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terça-feira, 20 de dezembro de 2011


Tenemos una imagen esclerotizada de la Academia de la Lengua; no es tan rígida y prevalece el sentido del humor, dice a Crónica Ignacio Padilla


Juan Carlos Talavera | Cultura







CAMBIOS. La AML no va a detener usos de palabras, porque es lo que da corrección al lenguaje, dice Ignacio Padilla.

Tenemos una imagen muy esclerotizada de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), señala el escritor Ignacio Padilla, quien desde hace algunos meses trabaja como miembro correspondiente en la comisión de Comunicación e Informática. Sin embargo, se trata de una congregación de hombres y mujeres muy sabios donde prevalece un lenguaje moderno, vital, y un gran sentido del humor.

Quizá hace 20 años –antes de que llegara Víctor García de la Concha a la Real Academia Española (RAE)– ésta era una academia totalmente argamasillesca, rígida, solemne, que carecía de un sentido de modernidad. Pero hoy podemos asegurar que todas las academias, desde la RAE, están rejuveneciendo, explica en entrevista a Crónica.

Ahora estas academias aplican esa gran lección de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de Don Quijote de la Mancha: la utilización del humor. “Y justo ese es uno de los grandes saldos del siglo XXI tan políticamente correcto, el humor y, creo que la AML así lo está demostrando”, apunta.

Como el conocimiento de los trabajos de la Academia es reducido, Ignacio Padilla, ha propuesto hacer tan públicas, como sea posible, las sesiones de la AML “porque tiene mucho de qué enorgullecerse”.

“Son gente muy relajada, moderna y graciosa”, donde participan Vicente Leñero, Margo Glantz, Miguel León Portilla, Gonzalo Celorio, Felipe Garrido, Vicente Quirarte, Patrick Johansson, Marguerite Frenk, entre otros Son gente muy agradable e inteligente que se reúne cada semana o cada quince días.

TRABAJAR LA LENGUA. Formar parte de una organización como la Academia Mexicana de la Lengua es complejo, reconoce Padilla, escritor ligado a la generación del Crack y autor de Amphitryon y La gruta del toscano, dado que el nivel de exigencia aumenta.

Sin embargo, de los académicos he aprendido que no deben ni pueden tener miedo a equivocarse, “porque su visión del lenguaje no es la de los poseedores de la verdad, sólo son los registradores; ellos no imponen, sugieren, proponen y reflexionan sobre el lenguaje. No son los dueños del idioma”, explica.

Y aclara: la academia, hoy, es la primera en reconocer que el lenguaje es de quien lo habla, así como la tierra es de quien la trabaja. La academia es un testigo que pone cierto orden pero que no ordena, en el sentido de imponer.

El flujo de la lengua es tan interesante como pudo ser visto durante el más reciente concurso para conocer la palabra más hermosa del idioma español…y la palabra que ganó es un topónimo que nadie sabe exactamente de dónde viene y que no es castellano. Es la palabra Querétaro, propuesta por Gael García, señala el también autor de Todos los osos son zurdos.

“Ganó esta palabra por su sonoridad; es una esdrújula. Lleva una “q” que tiene algo de cervantino pero no se sabe bien si es nahua, purépecha u otomí. Y nadie sabe qué significa”, apunta.

Si la palabra más hermosa del español nadie sabe qué significa y no es castellana, quiere decir que el idioma español está más vivo que nunca, que el idioma se está enriqueciendo con lo que se consideraban antes barbarismos.

Hay palabras que a mí me incomodan, dice, sobre todo el uso de “bizarro”, que originalmente significaba valiente y hoy se utiliza como extraño. “En este caso la academia no va a impedir que bizarro se utilice como sinónimo de extraño, pues así las nuevas generaciones están ocupando esta palabra”.

Otro ejemplo es cuando escuchamos a nuestros más importantes y cultos comunicadores utilizar la palabra “eventualmente” como algo que sucede a la postre. Cuando en español significaría de vez en cuando. Pero la AML no va a detener esos usos, ya que el uso es el que le da corrección al lenguaje. No es la corrección la que permite el uso, concluye.

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