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terça-feira, 4 de setembro de 2012

GILLES LIPOVETSKY





Gilles Lipovetsky
París, 1944) Filósofo francés. Profesor de Filosofía en la Universidad de Grenoble, en 1983 publicó su obra principal, La era del vacío, que versaba sobre lo efímero y lo frívolo. En el momento de su aparición, el ensayo fue acogido en Francia con una fuerte polémica, aunque ciertos sectores lo saludaron como una especie de lema o paradigma que reflejaba a la perfección el mundo contemporáneo, visto como pura evanescencia.


"La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas."
Carlos Marx



La tesis principal defendida por Lipovetsky es que el filósofo tradicional ha permanecido demasiado tiempo encadenado a formas irreales y apartado de la realidad cotidiana de su propio tiempo, al modo del prisionero platónico, razón por la cual se ha apartado de los intereses vitales de una sociedad caracterizada por la cultura de masas. En oposición a esta tendencia escapista, Lipovetsky propone volver los ojos a la realidad concreta, es decir, al estudio de los fenómenos masivos y efímeros propios de la era contemporánea.
En su segundo trabajo, El imperio de los efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas, publicado en 1987, Lipovetsky llevó a cabo un amplio estudio sobre la moda, enfocado desde una perspectiva histórica, en el que intentó explicar la influencia de los cambios en los gustos de la moda en el sentido de la tolerancia y el relativismo en los valores, factores dominantes del individualismo del presente. http://disenonoconsumo.wordpress.com/influencias/gilles-lipovetsky/
La hipermodernidad según Gilles Lipovetsky
Lipovetsky analiza una sociedad posmoderna marcada, según él, por una separación de la esfera pública, y a la vez una pérdida del sentido de las grandes instituciones colectivas (sociales y políticas) y una cultura abierta con base en una regulación “cool” de las relaciones humanas (tolerancia, hedonismo, personalización de los procesos de socialización, educación permisiva, liberación sexual, humor). Esta visión de la sociedad plantea un neo-individualismo de tipo narcisista y, más aún, aquello que Lipovetsky llama la segunda revolución individualista. Toda la obra de Lipovetsky gira en torno a la evolución y desarrollo del individualismo actual. Estos análisis se centran en la creación de una nueva categoría de pensamiento: la de hipermodernidad. La hipermodernidad vendrá acompañada de un hiperindividualismo y ambos se enfrentarán con la ambigua concepción de la postmodernidad. La postmodernidad ya no sirve para definir el momento actual de las sociedades liberales. Estamos en un momento histórico donde no existen sistemas alternativos al presente y donde el mercado ha impuesto su ley. Es el momento de la hipermodernidad sin oposición alguna, sin normativa o regulación y que tiene el estatus de global. Con este término, Lipovetsky presenta un mundo caracterizado por la invasión de las nuevas tecnologías y la modificación del concepto de cultura. Vivimos en una sociedad donde el papel de la imagen se ha convertido en un ícono, rodeados de una pantalla global (computadores, teléfonos celulares y televisores), una pantalla que ha roto el discurso narrativo continuado a favor de lo plural e híbrido, sin forma definida y con total heterogeneidad. Se ha redefinido el concepto de cultura poniendo el acento en la formación de la misma a través del capitalismo, del imperio del hiperindividualismo y de la tecnociencia. A lo largo de sus análisis Lipovetsky, presenta un concepto de cultura del siglo XXI caracterizado por la cotidianidad en el acceso a las redes informáticas y sociales de modo inmediato, por el hiperconsumo en busca de la novedad (neofilia), por los medios de comunicación a la carta y un tecno capitalismo global. El clásico concepto de cultura, que diferenciaba entre la popular y la ilustrada, se ha desvanecido entre las redes y las nuevas tecnologías, y los campos de conocimiento empiezan a entremezclarse. La cultura es inseparable de la industria comercial y abarca todos los rincones del planeta, tiene aspiraciones concretas planetarias, independientemente del nivel económico. En la concepción del nuevo individualismo (hiperindividualismo) el pensador francés pone el acento en una de las características más importantes del tiempo hipermoderno: lo paradójico. El desarrollo de una cultura PSY (incremento del factor "psicológico"), el acceso democrático al lujo, y el hiperconsumo han provocado grandes desequilibrios internos en la relación del individuo consigo mismo. La línea de sus últimas publicaciones se encuentra muy ligada al análisis de los principales factores que organizan y mueven a la sociedad del momento. La economía ocupa uno de los papeles relevantes que mejor condicionan a la sociedad en la que vivimos. Existe un nuevo concepto de cultura, la cultura-mundo, que dista mucho del tradicional enfoque que otrora puso en marcha la Ilustración con la asociación de este término a los conocimientos humanísticos. La cultura-mundo actual significa el fin de la heterogeneidad tradicional de la esfera cultural y la llegada de la universalización de la cultura comercial, conquistando las esferas de la vida social, los estilos de vida y casi todas las esferas de las actividades humanas. En esta nueva cultura encontramos nuevos problemas con repercusiones globales tales como la ecología, la inmigración, la crisis económica, el terrorismo,… pero al mismo tiempo también tenemos crisis existenciales; de este modo Lipovetsky argumenta que el mundo se ha vuelto cultura y que a su vez, la cultura se ha vuelto mundo. http://elmitodeproteo.blogspot.com/2011/10/la-hipermodernidad-segun-gilles.html

