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quinta-feira, 13 de junho de 2013

GLOBALIZACIÓN

Espejismos culturales y utopías
Por Ricardo Cappeletti - Analista, Diario La República - Uruguay

“Los filósofos no han hecho más que explicar el mundo, cuando de lo que se trata es de transformarlo”. (Carlos Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte).

El progresismo de la sociedad globalizada ha puesto en oferta un tentador producto con fines meramente electoralistas a escala universal. La liberalización del consumo y producción de droga pesada por parte de los estados, la despenalización del aborto -desprecio máximo a la vida, al valor de la familia como núcleo de base societaria y a toda la escala de derechos humanos- sumados ambos a la consumación de leyes que amparan a personas de un mismo sexo a unirse civilmente en matrimonio, aparecen como el tridente revolucionario de una sociedad moderna y de avanzada. Sin embargo, en medio de estos espejismos culturales, la brecha entre mundo rico y mundo pobre, lejos de acortarse se ha agigantado. Ese modelo liberal, progresista, funcional al sistema capitalista, ha pasado a ser gobierno y administrador de la pobreza y de la escasez de recursos en buena parte del planeta.

La izquierda universal -revisionista y reformista- ha claudicado frente al amo del mundo; esta izquierda contemporánea es mucho más eficiente en el gerenciamiento del Estado que sus antiguos enemigos. Las derechas han perdido razón de ser en esta nueva realidad política global y se han ido retirando de los asuntos de la “polis” a su ámbito natural que es el saqueo del mundo, las finanzas, la industria de la guerra y otros negocios denigrantes para la especie humana. En esa dinámica sin contenidos ideológicos se ofrecen bálsamos o espejismos culturales a efectos de que las clases dominantes continúen detentando el poder y se mitigue en cuentagotas el dolor y la insatisfacción que el sistema produce a una capa gigantesca de seres humanos asalariados y dependientes de esa burguesía, en un mundo que se puebla a diario de millones de desocupados y muertos de hambre.

No existe liberación del ser humano bajo las premisas de las leyes del mercado y una sociedad orientada hacia el consumismo y los principios rectores del neoliberalismo. El ciudadano no cuenta, aparece como un ser desconforme y apático con la política, pues el sistema político no lo representa, no es transparente ni sensible a las necesidades del hombre y mujer de a pie, no transfiere “empoderamiento” a los integrantes de la “polis”, y los líderes de la cosa pública se parecen cada vez más a las estrellas del rock de antaño, envanecidas por los aplausos de sus séquitos y por las encuestas de opinión que son funcionales al poder.

En este rincón del globo, la gran minería, el recurso por excelencia de los países andinos, permanece en manos de las grandes corporaciones apátridas, al igual que los latifundios intactos en su extensión y en las grandes utilidades que brindan a los dueños de las praderas argentinas, paraguayas, brasileñas y del Uruguay. Recursos básicos como el agua se están contaminando y escasean en una sociedad globalizada que no repara en su autodestrucción y menosprecia la conservación de especies y de un desarrollo sustentable.

La revolución cubana y continental del 59, que enarbolaron los barbudos habaneros está herida de muerte. Vivimos desde la caída de la Unión Soviética y el socialismo real al presente el oscurantismo posmodernista; presenciamos impunemente la claudicación y chantaje de la gran catedral consumista y corruptora de ideales y valores de fraternidad y respeto por la dignidad del ser humano.

Los espejismos culturales constituyen, desde nuestro humilde punto de vista consoladores de desgracia y frustración, en medio de un planeta que ha quedado desierto de utopías y a merced de los embusteros y traficantes de ideologías envasadas en las góndolas de los supermercados.

¿Qué sociedad queremos dejarles a nuestros hijos, nietos y futuras generaciones? ¿Qué ideario y valores representan hoy a los obreros, capas medias, a la inteligencia de un mundo que genera la riqueza que va a manos de unos pocos miles? En suma ¿qué nos guía e impulsa a modificar las actuales condiciones de vida del ser humano?

He allí el gran desafío para el debate y la construcción de paradigmas auténticamente revolucionarios que representen un mundo distinto al actual.

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