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sexta-feira, 10 de maio de 2013

“La encrucijada argentina. República o país mafioso”.


Carlos Gabetta: “No les exigimos a los gobiernos lo que deberíamos”
El ex director de Le Monde Diplomatique edición Cono sur estuvo en el stand de Ñ de la Feria del libro donde presentó “La encrucijada argentina. República o país mafioso”. “Tenemos una ciudadanía que se queja pero no atina a participar”, dice.

POR IVANNA SOTO – FUENTE: REVISTA Ñ – CLARIN – BUENOS AIRES


PROLOGO. "Elegí citar a Borges y a Jauretche para que no me acusen ni de liberal, ni de nacionalista", dice el autor.

“El libro trata de nosotros, desde el último ciudadano hasta el presidente de la República, todos”, dice Carlos Gabetta. El ex director de Le Monde Diplomatique edición Cono sur acaba de publicar La encrucijada argentina. República o país mafioso, donde habla de nuestro “ser nacional”. Empieza por los tiempos actuales, con una sociedad a la que define como desorientada y enfrentada, pero también retrocede a los gobiernos anteriores de todos los colores políticos que, desde su óptica, concluyeron en la corrupción, la violencia, la crisis económica y la impunidad. Todo para tratar de entender por qué, como dice, “no podemos dejar de ser un país bananero”.

-El libro abre con dos citas, una de Borges y otra de Jauretche, que hacen referencia a un "ser nacional" que nos impediría progresar como país…
-Yo me preocupé por citar a los dos para que no me acusen de liberal o nacionalista, porque son dos intelectuales que están situados en las antípodas, políticamente hablando, pero que dicen lo mismo sobre lo que los sociólogos llaman “nuestra personalidad básica”. Borges dice: “Nosotros somos individuos y no ciudadanos”; y Jauretche dice: “Nosotros somos vivos de ojo y zonzos de temperamento”. En definitiva, los dos dicen que somos individuos plenos y ciudadanos mediocres. Porque los dirigentes políticos y lo que pasa a nivel del Estado no es otra cosa que el reflejo de lo que la sociedad es capaz de exigir, reclamar, de aplicar, no sólo en lo que se refiere a sus derechos, sino, a sus deberes. Entonces, el subtítulo es “República o país mafioso”, porque esa es nuestra alternativa hoy: o construimos una República digna de ese nombre o nos instalamos definitivamente en una sociedad que tiene un Estado y los sucesivos gobiernos que se alternan con un comportamiento mafioso.

Hoy somos un país que produce alimentos para 200 millones de personas en un mal año, somos 40 millones en un territorio inmenso que podría albergar a 500 millones, y hay 8 millones que o no comen o comen muy mal o para comer tienen que ir a hurgar en la basura. Somos un país que no alcanza a explotar sus enormes posibilidades, no sólo naturales sino humanas. No les exigimos a los gobiernos lo que deberíamos. Nuestro comportamiento cotidiano, aunque individualmente funcionemos bien, en términos cívicos no es correcto: desde pasar el semáforo en rojo hasta decir que los políticos “Roban pero hacen”. Esa es la madre del borrego de nuestra impotencia.

A lo largo del siglo XX hemos tenido una sucesión de golpes de Estado que no han permitido que la democracia se instale. En 1983 la democracia se instaló pero es una “democracia”, porque lo único que hemos cumplido fue ir a votar cada tantos años y que distintos gobiernos se sucedan, porque hemos tenido la crisis de 2001, tenemos una inseguridad brutal, nuestro sistema educativo y de atención sanitaria se ha degradado enormemente, la corrupción es estructural, la impunidad otro tanto. Y tenemos una ciudadanía que se queja de todo esto pero no atina a participar, y más que quejarse, sufre todo esto.

-Las distintas formas de intervención actuales, sea militancia, protestas, marchas, ¿son realmente actos de ciudadanía o son reclamos meramente individuales?
-Hay que distinguir, porque hay protestas legítimas, espontáneas, y también tenemos muchas protestas que ya conocemos: gente que viene en colectivo, con el choripan, paga, traída desde los barrios. Nosotros tenemos uno de los sindicalismos más corruptos del planeta, nuestros dirigentes sindicales se eternizan en el poder, son millonarios y no lo ocultan. Y este dato es importante: que no lo oculten, que se sepa cuáles son los bienes de Moyano, cuáles fueron los de Ubaldini, los de Lorenzo Miguel, los de Pedraza, etcétera, indica que se sienten impunes. Saben que ya no las autoridades sino su sociedad, sus propias bases, no les reclaman. Entonces, acá tenemos una especie de círculo vicioso donde, puesto que nada se resuelve, nada es reclamado en tiempo y forma y con la persistencia necesaria. Entonces, todo termina agravándose en una pendiente cuyo ritmo de caída se acelera. La prueba es el 2001. En el momento en que hubo una quiebra del sistema bancario, financiero y de toda la estructura económica, la gente salió a la calle diciendo “Que se vayan todos”. ¿Acaso se fue alguien? Nadie.

