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segunda-feira, 3 de junho de 2013

LA LENGUA VIVA


La paradoja del politiqués
Amando de Miguel

Llevo muchos años predicando la buena nueva sobre el politiqués, el divertido dialecto de algunos políticos. Mi ánimo es crítico pero también pedagógico, para lograr convertir a esos políticos recalcitrantes en ejemplo de la lengua común. No descarto (y ese es ya un verbo querido del politiqués) la miaja de entretenimiento que todo eso produce. Pero al final mi crítica ha producido un resultado no querido, a saber, que los aspirantes a políticos se aprestan a dominar el dialecto politiqués como una señal de triunfo. Un ejemplo menor. Traté mucho a Luis de Guindos antes de ser ministro. Ambos éramos expertos en el malhadado Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid. Ya apuntaban maneras de ministrable don Luis. Por ejemplo, usaba calcetines hasta la rodilla, un símbolo de socialización anticipada que no falla. Pero su lenguaje era fluido e inteligible. Ahora bien, nombrado que fuera para el alto cargo que representa, empezó a dejar caer la expresión "lo que es" a troche y moche. Es lo que los teólogos llaman "la gracia de estado" (con minúscula).

Acabo de entregar el manuscrito de mi próximo libro, Hablando pronto y mal (Espasa). Después de un largo capítulo final sobre el politiqués, he caído en la cuenta de que puede servir de vademécum para los aspirantes a políticos. Es decir, lejos de ser crítico o pedagógico, al final se consigue lo contrario de lo que era mi intención.

Agustín Fuentes es un infatigable recopilador de los giros del politiqués. Por ejemplo, acaba de registrar lo de "Aznar en estado puro" o la cansina repetición de "es por ello que" (un galicismo). Le sorprende la antífrasis "está de muerte" para indicar que algo resulta particularmente atractivo. Pero eso no es politiqués sino castellano coloquial, en ese caso muy expresivo. Añado otro ejemplo de antífrasis: lo de "pedazo de" para señalar lo óptimo.

Don Agustín aprovecha el espacio para lanzar su cuarto a espadas sobre los bables, fablas o falas. Su interpretación es que preparan la moda de los secesionismos en distintas regiones. "Al menos, el secesionismo verbal". Supongo que es lo que ocurrió en la torre de Babel. Concluye que con eso de las falas, "para mayor inri, permiten volverse obscuro en el habla y tribal en la conducta". Por cierto, me consulta el de Valencia sobre si hay que escribir "para mayor inri o para mayor INRI". Baste la caja baja. El inri es ya un sustantivo. Se trata de un ejemplo de la familiaridad con la que los españoles tratamos los asuntos sagrados. Lejos de ser un atentado con la religión, esa disposición es un refuerzo de la fe cristiana. En mi familia de origen siempre se ha dicho "es más ser serio que el orinal del Papa" y nadie tiene por qué ofenderse.

Don Agustín protesta contra esa moda de poner nombres propios o apellidos con una grafía peculiar, que indica la pervivencia de alguna fala o dialecto. Tampoco es como para escandalizarse. Yo tengo un hijo que se llama Ignacio Javier (doblemente jesuítico) y en todas partes es Iñaki, el hipocorístico familiar. Lo curioso es que en algunos círculos lo llaman "don Iñaki". Supongo que es por la coincidencia con el famoso Urdangarín. Resulta curioso lo de "Su Alteza Real, don Iñaki Urdangarín". Por cierto, ese apellido vasco quiere decir algo así como "cuidador de cerdos". Nadie tiene la culpa de su apellido ni de su figura. Son regalos de Dios, de la naturaleza o del azar.

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