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quarta-feira, 31 de julho de 2013

Lecciones de ortografía francesa y dignidad africana







Por: Ángeles Jurado en El País - España

Pocos medios occidentales y aun menos españoles (salvo honrosas excepciones) se han hecho eco de la carta de Bousso Dramé a las autoridades consulares francesas, rechazando amablemente un visado para visitar París. La misiva ponía punto final al intento de una joven consultora internacional de nacionalidad senegalesa, ganadora de un concurso de ortografía del Instituto Francés en Dakar, de disfrutar de su premio: una formación cinematográfica en la capital gala. El trato condescendiente y las humillaciones constantes de las autoridades consulares francesas en Senegal impulsaron a esa joven a declinar la invitación y escribir un texto que ha encendido los ánimos entre las juventudes africanas, iniciando una serie de mensajes e iniciativas de apoyo de una punta al otro del continente.

El momento coincide con la puesta en marcha del principio de reciprocidad en Senegal: los franceses y otros ciudadanos europeos necesitarán pasaporte biométrico y visado para entrar en el país. La elección de Macky Sall como presidente marcó un punto de inflexión en lo que se refiere al equilibrio en las relaciones entre Senegal y Francia, impulsado también por situaciones que alteraron a la opinión pública del país de la Teranga. En junio de 2012, denegaban el visado para Francia al cantante Thione Seck. Un mes más tarde, el profesor universitario Oumar Sankharé, el segundo catedrático africano en gramática francesa tras Léopold Sédar Senghor, sufría la misma vejación.
Lo habitual es exigir a un ciudadano africano que quiera viajar a Europa requisitos como sus nóminas y contratos, reserva de hotel y vuelos, un extracto bancario en el que figure una cantidad que pueda garantizar la cobertura de un gasto mínimo de entre 25 y 50 euros por día, una fianza, documentos identificativos en regla e invitaciones expedidas a través de la policía del país al que viajan. Para un español que quiera viajar a Costa de Marfil, por ejemplo, 50 euros por visado, dos fotos, la vacuna de la fiebre amarilla y rellenar un formulario sencillito es suficiente.
Uno de los africanos que ha reaccionado a la carta de Bousso Dramé de manera tangible es Cyriac Gbogou, impulsor de un artículo colectivo que todavía se cuece y que implica a ocho autores de ambos sexos procedentes de Burkina Faso, Benín, Camerún y Costa de Marfil. El bloguero y comunicador marfileño ha sufrido en sus carnes la limitación de las trabas burocráticas para plantarse en Europa llegando desde África, con ocasión de una formación en París que no pudo disfrutar a causa de la lentitud del proceso de visados.
"Es un freno al desarrollo africano -opina por Skype desde Abiyán- Merma la formación de los africanos que quieren arreglar los problemas de África. No estamos hablando de llegar a Europa y quedarnos allí. Estamos hablando de que queremos que los problemas africanos sean solucionados en África por los propios africanos. Tenemos los recursos. Unidos, podemos hacer muchas cosas. Conseguiremos triunfar si conseguimos unirnos. Para las autoridades consulares occidentales, todos somos susceptibles de pedir un visado para no volver. No entienden que, para muchos de nosotros, allí no hay nada. Trabajamos por el futuro de África. Y el futuro de África pasa por la reciprocidad".
"La carta de Bousso Dramé es la respuesta de millares de senegaleses y de africanos a un método y un comportamiento bien conocidos por parte de ciertos servicios de visado de países europeos -opina el ciberactivista senegalés Cheikh Fall- Ella osó responder por esos millares de jóvenes africanos que sufren todos los días reacciones vejatorias cuando intentan demandar un visado. Ese tratamiento no es una cosa de hoy. Pero jamás habíamos estado tan bien formados para hacer oír nuestra voz. Bousso ha entendido la importancia y el poder de los nuevos medios. Una vez publicada en facebook, su carta dio la vuelta al mundo en algunos minutos. Eso provocó la reacción del consulado y su respuesta".
La ciberactivista camerunesa Julie Owono califica, por su parte, de valiente la reacción de Bousso Dramé. "Es una de las pocas voces que expresan públicamente el hartazgo de muchos ciudadanos africanos del antiguo imperio colonial francés con el tratamiento que reciben en embajadas y consulados galos. Ella forma parte de una nueva generación africana que no conoce el colonialismo ni fue testigo de los tiempos en los que hombres y mujeres negros tuvieron que inclinarse ante los colonialistas blancos en su propia tierra. Pertenece a una generación que conoce sus derechos y que exige ser trataba como seres humanos acreedores de dignidad y respeto".