-¿Y estas últimas, como el 18A, por citar alguna?
-El 18A es una reacción muy interesante de una parte de la sociedad que protesta contra todo lo que ya sabemos de este gobierno actualmente. Ahora, eso tiene que traducirse en proposiciones concretas, en un programa concreto alternativo que evidentemente tiene que asumir la dirigencia política. El 18A tiene que reiterarse, sistematizarse y ampliarse, y ya no sólo para protestar contra el gobierno, sino para preguntarles a los representantes de la oposición qué es lo que proponen. Hasta ahora lo que vemos es que son lo mismo.

-¿Y cómo es posible esto con una política construida como sistema de creencias?
-Exactamente, así construyen la política. Y esto no es propio de este gobierno solamente, con otros gobiernos también ha pasado. Por eso, el capítulo “Pensar la Nación” empieza en 1810. Es una cosa que se viene reiterando y se ha ido agravando. Por ejemplo, en julio del año pasado renunció el presidente de Alemania, Christian Wulff, porque una semana antes la prensa había publicado que, siendo lo que para nosotros sería el “gobernador” de Baja Sajonia, había contraído un crédito con una banca privada para comprarse una casa para él y su familia. Ahora bien, los funcionarios en Alemania, mientras están en ejercicio de sus funciones, no pueden mantener ningún tipo de relación con el sector privado. Sale en la prensa esto y la corte de Hannover le pide el levantamiento de la impunidad. Y el presidente de Alemania al día siguiente renuncia, porque no tuvo apoyo de nadie, ni de su partido, ni de Angela Merkel, ni de la sociedad. No hay un sistema de creencias ahí, en lo único que se cree es en la Ley.

-Igual que acá, ¿no?
-(Risas) Sí, igual que aquí con tantas cosas. María Julia Alsogaray, acusada de gravísimos casos de corrupción, no acaba de ser ni absuelta ni declarada culpable, sino simplemente su causa prescribió, después de más de diez años. Entonces, evidentemente esto no funciona. Y no cité el caso de Alemania porque crea que es una sociedad perfecta. Hace 50 años estaba Hitler en Alemania. Las sociedades son organismos vivos que se enferman, generan anticuerpos, se curan o no y hay sociedades que se siguen deteriorando durante mucho tiempo. Alemania, que provocó la más espantosa y terrible de las catástrofes de la historia, el país de Hegel, Kant, Marx, tuvo a Hitler. No hay sociedades perfectas, pero hoy en Alemania las cosas son castigadas. Ese es el ejemplo y lo que tenemos que tener en cuenta nosotros. Como sociedad, nosotros nos hemos instalado en una especie de resignación cuyo resumen es el “Roban pero hacen”. Es horroroso desde le punto de vista democrático republicano porque tienen que hacer sin robar.

-Pese a todo lo dicho, su libro no es pesimista. ¿Cuáles son las soluciones que plantea?
-Nosotros no somos lo únicos. Está lo que pasa en Italia, España, Grecia, Francia, como producto de la crisis estructural del sistema. Ahora bien, cada uno se cae desde donde estaba. Nosotros ya estamos en el fondo. Soy realista porque digo esto en el libro. Y creo que, con la ayuda de los testigos y entrevistados, lo demuestro. Pero no soy pesimista porque nuestro país sigue teniendo enormes posibilidades y puede salir de esta crisis mundial entre los líderes.

-¿Cuáles son algunas de las formas de reactivación de la ciudadanía?
-Ya hay síntomas: hay asociaciones civiles, jóvenes que se movilizan. La clave es empezar por lo local. En el barrio, la comuna, la municipalidad, la provincia. Si todos empezamos a presionar desde abajo, aplicando nuestros derechos y deberes, dando el ejemplo, no pasando el semáforo en rojo, no evadiendo impuestos. Pero es un círculo vicioso: la gente trata de no pagar impuestos porque no ve el producto de esos impuestos en la calle: ni en el transporte, ni en la educación, ni en la sanidad pública, en las calles, en las rutas. Entonces, dicen “Yo no pago”. Ahora, así seguimos viviendo mal. ¿Por dónde empezar? Hay que empezar por pagar y reclamar, por rechazar de plano el “Roban pero hacen”, que es falso. Quien roba, no hace. En general, no hacen nada y lo que hacen, lo hacen mal. Entonces, el trabajo ciudadano local es empezar por una propia introspección. ¿Qué soy yo como ciudadano, no como individuo? ¿Qué es lo que yo tolero o dejo de tolerar, con quién me asocio, cómo reclamo, cómo analizo cuáles son mis derechos y dónde está el sitio donde hay que reclamar, si es posible, acompañado? No hay otra solución. Algunas sociedades son capaces de hacer una autocrítica, modificar sus comportamientos y avanzar. Nosotros, hasta ahora, no.


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