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terça-feira, 4 de dezembro de 2012

LA EXTRAÑA ILUSIÓN


Santiago Velázquez:
«Doy voz al militar que arrojaba a una persona viva al vacío durante la dictadura argentina»
ÉRIKA MONTAÑÉS- MADRID


El joven escritor, que cosecha éxito con su tercera obra «La extraña ilusión», patenta una técnica narrativa sorprendente: «Busco al lector exigente y algo más activo». ABC.es te da la oportunidad de hacerte con un ejemplar gratis de esta recreación de los atroces «vuelos de la muerte» que eliminaron de la faz de la tierra a 4.000 personas
ABC


El joven novelista y periodista Santiago Velázquez, satisfecho por el éxito de su obra «La extraña ilusión»
En 352 páginas y una complejidad técnica propia de artistas de la pluma como Vargas Llosa, Faulkner u Onetti, un jovencísimo Santiago Velázquez (Madrid, 1977) ha irrumpido como un coloso en la escena literaria con su tercer libro, que ya arrasa en cifras de ventas y solo lleva en los estantes de las librerías desde el pasado junio. El mismo escritor, novelista y profesional de la comunicación que sorprendió con su obra«La condena de Salomon Koninck», por la que recibió el Premio Joven y Brillante de Novela Corta, cosecha con este nuevo volumen el XIV Premio Tiflos de Novela, que le ha otorgado un jurado compuesto por personalidades de la talla, nada menos, que del nuevo Premio Cervantes, José Manuel Caballero Bonald. Aunque él, humilde y con los pies asentados en suelo firme, admite durante su conversación con ABC.es que, pese a que este libro ha superado las expectativas que tenía «con creces», no se ve a sí mismo en el futuro ganando ese todopoderoso galardón.
De la mano de «La extraña ilusión» y Velázquez, el lector se topa con un auténtico documental tejido a base de retazos de la Argentina del siglo XX y una atrocidad incontestable: la de vuelos en los que militares tan crueles como los de la Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA, eliminaron a 4.000 detenidos. Eso con la curiosa faceta narrativa de no escribir en una sola ocasión ni las palabras Buenos Aires, ni Perón (al que se alude con el nombre notorio en su país, «El Viejo»)...

