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quinta-feira, 25 de julho de 2013

Francisco de Vitoria:





Un teólogo hispano para la historia
Por DANIEL MARÍN ARRIBAS en La Gaceta - España

Fundador de la Escuela de Salamanca, defensor de la Tradición católica y padre del Derecho Internacional.

Hace ya 500 años en una soleada mañana de verano como la de hoy, España veía al mejor teólogo de su historia moderna coronar tras un duro régimen de trabajo y oración diaria los estudios de bachiller en los claustros de la Universidad de París. Un año clave, que marcará el inicio de una espléndida y brillante carrera académica que llegará a tener honda repercusión internacional. No en vano su persona se ha inmortalizado en forma de escultura en ciudades como Vitoria o Salamanca, y su figura ha dado nombre a aulas de organismos mundiales tan importantes como la ONU.
Francisco de Vitoria, nacido seguramente en Burgos, es el sabio más importante del siglo XVI español. Padre dominico, hijo adoptivo de Salamanca y maestro de la hispanidad, fue figura señera en una época en la que en Europa se presentaban grandes y profundos cambios. El nominalismo de Ockham, el voluntarismo de Escoto y la revolución protestante de Lutero amenazaban con trastornar el orden de la Cristiandad, dando origen a una nueva era con otras reglas y maneras de concebir lo antropológico, lo jurídico, lo económico y lo político que desembocarán en el siglo XVIII en el liberalismo.
Vitoria supuso un bastión de oposición a estos cambios. En el año 1526, tres después de finalizar sus estudios y tras rivalizar con Pedro Margallo, logró la cátedra de Prima de Teología de la Universidad de Salamanca, sustituyendo al fallecido Pedro de León. El 21 de septiembre ya catedrático, su primera reforma fue la de reinstaurar los estudios de tomismo cambiando el libro de las “Sentencias” de Pedro Lombardo por el de la “Summa Theologica” del Aquinate. Renovó el programa docente de la Universidad devolviéndolo a la ortodoxia católica, lo que supuso, incluso, competir con la recién fundada Universidad de Alcalá de Henares, en la que, aunque preservando los estudios clásicos, sí tuvieron acogida las novedades filosóficas.
Fiel a la Tradición, Francisco de Vitoria enseñó en metafísica el realismo, en derecho el objetivismo jurídico, en política defendió la separación del poder civil y el religioso supeditando el ministerio del primero al magisterio del segundo, y en economía condenó la usura por ser contraria al derecho natural y delimitó las márgenes morales dentro de los cuales el comercio se debía desenvolver para ser lícito.
Todo ello, le llevó a ser fundador de la hoy conocida como Escuela de Salamanca, dejando un reguero de discípulos, como Domingo de Soto o Melchor Cano, que continuaron y profundizaron sus enseñanzas. También, fue llamado por Carlos V a Trento para el Concilio de la Contrarreforma, aunque su salud por aquellos tiempos estaba tan delicada que le impidió acudir a la generosa invitación del Emperador.
Actualmente el maestro Vitoria es considerado padre del Derecho Internacional gracias a la reelección sobre los indios en la que defendió en virtud de la dignidad humana el respeto a las propiedades y los gobiernos de los moradores del Nuevo Mundo descubierto por Colón. No obstante, como católico tenía en mente un orbe evangelizado, y esta fue la tarea que propuso para los españoles en América; siendo siempre, por tanto, la autoridad del Papa la guía espiritual y moral de todas las leyes promulgadas y por promulgar.
De sus escritos no publicó nada en vida y todo lo que ha quedado de su sabiduría son los apuntes de sus alumnos y los testimonios de algunas personas que le conocieron. Fue sin duda un personaje que marcó a la ciudad y a la Universidad de Salamanca, y sus enseñanzas sirvieron y sirven de inspiración a generaciones enteras de católicos, incluida la propia Doctrina Social de la Iglesia inaugurada por el Papa León XIII como respuesta al capitalismo y al socialismo de la postmodernidad.

Citas doctas del maestro:
- “El que tiene un beneficio es dueño de él, pero no para todos los usos”
- “En la República todos formamos un solo cuerpo como dice el Apóstol"
- “Sin la esperanza de la bienaventuranza no serían los hombres buenos; no harían las obras como es debido"
- “Ningún príncipe cristiano es señor de estos indios”

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