hemos contabilizado más de sesenta millones de entradas. Hay un programa donde se ve de dónde proceden las consultas: México encabeza la lista, Argentina tiene una fidelidad extraordianaria (más del veinte por ciento).
–¿La palabra vende?
–Anote. De la edición conmemorativa del Quijote se vendieron en dos años 2.700.000 ejemplares, sobre todo en América; de «Cien años de soledad», más de un millón.
–¿La revolución más importante en estos tres siglos de Real Academia?
–El primer Diccionario, en seis volúmenes, fue una proeza enorme: empieza en 1713 y en el 26 ya está saliendo. Era gente con mucho tiempo, sacerdotes, militares, bibliotecarios..., con una base técnica muy buena. Quedan hoy en el DRAE definiciones que recuerdan a las de 1726.
«La tecnología en la Real Academia Española comenzó con la fotocopia»
–¿Cuándo comenzó la tecnología en la RAE?
–Cuando nació la fotocopia. Internet ha dado una formación teórica, que permite atacar rápidamente los problemas del Diccionario. Pero las nuevas tecnologías, a finales del XIX, posibilitaron la fotocopia, y no había ya que copiar los textos. Porque antes los ficheros se copiaban a mano, ahí están digitalizados los doce millones y medio de fichas. Con la fotocopiadora ya no se producían erratas, sino que era la seguridad de que el texto era fiel. Ese fue el comienzo.

JORGE EDWARDS







“O te quitas el pudor o no escribes”

Jorge Edwards publica ‘Los círculos morados’, primer tomo de sus memorias personales
JUAN CRUZ Madrid FUENTE: EL PAÍS. es

