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quinta-feira, 5 de setembro de 2013

EL ESPAÑOL NUESTRO


05/09/2013 | MARÍA LUISA GARCÍA MORENO (PERIÓDICO GRANMA, CUBA, JULIO DEL 2013)

Los árabes acumularon importantes conocimientos astrónomicos que explican su aporte lingüístico a esta ciencia; por eso, muchas palabras de nuestra lengua relacionadas con este tema proceden del árabe. Un ejemplo es almanaque, del árabe hispánico almanáh, 'calendario' y este de manah, 'alto de la caravana en el desierto para observar las estrellas que orientan la ruta'.


Hoy resulta frecuente que se formen siglas a partir de los nombres de conceptos, fenómenos, aparatos y enfermedades, los cuales no se corresponden con marca o nombre propio alguno. La sigla así formada a menudo se escribe en mayúsculas, pero el nombre del que procede se escribe con minúsculas, por ejemplo, producto interno bruto (PIB), equipo de tomografía axial computarizada (TAC). Aprovecho para recordar que las siglas que pronunciamos como palabras y tienen de cuatro letras en adelante se convierten en acrónimos y se escriben con inicial mayúscula, si son nombres propios: Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), Mercosur (Mercado Común del Sur), Unesco (United Nations Educational, Scientific, and Cultural Organization [Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura de las Naciones Unidas]).

Los nombres de los principios activos de las medicinas, es decir, el medicamento propiamente dicho, son comunes y se escriben con minúscula inicial: Tengo que comprar paracetamol. En cambio, las marcas registradas son nombres propios y deben escribirse con mayúscula inicial; por eso en los frascos comerciales aparecen así: Heberprot- P. Incluso, los nombres comerciales que pasan a designar un producto cualquiera con las mismas propiedades esenciales funcionan como nombres comunes y se escriben con minúscula: ¿Tienes una aspirina? Y eso equivale a cualquier analgésico.

Quienes hayan visto la novela Terra nostra habrán escuchado el uso frecuente del término carcamal, que define Juan Marinello en su Guacalito de cubanismos: ‘dícese en Cuba a la persona inútil físicamente, más comúnmente al vencido por la edad’. También en ese glosario podemos hallar bala o balín, como se decía en algunas regiones, en referencia a la persona antipática, pesada, y cabrearse, ’enfadarse, violentarse’, que proviene de cabra, lo que hace pensar en una fiereza que están muy lejos de poseer tales animalitos.

Con respecto a carretero, lo define como ‘el café muy fuerte y hecho sin azúcar’, con lo que discrepa de Fernando Ortiz, para quien esta palabra caracteriza ‘el café sin colar y lige­ramente espumado’.

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