Para Julie Owono, las universidades francesas están perdiendo su atractivo entre los estudiantes africanos: en algunos países de África occidental, incluido Senegal, Francia ya no es el principal destino de los universitarios.

"Desgraciadamente, parece que no eso no sirve de llamada de atención a las autoridades francesas. El cónsul francés en Dakar, en una entrevista en Jeune Afrique, mostró esa arrogancia denunciada por Bousso Dramé y otros jóvenes africanos. Todos recordamos esta circular, firmada en mayo de 2011 por Claude Guéant, antiguo ministro del Interior francés, que impedía a los estudiantes extranjeros tener su primera experiencia profesional en Francia después de su graduación. Aunque fue revocada en mayo de 2012, tras la elección de François Hollande, la herida permanece viva todavía en la mente de los estudiantes africanos. Es una actitud paradójica y totalmente contraproductiva: cuando recientemente el parlamento francés adoptó una ley para enseñar en inglés en las universidades francesas, muchos no estuvieron de acuerdo, afirmando que se trataba de una decisión que pondría en peligro la influencia de la lengua francesa. En realidad, la influencia de la lengua francesa se mantiene hoy gracias a la mayoría de la gente que la utiliza, es decir los 200 millones de personas que tienen este idioma en común en África subsahariana. Muchos escritores, músicos y otros artistas siguen manteniendo este idioma vivo. Pero con esta actitud, más países africanos eligen el inglés como su lengua principal, como Ruanda y Gabón, y Francia pierde uno de sus principales instrumentos para garantizar su influencia en el continente africano".
Cheikh Fall asegura que nunca ha tenido el deseo de abandonar su país para instalarse fuera. "Incluso después de mi bachillerato, jamás he realizado gestiones para continuar mis estudios en Francia. Siempre creí que era posible estudiar en tu país para después servir a tu patria. El amor por mi país siempre me ha motivado y jamás dudé de que era posible aportar, a mi manera, mi "piedra" al edificio nacional desde mi campo. Ha llegado la hora de que los jóvenes africanos comprendamos que Europa no es forzosamente la solución. ¡La solución está en nosotros! Si hoy hablamos de África como el continente de la esperanza y que crece, es así cómo los africanos debemos comprender esta realidad y conseguir los medios para construir nuestro continente".
Sobre la política de visados y control de fronteras de la Unión Europea, opina que son necesarios la audacia, el valor y la voluntad política de los dirigentes africanos para imponer nuevas condiciones en el partenariado del continente con otros continentes y países en beneficio de África y los africanos. "Redefinir las relaciones para servir a los intereses de los africanos puede hacer cambiar las cosas, sobre todo con este fenómeno en torno a las demandas de visados. No cesaremos de reclamar valentía política por parte de nuestros dirigentes para redefinir los términos del partenariado entre África y Europa".
"Hoy en día, la parte visible del iceberg es el número de demandas de visado pero hay que recordar que no son gratis. Las tarifas que se imponen a quienes demandan un visado, aunque se rechace su petición, no se devuelven. Si el embajador explica orgulloso que el consulado de Francia en Senegal recibe 32.000 peticiones de visado anuales, olvida que esa cifra significa más de un billón y 300 millones de francos CFA al año (casi 2 millones de euros). Ese dinero lo consigue Francia sobre las espaldas de los demandantes de visado".

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