Se desnuda y contempla desnudos Jorge Edwards (Chile, 1931, premio Cervantes de 1999) en el primer tomo de sus memorias personales, Los círculos morados (Lumen), que aparece en España. Pudor, curas, enamoramientos y sexo (imaginado o real) en una colección de recuerdos de su infancia, hasta la adolescencia. Sobre el contenido elaboramos ayer con él este diccionario.
Pudor. “Es un sentimiento muy juvenil; de viejo uno se vuelve impúdico. Es natural y preerótico. Aquí hay mucho pudor, pero lo rompí. No se pueden escribir memorias auténticas si eres demasiado púdico. O dejas a un lado el pudor o dejas de escribir. La sociedad chilena a la que pertenezco es muy cursi, muy siútica; en ella el qué dirán es paralizante, hay demasiado sentido del ridículo, demasiadas modas imperativas. Pero era también una sociedad llena de excéntricos que rompían la norma. Decía Pablo Neruda que había que guardarlos en alcanfor. En ese ambiente era difícil escribir memorias como estas, así que las he escrito de viejo, cuando ya no hay pudor. Me hizo bien escribirlas a 10.000 kilómetros de distancia, en París, donde soy embajador de mi país”.
Memoria. “Otra vez con las memorias. Las memorias tienen límites y trampas; yo invento personajes, dejo que el lector vaya para un lado cuando yo estoy ya en el otro extremo. La memoria es un invento y un arte, tienes que romperla en pedazos, porque la memoria absoluta te vuelve loco. El secreto de todo es escribir: la escritura te libra incluso de la memoria, y eso es lo que hago, escribo, aunque parezca que hago memoria. Aquí he sido capaz de contarme con mis limitaciones. Ahora por lo menos soy un personaje de mi memoria, no sé si salgo bien o mal parado. ¿Es digno mi pasado? ¿No lo es? No nos metamos en honduras”.
Edwards. “¿Que quién es este Edwards que sale en el libro? El que se ha salvado por la escritura de la memoria. La escritura te permite ir conquistando una serenidad, consigues con ella exorcizar unos defectos: he sido muy tímido, muy limitado, muy testarudo, muy obstinado. Siempre veo en los otros perfecciones de las que carezco, son mejores lectores, mejores deportistas… A veces me da rabia haber sido escritor, ¡tendría que haber sido futbolista! A veces no sé qué hago en ningún sitio”.
Curas. “Aún siento el revoloteo de sotanas de los curas jesuitas a los que me llevó mi madre después de haber hecho la primaria en un colegio mixto. En el mixto pololeaba con las chicas. En el de curas había un jesuita que tenía ojos de uva (lo llamábamos Diuva). El padre Lorenzo. Sombrío, imperaban las normas. Preguntaba: ‘¿Cómo está tu pureza?’. Uno que se llamaba Jaramillo le preguntó, a su vez: ‘¿Y la suya?”.
Sexo. “Ahí lo cuento. Un cura llamado Cádiz, al que luego sacaron de la compañía, se aficionó, me buscaba. Lo cuento porque ya está maduro para ser contado. No quería explayarme ni montar un escándalo, ni eso es tan importante en el libro, porque no lo es en mi memoria. Me quedaron algunas secuelas, miedos, angustias, incertidumbres…, pero ya no, ya pasó. Es mi prehistoria de escritor, no significa nada. Lo que sí ocurre es que me paran muchos en Santiago: ‘A mí también me pasó, a mí también me pasó…’. ¡Caramba, a cuántos les pasó!”.
Enamoramientos. “Hubo muchos, no todos están en el libro. Hubo platónicos, con amigas de mis hermanas. Hubo amores muy escondidos, con mucho miedo. En la adolescencia me atreví más, y tuve que aprender boxeo para defenderme de algunos celosos. Pero el médico me dijo que yo no debía boxear, así que paré un poco. Había un poeta inglés que decía que él había creído que el sexo acababa a los 40, luego pensó que a los 50, y así hasta los 80. ¡Y no se acaba nunca! No se acaba nunca, doy fe. Eso decía también un cura jesuita que revolucionó el colegio; era norteamericano, se bañaba con tanga, imagínate. El problema sexual, decía, no tiene cura, ni casándote, ni siendo cura, ni haciéndote maricón (marricconn, pronunciaba)… Y nos aconsejaba: ‘Tiren (follen, en el argot chileno), pero tiren con condón…’. El condón era anatema entre los curas, claro”.
Unamuno. “Lo descubrí en la adolescencia; me gustaba que estuviera en contra, que discutiera. El padre Hurtado, al que luego hicieron santo, puso el grito en el cielo: ‘¡Es un hereje!’. Lo hicieron santo a Hurtado. Un día me escribió el cura Bernardino Piñera, que tiene 96 años y es sobrino del presidente chileno. Le había interesado la figura de Hurtado en mi libro. Era un verdadero santo, me dijo, pero no tenía ningún gusto literario. No es justo: no tenía gusto, pero sabía por dónde debía ir la literatura católica. Me hizo leer a Maritain, a Claudel. También leí a Azorín, lo imitaba”.
Neruda. “Sí, se rió de mis versos. Le había gustado, dijo, un libro mío de relatos, El patio, así que un día le llevé un soneto. Se lo leí. No dijo nada, mantenía sus manos en la panza, mirándome. ‘¿Qué, Pablo, te gusta?’, le dije. ‘Eres mejor prosista’. Él estaba harto de que le leyeran versos; un tío iba a leerle poemas hasta cuando él estaba sentado en el trono del excusado”.
“Y a menudo me desencanto”. “Sí, eso digo de mí mismo en el libro. Por lo general soy de temperamento optimista, recupero la ilusión con cualquier cosa. Por ejemplo, me acaban de llamar para decirme que una mujer muy guapa quiere conocerme, y eso me ha puesto contento”

LAS PALABRAS




Las palabras más largas del mundo
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Con más de 182 letras y prácticamente impronunciable, el vocablo más extenso jamás escrito pertenece al griego antiguo

BITACORAS.COM

La palabra más larga del mundo cuenta con 182 letras, seguida por otra de 130
Internet es una fuente inagotable de todo tipo de curiosidades. Por ello, en nuestro habitual recorrido por lo más destacado de la red hoy queremos compartir un artículo publicado en el blog «La piedra de Sísifo», que seguro que hará las delicias de los aficionados a los populares juegos de mesa consistentes en formar palabras.
Se trata de una recopilación con algunas de las palabras más largas del mundo, extraídas del libro «Listamanía» y que está encabezada por«Lopadotemachoselachogaleokranioleipsanodrimhypotrimmatosilphioparaomelitokatakechymenokichlepikossyphophattoperisteralektryonoptekephalliokigklopeleiolagoiosiraiobaphetraganopterygon»,un vocablo de 182 letras en griego antiguo, que fue inventado con fines humorísticos por el escritor Aristófanes, para designar una comida ficticia.