El Imperio de lo Efímero (Alberto Sauret)
Entiende Lipovetsky que “el estado de gracia del mercado’, transido por un estilo de vida lúdico-estético-hedonista-psicologista-mediático’, constituye la superación de la moda contestataria, donde sobrevivían los últimos vestigios de la utopía revolucionaria. Ya no Revolución, sino entusiasmo de los sentidos. Ya no solemnidad ideológica, sino comunicación publicitaria. Ya no rigorismo, sino seducción del consumo y del psicologismo. ”¿Queda algo que, al menos parcialmente, no sea regido por la moda?”, se pregunta nuestro autor dándose lugar para desarrollar un exhaustivo análisis de ciertos procesos actuales, en buena medida extensivo del trabajo crítico de otros, de quienes se apartará diametralmente Por ejemplo, recuerda a Michel Foucault cuando trata a la moda como un dispositivo social; pero influencia más notoria es la de Jean Baudrillard, que ha visto en la forma moda y el proceso de consumo no un epifenómeno y mera manipulación de conciencias respectivamente, sino la lógica vertebradora de la sociedad moderna. Su extraño distanciamiento se hará patente cuando sostenga que la crítica a la economía política incurre en un anacronismo al denunciar la relegación del valor de uso que tiene lugar con el fetichismo del objeto-signo. Según Lipovetsky, los errores en el tema se remontan al siglo pasado, cuando les primeros planteamientos sistemáticos tratan a la moda en forma transhistórica, como una variación cíclica de la imitación social entre dos momentos de tradición, sin reconocerla como creación exclusiva de Occidente moderno. Esta idea, justificable mientras muchos aspectos de la vida social permanecían bajo la autoridad de la tradición, resulta insostenible “en un tiempo en que la economía, la cultura, la razón y la existencia cotidiana se hallan regulados por lo efímero y la seducción”. La debilidad del análisis clásico radicaría en que no ha sido capaz de ver en la inconstancia de la moda más que determinismo social exterior y no su aspecto principal de “exaltación moderna de lo Nuevo”, característica de una sociedad que se libera de los prestigios del pasado. Luego de un primer período, que se extendería desde finales de la Edad Media hasta bien entrado nuestro siglo, donde la connotación de la moda es primordialmente distintiva de clase, nos hallamos en una segunda fase, cuyo ideal supremo es parecer joven, “estar en la onda”, en la que ha declinado también toda valoración expresa del futuro: el eje de la temporalidad social es el presente. “Vivimos inmensos en programas breves, en el perpetuo cambio de las normas y en el estímulo de vivir al instante.” Con la actual fiebre de novedades, la movilidad frívola se ha elegido en sistema permanente, y la moda, antes periférica ahora ejerce una función hegemónica en nuestras sociedades, en las que “el comportamiento del elector está en trance de afincarse con el del consumidor”. La moda abierta de esta segunda etapa está dominada por el look –exquisito artificio por el que lo rebuscado debe parecer espontáneo– que nos habilita pura disfrutar sin inhibiciones el éxtasis de exhibir el espectáculo de nuestra renovada imagen a la carta para la admiración del otro. La sociedad frívola, sostiene Lipovetsky, no escapa al orden democrático, sino que lo consuma, pues cree ver en la frivolidad (el) último eslabón de la aventura plurisecular capitalista-democrática-individualista”, mediante el cual “el nuevo sistema de la moda se halla en perfecta concordancia con la open society. Este dominio de la moda total es culminación de un extenso “proceso de desacralización y de insustancialización de la razón” donde al final, instituciones burocráticas especializadas no sólo definen las necesidades y objetos económicos, sino que asimismo arbitran el “marketing político” y con los media engendra, su adecuado agente social el individuo-moda, con mentalidad chewing-gum, cultor de un “individualismo narcisista ansioso pero tolerante, de moralidad abierta y superego débil o fluctuante”. Entiende Lipovetsky que “el estado de gracia del mercado’, transido por un estilo de vida lúdico-estético-hedonista-psicologista-mediático’, constituye la superación de la moda contestataria, donde sobrevivían los últimos vestigios de la utopía revolucionaria. Ya no Revolución, sino entusiasmo de los sentidos. Ya no solemnidad ideológica, sino comunicación publicitaria. Ya no rigorismo, sino seducción del consumo y del psicologismo.” Además, pretende que la escuela de la bulimia consumista y su secuela de abulia política equívocamente muestran en crisis al homo democraticus, pues los devaneos de la moda en realidad perfeccionarían las democracias. “La moda tiene razones que la razón no conoce” y “es la condición de un movimiento de masa hacia las Luces”. Pero más desconcertante aún resulta cuando, buscando un principio de autoridad se atreva a sostener que, si bien en De la démocratie en Amérique no se encuentra precisamente formulada una teoría de la moda, la fidelidad al espíritu de Tocqueville permite concluir que “por medio de las epidemias miméticas, se camina hacia una mayor individualización de los pensamientos” y que, por tanto, con la moda plena se “diseña el estadio terminal del estado social democrático”.
Hace unos años Gilles Lipovetsky publicó su primer libro, La era del vacío, Un gran ensayo, vigoroso, incisivo y, en tanto que generador de inquietud, provocativo, incitador a la meditación. Pero hoy, junto a éste, le reconocemos por sobre todas la virtud capital de la prudencia de mostrar sin aventurar demostrar deslizando con la ironía de lo expuesto la sugerencia de que quizá haya más verdad en la frescura de ciertas manifestaciones más o menos espontáneas que en el amaneramiento insustancial de ciertas estigmatizaciones prêt-à-penser. A aquél lo hallamos un trabajo útil, a éste fútil, encuadernación de lo que trata, el imperio dé, lo efímero, pero no tanto en el sentido de lo fugaz como de lo vano; es mucho más que temeraria, una obra irresponsable.
“Dios los cría y el viento los amontona”; este hermano de leche de los yuppies, es también emanación del esprit du temps que sopla en la ciudad luz, que a los 100 años de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano erigiera la torre que la simboliza, y que hoy, al celebrar su bicentenario, junto a este tipo de cantores con matraca que exaltan el consumo desenfrenado como máxima vindicación de aquélla, ve levantarse los luminosos arcos triunfales de McDonalds, y pronto ofrecerá la mamandurria de su propia Disneylandia al módico alcance de un boleto de Metro. “Sólo los idiotas no cambian de opinión”, dice este hombre que en los swinging sixties adhería a “Socialisme ou barbarie“. Parece de los que entonces demandaban “queremos el mundo y lo queremos ya” y que hoy deberían agregar, “pero no para transformarlo, sino para tragárnoslo”. (En honor a los mejores digamos que también sobreviven algunos que “hace más de veinte años que tienen veinte años” porque prefieren “crecer a sentar cabeza”.) Este libro, entre otros valores, es buena muestra de lo ocurrido con muchos de lo que se vivieron turbados; revolucionarios modernos, hoy devenidos “posmodernos” más turbados aún por el mismo proceso que criticaban, que los ha reciclado en la deplorable versión de propagandistas ilustrados.” [1]
ALBERTO SAURET
Departamento Académico de Estudios Generales, ITAM.

