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quinta-feira, 22 de novembro de 2012

FUNDÉU RECOMIENDA...


Recomendación del día


viernes negro, entrecomillado y en minúscula

Se recomienda que la expresión viernes negro, traducida del inglés black friday, y que se refiere al día que comienza la temporada de compras navideñas en los Estados Unidos, un día después del Día de Acción de Gracias, se escriba entrecomillada y con las iniciales en minúscula.

En los medios de comunicación es frecuente encontrarla en frases como «Este Viernes Negro llega en medio de la polémica porque anticipa su horario, algunos comercios abrirán antes de que los comensales se hayan levantado de la mesa el jueves» o «… confirmaron que irán a huelga por reivindicaciones laborales, en coincidencia con el Viernes Negro de compras en Estados Unidos».

Dado que no se trata de un nombre propio ni el de una festividad, lo adecuado es escribir esta expresión con iniciales minúsculas y entrecomillarla para distinguirla de aquellas otras que incorporan el término negro con otros sentidos, la mayoría de carácter trágico o negativo.

Así, en los ejemplos anteriores habría sido preferible decir «Este “viernes negro” llega en medio de la polémica porque anticipa su horario, algunos comercios abrirán antes de que los comensales se hayan levantado de la mesa el jueves» o «… confirmaron que irán a huelga por reivindicaciones laborales, en coincidencia con el “viernes negro” de compras en Estados Unidos».

Se recuerda por último que, si se opta por emplear la forma inglesa black friday, lo apropiado es escribirla en letra cursiva.

PALACIO BAROLO


De las logias al Dante, los misterios ocultos en un palacio de Buenos Aires

En el documental “El rascacielos latino”, el director Sebastián Schindel investiga la conexión del Palacio Barolo con “La Divina Comedia” de Dante Alighieri y se cruza con todo tipo de intrigas en la Buenos Aires del Centenario, incluso un plan secreto para enterrar allí las cenizas del Dante. Se estrena el miércoles 21 en las nuevas salas del CC San Martín.
POR VICTORIA REALE