-¿Y qué siente uno al ser condecorado por el último Premio Cervantes?
-Me siento muy orgulloso, y con cierto pudor, la verdad. En un premio así y con un jurado semejante el nivel de exigencia artística es muy alto. Te sitúa en un nivel alto, significa que los mejores te han leído y se han interesado por tu novela. Aun así me queda mucho por escribir y estoy a la altura de muy poco todavía, porque solo llevo tres libros.
-¿Uno sueña desde pequeño con que se reconozca su labor como escritor o periodista con un premio de este tipo?
«Soy un iniciado, me queda mucho por escribir, lo que saque del cajón»
-Uno siempre sueña con estas cosas. Con escribir un libro y luego tienes la esperanza de recibir buenas críticas por ello, es un sueño típico para la gente que empezamos y yo soy un iniciado. Ahora mismo estoy como en una nube, no terminas de creértelo. Escribes en tu cuarto, como un niño que sueña y describe a su modo su mundo y de repente ese mundo es leído y aceptado por la gente.
-Usted que compagina profesiones, ¿qué le supone un mayor reto: dedicarse a la Literatura o al Periodismo?
-Mi pasión es la Literatura, pero es más complicada porque requiere que te metas de lleno en un mundo complejo, con distintas técnicas, personajes, psicologías... es más complicado y requiere más tiempo. Para mí cada novela supone empezar de cero el relato. Con todo. El Periodismo te sirve también para esta labor, pero no del todo, porque no requiere tanto una perspectiva, unos personajes, una ambición y técnica precisos tan diferentes. Te ayuda a crecer, pero en cada novela vuelves a ponerte en el punto de partida.
-Dice que le queda mucho por escribir... ¿qué nos queda por leer de Santiago Velázquez?
-De entrada, todo lo que tenga en el cajón. Espero poder sacarlo, pero ahora mismo estoy pensando ya -aunque no me he puesto a escribirla- en una nueva novela, formalmente tan compleja como «La extraña ilusión», con técnicas narrativas que mezclan voces y en la que al final todo encaja, hay un hilo conductor y va en esta misma línea de complejidad formal. Para mí es indispensable que no se note, porque lo invisible se convierte en eficaz, y lo eficaz va indivisiblemente unido a que sea invisible y no se note.
-Con esa técnica narrativa que a usted tanto le gusta, ¿no se corre el riesgo de expulsar directamente al lector en las primeras páginas del libro y no volverlo a recuperar?
-Cierto. Es una técnica algo más compleja, que requiere que en las primeras 20-30 páginas del libro el lector haga un esfuerzo para acabar envolviéndolo en el flujo narrativo y golpear su sensibilidad. Me ha pasado que gente muy cercana a mí me ha dicho eso exactamente, pero yo busco al lector exigente, inteligente, algo más activo... Es como lo que me sucedió a mí con alguna novela de Faulkner o «La casa verde» de Vargas Llosa, pero el lector encuentra lo que quiere con constancia y poniendo los cinco sentidos en la lectura. La experiencia final es impagable.
Modelos a seguir
-Sus referencias en forma están claras, Vargas Llosa, Faulkner, Onetti.. ¿de qué fuentes bebe en el contenido?
-Mi referencia es Pío Baroja, salvando las distancias en espacio y tiempo, pero es el modelo a seguir por su frescura y la necesidad que tiene de enganchar al lector y no dejarle descansar hasta el final de la obra, el autor que persigue una historia y se sirve de un personaje para hacer disfrutar al lector. En contenido y por cuestiones de herencias de problemas por parte de familiares y sus tramas de personajes seríaThomas Mann.
-¿Cuánto de autobiografía hay en esta novela, «La extraña ilusión», con ese periodista que se encuentra en disposición de una noticia que le cuenta otra persona, en este caso Cloe a Jon Altadil? ¿Pretendió hacer una novela histórica con la recreación de la dictadura militar argentina de los años 1976 a 1983?
-De autobiografía en realidad hay poco. Lo poco que hay está disperso en varios personajes, no solo en Jon. Para mí, ése es uno de los ejercicios más difíciles que hay: saber manipular tu propia experiencia en favor de la narración, pero no era mi intención que fuese autobiográfica, aunque Jon es un periodista de 33 años. Me siento más identificado con el narrador, el amigo innominado que escucha a Jon y al que éste le cuenta la gran historia que da vida a la novela sobre el militar que participa en los llamados «vuelos de la muerte». Ese narrador va ordenando la materia narrativa, que absorbe como una esponja y la vuelca. Había más de autobiografía en otras de mis obras anteriores. Sobre el relato histórico, no me ha preocupado la cronología histórica, sino la verosimilitud del relato.
-¿Le traslado la pregunta que uno se hace al leer la obra: hasta qué punto un periodista tiene derecho a canibalizar la vida de los demás y le parece éste un debate actual o muerto?
-Me parece un debate de rabiosa actualidad, si me lo permite. Un buen periodista están en la obligación de contarlo todo, siempre que lo haga bien, y defendiendo en todo momento esa línea sutil que va del derecho al a información a la defensa de la privacidad.