COPLAS


Coplas de Juan Salvo
Por Juan Sasturain

“La mirada de un hombre que había
visto tanto que había llegado a
comprenderlo todo.”
Oesterheld


Si en el tiempo no hay caminos
¿por dónde camino yo?
Nunca es tarde, siempre es pronto
¿cuándo podré llegar hoy?
En un hueco de mañana
pisé la sombra de ayer.
Acaso cuando me vaya
habré llegado a volver.
Si me quedo, el tiempo viene;
si me muevo, se me va.
Camino para alcanzarlo
y me alcanza desde atrás.
Como todo lo he perdido
nada tengo alrededor.
Si me busco no me encuentro
soy mi propio perdedor.
El que gana tiempo pierde
la pasada eternidad.
El que pierde tiempo gana
la memoria del pasar.
Yo que todo lo he perdido
me he perdido a mí también.
Todo el tiempo he recorrido
del derecho y del revés.
Sangro tiempo por la herida
lenta de la soledad.
Ando solo por el tiempo
que lastima sin tocar.
La arena cuenta las olas
el mar no sabe contar.
El tiempo que suma y sigue
está aprendiendo a restar.

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Recomendación del día


el % se escribe separado de la cifra a la que acompaña

Cuando se escribe una cifra seguida de un símbolo, como el del porcentaje (%), ha de dejarse un espacio de separación entre ambos.

Sin embargo, es muy frecuente encontrar en la prensa ejemplos como «La tasa general de IVA sube al 21% y la tasa reducida al 10%», «Algunos establecimientos ya han lanzado descuentos del 21%» donde lo más adecuado, según la Ortografía de las Academias de las Lengua y el Sistema Internacional de Magnitudes de la ISO, habría sido dejar un espacio de separación entre la cifra y el porcentaje.

Se recuerda además que esta norma se aplica también a otros símbolos, como los de las unidades monetarias (el dólar, $, o el euro, €; por ejemplo) o los de las unidades físicas y matemáticas (como el grado Celsius, °C).

Así, en los ejemplos anteriores hubiera sido preferible escribir «La tasa general de IVA sube al 21 % y la tasa reducida al 10 %» y «Algunos establecimientos ya han lanzado descuentos del 21 %».

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