El arquitecto Carlos Hilger, que estudió los símbolos secretos del Palacio Barolo, asegura que la distribución del edificio está basada en la métrica de La Divina Comedia. En el pasaje central, el palacio cuenta con 9 bóvedas de acceso que representan el infierno –siempre según Hilger–, y los pisos superiores y la cúpula los siete niveles del purgatorio. Sobre el faro está la constelación de la Cruz del Sur, que se ve alineada con el eje del Palacio Barolo en los primeros días de junio. La altura del edificio es de 100 metros y 100 son los cantos de la obra de Dante; tiene 22 pisos, tantos como estrofas los versos de La Divina Comedia.
¿Pero cuánto hay de cierto en la relación entre el Palacio Barolo y la máxima obra de Dante Alighieri? Sebastián Schindel, un amante de la arquitectura y de la literatura clásica, decidió indagar sobre las enigmáticas figuras del empresario Luis Barolo y el arquitecto Mario Palanti, dos inmigrantes italianos que idearon el Palacio en 1918, se inauguró en 1923 y se convirtió en el edificio más alto de Buenos Aires.
Además de director de El rascacielos latino, el documental que se estrena este miércoles a las 19.30 en las nuevas salas del Centro Cultural San Martín, Schindel encarna el papel de investigador que busca explicar esta relación y lleva adelante distintas pesquisas que indicarían la admiración de Mario Palanti por el gran poeta italiano. Y se pregunta qué función cumplía El Palacio Salvo, una torre gemela al Barolo que Palanti construyó en Montevideo. Varios de sus entrevistados aseguran en el filme que Luis Barolo y Mario Palanti pertenecían a una logia secreta en Buenos Aires, y que habían ideado un plan para traer las cenizas de Dante Alighieri.
Sebastián Schindel habló con Revista Ñ digital sobre los misterios que se propuso indagar: de la sospechosa muerte de Luis Barolo en 1922 (un año antes de inaugurarse el palacio), a la devoción del arquitecto Palanti por Benito Mussolini. “Luis Barolo fue un empresario textil de origen italiano que vino a la Argentina con la oleada inmigratoria de 1890. Acá creó una enorme fortuna y la dedicó a construir el Palacio Barolo”, aseguró el cineasta.
-¿Qué lo llevó a usar la estética de policial negro y a jugar el rol de investigador para contar la historia del Palacio Barolo?
-Siempre tuve claro que quería utilizar esa estética porque estaba a tono con los misterios ocultos que se tejieron alrededor del edificio. Algunas incógnitas son actuales, otras se sitúan en el Buenos Aires de 1920 y otras se remontan a 700 años atrás, en la época que vivió Dante Alighieri en Italia. La fotografía contrastada, oscura, por momentos atemporal, busca acompañar el clima de misterios que rodea la construcción del Palacio. Sabía que necesitaba la figura de un investigador que fuera el hilo conductor de la historia y decidí protagonizarlo porque era la persona que más conocía sobre el tema. Y eso era importante a la hora de hacer las entrevistas.
-En el documental, académicos ponen en duda la relación del Palacio Barolo con “La Divina Comedia”, pero luego otros estudiosos no tienen ninguna duda sobre la influencia del Dante en la obra del arquitecto Palanti. ¿Usted qué piensa?
-Los primeros académicos que entrevisté aseguran que no encontraron pruebas documentales que relacionen el edificio con la obra del Dante. Entonces consulté sus fuentes y encontré otras interpretaciones, ya que en 1915 había reseñas que relacionaban las construcciones de Mario Palanti con los dibujos de Gustave Doré, el ilustrador de La Divina Comedia del siglo XIX. Además, Palanti construyó una mansión frente al Palacio Alcorta, en la que se ve la figura de Dante Alighieri y su amada Beatrice grabadas en piedra y madera. Es una prueba fehaciente del interés de Palanti por la vida del poeta italiano. Durante mi investigación, descubrí que Luis Barolo y Mario Palanti pertenecían a la misma logia en Buenos Aires. Y se cree que la construcción del edificio fue parte de un plan secreto: ellos querían traer de Italia y enterrar las cenizas del Dante en el Palacio Barolo.
-Tanto Barolo como Palanti fueron inmigrantes italianos, ¿ellos pertenecían a la logia Fede Santa?
-No se sabe con claridad a qué logia pertenecían. En esta historia se cruzan diferentes organizaciones: los masones, la logia Fede Santa y también Los Templarios. Fede Santa fue formada por Los Templarios, perseguidos por el Papa Clemente V en 1310 que debieron pasar a la clandestinidad. El doctor Las Heras, un importante masón, aseguró en la película que la escultura que realizó Palanti y que iba a ser puesta en el hall central del edificio tiene inscripciones de la orden de Los Templarios que usaba la Fede Santa.
-¿Cómo llegó Mario Palanti a la Argentina?
-Palanti estudió arquitectura en el Politécnico de Milán, donde se recibió con honores, y fue contratado para trabajar en el pabellón italiano que se iba a realizar por el centenario de la Argentina. Llegó a Buenos Aires en 1909 y se contactó con la élite de la comunidad italiana. Luego de la Exposición de 1910, empezó a trabajar en el estudio del arquitecto Arturo Prins y colaboró con la construcción de lo que iba a ser la facultad de Derecho en la avenida Las Heras, que actualmente está ocupada por la facultad de Ingeniería. Luego abrió su propio estudio y construyó muchos edificios en la zona de la Avenida de Mayo y Rivadavia, entre ellos el hotel Castelar. Palanti se conoció con Luis Barolo e idearon el palacio para inaugurarlo en 1921, año en que se conmemoraban los 600 años de la muerte de Dante Alighieri. La construcción sufrió enormes retrasos y se inauguró finalmente en 1923, aunque hubo detalles que se terminaron casi diez años después.
-Luis Barolo murió antes de ver el palacio terminado…
-Murió en 1922 de forma sospechosa. Algunas personas que entrevisté dicen que se suicidó, otros que fue envenenado. Los diarios de la época aseguran que murió de un ataque cardíaco. Lo cierto es que tenía 52 años y no registraba ningún problema de salud. La hipótesis más jugada que puedo hacer es que Barolo se suicido no sólo porque no se terminaba el edificio, sino porque desapareció la escultura que representaba a Dante subiendo al cielo que había hecho Palanti.
-¿Qué tenía la escultura?
-Podría haber tenido algo oculto en su interior y por eso la robaron. Se dice que eran las cenizas del Dante. Lo cierto es que Palanti se fue a Trieste, Italia, a forjar la escultura, cosa que no se entiende, porque podría haberla hecho en Buenos Aires. La trajo a la Argentina y la obra desapareció. Hace menos de diez años la escultura reapareció en manos de un coleccionista privado en Mar del Plata. El administrador del Palacio Barolo se acercó al coleccionista y le ofreció comprar la estatua. El coleccionista se negó. Cuando éste murió, la gente del Palacio volvió a intentar comprar la obra, pero la viuda también se negó a venderla. Un tiempo después la escultura fue mutilada y desapareció nuevamente. Es un robo extraño porque si les hubiera interesado la obra no la hubieran cortado, y si fue por el bronce se hubieran llevado la base.
-Mario Palanti volvió a Italia luego de construir el Palacio Salvo, una réplica del Palacio Barolo, en Montevideo. ¿Por qué?
-Porque era un fascista convencido y volvió a ponerse al servicio de Benito Mussolini. Le propuso muchos proyectos, el más famoso es La Mole Littoria, el rascacielos más alto de Europa que representaría los ideales del fascismo. Pero Mussolini nunca le aprobó esos proyectos, así que Palanti le envió una carta diciéndole que se va a retirar de la arquitectura para vivir en el campo. La firma como “el campesino Mario Palanti”. Renunció a su matrícula de arquitecto y se fue a vivir como un ermitaño al campo, donde murió solo en 1979, a los 94 años. No dejó descendencia y lo único que construyó en Italia fue su tumba.