El vocablo más largo del mundo fue inventado con fines humorísticos

El siguiente sustantivo, ya real, de este particular ranking, tiene 130 letras, pertenece al sueco y significa «Artillería de la costa norte del Báltico, construcción de un simulador de vuelo, sistemas de monitorización y mantenimiento y preparación de posters de comunicación»:Nodöstersjökustartilleriflygspaningssimulatoranläggningsmaterielunderhallsuppföljningssy-stemdiskussionsinläggsförberedelsearbeten.
«Taumatawhakatangihangakoauauotamateaturipukakapikimaungahoronukupokaiwhenuaki-tanatahu», es un topónimo maorí de 85 caracteres que designa «la cumbre donde Tamatea, el hombre de grandes rodillas, el escalador de montañas, el que se traga la tierra cuando viaja, toca la flauta nasal a su amada».
Con 70 letras, la palabra «muvaffakiyetsezlestiricilestiriveremeyebileceklerimizdenmissinizcesine» es la más larga del idioma turco. Significa «por lo visto a usted no le podemos hacer fracasar fácilmente».
El alemán, también posee vocablos eternos y de pronunciación imposible, como«DONAUDAMPFSCHIFFFAHRTSELEKTRIZITÄTENHAUPTBETRIEBSWERKBAUUNTERBEAMTEN-GESELLSCHAFT». Sus 80 letras designan la «asociación de funcionarios de una naviera que operaba en el Danubio antes de la primera guerra mundial».

La palabra más larga del castellano tiene 23 letras

«LLANFAIRPWLLGWYNGYLLGOGERYCHWYRNDROBWLLLLANTYSILIOGOGOGOCH» es la forma de designar una estación galesa cuya traducción es «Iglesia de Santa María, en el hueco del avellano blanco, cerca del hidromasaje rápido y la iglesia de San Tysilio de la cueva roja» en 58 caracteres, mientras que«Chargoggagoggmanchauggagoggchaubunagungamaugg», con45 letras, da nombre a un lago de Massachusetts que podría traducirse como «lugar fronterizo de pesca, zona de encuentro neutral».
Esta peculiar lista de palabras inmensas y casi impronunciables la cierran dos vocablos en holandés de 40 letras cada uno. El primero,«Bestuurdersaansprakelijkheidsverzekering», significa «seguro de responsabilidad del conductor», mientras que el otro,«Kindercarnavalsoptochtvoorbereidingswerkzaamheden», no es más que el empleado para referirse a la «preparación de una cabalgata infantil para carnaval».
Para quien se pregunte cuál es la palabra más larga del castellano, diversas fuentes apuntan que, aunque existen numerosas formas compuestas que la superan, con sus 23 letras«electroencefalografista» es el vocablo más extenso de todos los incluidos en el Diccionario de la Real Academia Española.


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Recomendación del día


camorra, en minúscula

El sustantivo camorra se escribe en minúscula.

Tanto el Diccionario académico como el Clave escriben en minúscula el sustantivo camorra, definido como ‘mafia napolitana’. Por consiguiente, teniendo en cuenta esta definición, camorra napolitana podría resultar redundante.

Sin embargo, con motivo de la reciente detención de un capo de esa mafia, los medios informativos están escribiendo de diferentes maneras el nombre de la organización criminal de la que forma parte: «Vittorio Maglione, perteneciente a la Camorra Napolitana...», «Detenido un capo de la camorra napolitana» o «Cae en la Costa del Sol un jefe de la Camorra».

Lo apropiado en los ejemplos anteriores habría sido escribir «Vittorio Maglione, perteneciente a la camorra...», «Detenido un capo de la camorra» o «Cae en la Costa del Sol un jefe de la camorra».

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