Oficinistas de la tortura y la masacre

-¿En la piel de cuántos personajes ha querido meter al lector en esta obra: en la de periodista, militar, víctima, verdugo...?
-Hay muchos, sí, pero he querido sobre todo meterle en la piel de los verdugos, porque en la Literatura argentina se ha hablado mucho de las víctimas, y no se ha puesto en la perspectiva del militar, del verdugo, de qué puede sentir una persona que sale de su casa a torturar a gente y llega por la noche y acuesta a su niña con un beso. Cómo son estos mecanismos casi como en una oficina del dolor y la tortura, y al día siguiente, otra vez, y otra... Esas personas no pueden contravenir el Código ni las órdenes de sus superiores y están convencidos, además, de que están haciendo lo correcto. Durante los juicios, los militares lo siguen mantniendo y se consideran «juzgados por una victoria».
-¿Pero ha pretendido hacer de esos militares héroes?
-No he pretendido hacerlos buenos, sino lo que eran: seres humanos, con sus defectos y virtudes, con sus muchos contras y sus pros.
-Durante el periodo de incubación del libro se fue a Argentina...
-Sí, hablé con hijos de esos verdugos y militares, y es tremendo: su padre venía de trabajar como una persona normal, pero en realidad arrojaban a personas vivas desde aviones. Esos hijos tienen un descuadre mental increíble.
-¿Cómo definiría usted la psicología de personajes como ese militar Adolfo Mendoza de su obra y padre de Cloe que lanzaba a seres humanos desde aviones en marcha? ¿Podría extrapolarlo a casos actuales y concretos?
-En realidad, se trata de analziar un estado colectivo de violencia que vivió el pueblo argentino y he tratado de ser más o menos neutral. Sí, siempre se han dado casos, por ejemplo con el terrorismo de ETA. A diario.
-¿Y está capacitado el hombre, el lector, para entender a esos verdugos?
-Es una buena pregunta, yo creo que se puede llegar a entender con generosidad extraordinaria, pero es un proceso muy doloroso, no pueden compartirlo jamás, es un tema muy espinoso. Ni los propios hijos se ven capacitados muchas veces.
-Somos hipócritas los seres humanos con este tipo de torturas: ¿si es mi padre, lo perdono, si es mi vecino, no?
-Yo creo que se roza la hipocresía, pero en realidad es un mecanismo de defensa. Es muy duro aceptar que mi padre ha maltratado a mi madre, por ejemplo y en cambio, la gente tiende a mirar a otro lado en otras ocasiones cuando no les afecta de lleno.
Campos de concentración volantes
-¿Cuánto queda por saberse de esos vuelos de la muerte?
-Queda bastante, de hecho pienso que como está bastante reciente en el tiempo, la gente joven aún lo concebimos como algo casi extemporáneo. Faltan incluso cifras oficiales de desaparecidos y fallecidos durante la dictadura: muchas familias no saben dónde están sus muertos.
-¿Cree que la Historia no les ha conferido tanta importancia como a los campos de concentración, usted los compararía como campos aéreos?
-Sí, tendrá que pasar más tiempo para ponerlos en su lugar debido. Siguen saliendo a la luz datos, los argentinos siguen restañanado las heridas, pero estamos hablando de que drogaban a la gente, la metían en un camión y los lanzaban al Atlántico. Iban todos los militares, en esto toda la cúpula militar pasaba por lo mismo, acompañados por un médico para asegurarse de que iban tan atontados que se les podía ya arrojar al vacío. El médico entonces se metía en la cabina de la aeronave porque alegaban que su código hipocrático les impedía ver esa tortura. Pueden estar a la altura de los campos de concentración y refugiados, en efecto.
De Santiago Velázquez se ha escrito...
Paloma Torres, de ABC Cultural escribió que «Santiago Velázquez controla muy bien los tiempos, y La extraña ilusión es una novela construida con varias voces narrativas que requiere un esfuerzo enorme de exactitud en el ritmo y en la gestión de esas voces... Hoy en día llegan a publicarse algunos libros que, simplemente, no constituyen materia literaria, sino que enlazan escenas como en un videojuego, buscan sólo el entretenimiento fácil y reproducen diálogos superficiales. Por eso agrada y es digno de mención encontrarse con esta forma de literatura».
Álvaro Soto, del Grupo Vocento: «El libro, compuesto con los mecanismos genuinos de las novelas decimonónicas, pero también con los recursos propios de la experimentación de un Faulkner o de un Onetti, busca indagar en la psicología de aquellos militares que por la mañana torturaban y asesinaban a sus conciudadanos y por la noche contaban un cuento a sus hijas pequeñas antes de dormir

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