ESCRITORES "ON THE ROCKS"












Escritores ‘on the rocks’, mezclados, no agitados y con un toque de lima
Cheever, Parker, Faulkner, Pessoa, Baudelaire, Duras... 39 autores y los secretos de sus bebidas preferidas en el libro 'Mezclados y agitados'

ROCÍO HUERTA Madrid 20 NOV 2012 - 21:27 CET6

Dicen las malas lenguas que sir Arthur Conan Doyle se ayudaba de la cocaína y otros narcóticos para inventar las aventuras de su personajísimo, Sherlock Holmes.William S. Burroughs, que era adicto a la heroína, publicó en 1953 una de sus obras más célebres, Yonqui, bajo el seudónimo de Bill Lee. Del autor deEl libro blanco, Jean Cocteau, se dice que consumió opio durante una larga temporada.
Pero no nos engañemos; no solo de drogas duras vive la literatura. Los grandes de las letras también, y sobre todo, han salpicado sus manuscritos con gotas de bebidas alcohólicas y derramado sobre sus máquinas de escribir líquidos con alta graduación etílica (unos más que otros). El tándem de vocablos ‘escritor’ y ‘alcohol’ ha estado siempre ligado a nombres potentes de la historia de la literatura, empezando porBukowski, Truman Capote o Dostoievski. Es evidente que no todos los escritores han sido ni son alcohólicos pero, tampoco es baladí pensar que más libros de los que imaginamos nacieron en la barra de algún bar inmundo, en alguna fiesta donde el wiski seguramente corría a borbotones o en las mentes divagadoras y enturbiadas por la resaca del domingo. El escritor Antonio Jiménez Morato publica Mezclados y agitados (Debolsillo), una animada guía de los gustos espirituosos deRoberto Bolaño a Javier Tomeo, pasando por Fernando Pessoa oDorothy Parker, donde reúne entre copas y letras a escritores brillantes o aburridos, ebrios o abstemios, y sus cócteles favoritos o más afines. Todo ello acompañado de la receta de cada uno de los combinados con los que exceder la fiesta más allá de la lectura.
Gabriel García Márquez, por citar a alguno de los 39 literatos que incluye la publicación, era un incondicional de un combinado cuya receta exacta el Nobel nunca ha hecho pública, pero sí se sabe que incluía ron, y que le recordaba “al olor de la guayaba podrida”. Morato ha adjudicado al colombiano el Añejo highball (el pelotazo añejo, en lengua profana), que consiste básicamente en ron añejo, coraçao, zumo de lima y unas gotas de Angostura. Todo ello servido en un vaso alto con mucho hielo.
Las narraciones de John Cheever están íntimamente relacionadas con Nueva York, donde vivió el americano. “Cheever bebía casi de todo, pero sin duda el vodka, la ginebra y el wiski eran sus licores más habituales. Y el manhattan está basado en el wiski”, cuenta el autor del libro. Pero la adjudicación de este cóctel a Cheever, explica Morato, se debe sobre todo a que como él mismo explicó, “de no ser por los dos que su madre se tomó una noche durante un banquete, sus padres no le habrían concebido, ya que eran una pareja en la que el deseo había muerto hacía tiempo. […] Alguna vez Cheever dijo que el desafecto de su padre fue una de las razones que lo empujó al alcohol”.
Quien también se confesó alcohólico en sus memorias fue el realizador genial Luis Buñuel: “Toda mi vida ha habido veces en las que he bebido hasta caerme; pero casi siempre se trata de un ritual delicado que no te lleva a la auténtica borrachera, sino a una especie de beatitud, de tranquilo bienestar, acaso semejante a una droga ligera. En algo que me ayuda a vivir y trabajar”. Según el autor de Mezclados y agitados, el aragonés era un verdadero aficionado, (incluso le llega a calificarhooligan) del Martini. “Se tomaba cuatro o cinco diarios”. Y él mismo explicó cómo preparaba sus cócteles en casa. La receta, como ya se imaginarán, está en los libros. Y concretamente en este.
A lo largo de las 255 páginas del libro, Morato empareja así a cada escritor con su bebida más afín, ya sea por adicción o por uso social:Alejo Carpentier con el Daiquiri; a Marguerite Duras con el Negroni; aJulián Herbert con el Kamikaze; Tommas Mann con el Bellini; Juan Rulfocon el Margarita; William Faulkner y el Julepe de menta; Mario Vargas Llosa y el Chilcano; Julio Cortázar y el Cubalibre; Truman Capote y el Destornillador; Josefina Vicens y el tequila macho; Fernando Pessoa y el Porto flip; Jaime Gil de Biedma y el Sol y sombra; Hemingway y el Papa doble o Javier Tomeo y el café irlandés.
Es recomendable, eso sí, comer antes de leer, no vaya a ser que el calimocho de Fogwill les siente mal al estómago. Salud.

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